viernes, 4 de septiembre de 2009
El encanto de empacar y desempacar
No sé qué será mejor, si ser el viajero que regresa o ser el anfitrión que recibe. En incontables ocasiones me ha tocado ser la que la regresa a casa después de vivir largas estancias en el extranjero.
Arreglar todo para marcharme a disfrutar de la aventura de conocer un espacio distinto al que se desenvuelve mi cotidianeidad, no es problema para mi. La maleta está lista en un par de horas.
Pero cuando se trata empacar para despertar del sueño y volver a la “realidad”, armar el viaje es cuestión de semanas, en el mejor de los casos.
Una mezcla de emociones porque se acerca el tiempo de estar con los míos, a los que después de una período lejos estamos hartos de extrañar. Pero también, sin ni siquiera reservar vuelo, de cuando en vez se asoma la nostalgia de lo que estás por dejar a un lado. No te has ido y comienzas a extrañar el nuevo horario de vida que adoptaste. Sensaciones que te abruman sólo con saber que la despedida está cerca.
A mí todo se me manifiesta en el estómago. Me entran cólicos, paso días sin sentarme en el baño o a veces no me da tiempo ni de levantarme de allí.
Y viene esa incertidumbre de no saber si debes quedarte, si la mejor decisión es regresar o si te vas a adaptar otra vez a la rutina.
Compras el vuelo decidida, empujada sobre todo por ver a los amigos del alma y a la familia que amas, que añoraste siempre. Comprendes que estás loca por regresar porque has vivido tanto y has sido tan feliz que quieres contarlo. Deseas compartirlo con quienes sabes van a celebrar contigo.
Entre ese revoltijo de cosas se esparce un vaho de tristeza cada vez que se acercan los días de partida. Esos días en los que la fecha de tu vuelo ya comprado es el centro de tus conversaciones.
El hálito triste se hace intenso cuando empiezan las despedidas de las personas que conociste y que pronto se convirtieron en familiares pasajeros y amistades eternas. Se espesa en las juntaderas en las que te emborrachas y lloras, donde a los que se quedan les juras que volverás y les animas a que te visiten.
Aunque se duda la marcha, el corazón late impulsado por partir a donde realmente pertenece.
Algo de todo esto vive mi hermano ahora. Estoy segura.
Gabi se pasó todo el verano y un poco más en Carolina del Norte, en un intercambio cultural. Esta ha sido su temporada más larga fuera de casa.
Es sólo cuestión de días para que lo volvamos a ver andando en su pasola, para que lave el carro blanco ¿de mami? con el propósito de irse de parranda. Estamos a ley de menos de una semana para que manito retorne a su afán de ir y venir del trabajo y la universidad.
Mami ya sabe el menú con el que lo va a esperar. No faltará lasaña, pollo, ensaladas y el sabroso moro de guanduelos de mi tía Santa. Y un letrero inmenso que dice "Bienvenido a Casa" colgado a la entrada de la sala, rodeado de vejigas de colores. Un montón de sorpresas le esperan, como la panza de mi hermana más grande porque mi sobrino poco a poco se hace mayor.
Manito ni se imagina que no hay un día que no hablemos de su llegada, que estamos todos entusiasmados, que casi nos da taquicardia de la emoción. Quizás ignora que estamos arreglando su cuarto, lavando las cortinas de sus ventanas, cubriendo su cama con sábanas limpias enjuagadas en agua con oloroso suavizante.
Ni idea tiene Babilovich de que se nos dibuja una sonrisa cuando pensamos que pronto estará de vuelta. Que hemos confirmado los detalles de su vuelo cuchucientas veces para estar a tiempo en el aeropuerto.
Manito no sabe eso. Eso lo sé yo perfectamente porque ahora a mi me toca ser la que recibe a quien regresa.
Qué bueno que ya casi casi estás aquí manomino!!
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5 comentarios:
jajajaj siempre tu, me encanta como escribes tus historias y las de tus cercanos, provocan ternura y diversión (risa) al mismo tiempo,bueno que tu manomino tengo un feliz regreso, aunque desear eso esta demás, por lo que he leido sin dudas que será un recibimiento full... Un abrazo para ti... chaoo.
Muchas gracias, Wilfredo!!!
Abrazos para ti :)
Exelente historia...
Amiga! la verdad es que usted tiene un don en las manos: el don de contar bonito sus pensamientos. Dios te bendiga, amiga.
Amigochaaaa!!
Gracias por dar la vuelta a mi rincón.
Bendiciones para ti también.
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