miércoles, 18 de noviembre de 2009

El lado dulce de La Habana


La fila está a todas horas. Hay que buscar altas dosis de paciencia para la espera. Todo sacrificio vale la pena. Los helados de Coppelia saben deliciosos. Y no es que sean fuera de lo común, ¡que va!, los hay de fresa, chocolate o guayaba, como en todos lados.
Más que el dinero que se paga, su costo es hacer una tremenda fila que muchas veces dobla la esquina de la avenida 23. Por la mañana, al mediodía, por la noche o la tarde, da igual, la cola se mantiene.
Como está estratégicamente en el centro de la ciudad es inevitable no caer en la tentación de detenernos un rato para endulzar el paladar. Es una buena opción para cerrar el día antes de regresar a casa, después de una jornada de trabajo, a terminar la escuela, o al concluir las diligencias pendientes.
Es el punto de encuentro justo para charlar con amigos. De todas las edades, diversas nacionalidades acuden a esta heladería que debe su nombre a una obra de ballet.
“No debes dejar de ir a Coppelia”, me decían como una orden todos los que antes habían visitado La Habana, Cuba.


Con amigos y amigas cubanas, ecuatorianas y una costarricense me fui a hacer mi fila. Logramos entrar al establecimiento quince minutos más tarde que se nos pasaron rápido entre bromas y chistes. Subimos al segundo nivel, de inmediato nos acomodan en una mesa. Antes de preguntarte del sabor de los helados ya te traen vasos con agua fresca.
“De fresa o de chocolate”, me dice el joven camarero.
“¿Puede ser mixto?”, pregunto. “Bueno, yo soy hombre”, me dice y mis compañeros cubanos sonríen de un chiste que no entiendo porque no sabía de una película sobre gays que con el nombre de esos dos sabores se filmó en ese lugar a finales de los años ´90.
“Me trae un chin de fresa y un chin de chocolate, por favor”, le confirmo.
El chico se queda bloqueado y pregunta a sus paisanas: “¿Qué quiere decir ella con eso de chin?”.
Pronto entiende y se ríe. Me asegura no me preocupe que me traerá un “tin” de cada sabor (“un poquito”, al estilo cubano. Ya voy aprendiendo nuevas palabras jajaja).
Dos bolas de fresa y dos de chocolate a mi disposición. “Mucho helado para cinco pesos cubanos (unos 25 centavos de dólar)”, pienso.
Empiezas a comer y no puedes parar. Sabroso, cremoso, es gustoso. Quisieras que no terminara nunca, quisieras repetir.
Al terminar nos vamos, la tertulia sigue afuera. Debemos desocupar la mesa para los otros que esperan.
Nos vamos satisfechos. Contentos. Con ganas de seguir conversando y de volver mañana a disfrutar el lado dulce de La Habana.

domingo, 1 de noviembre de 2009

La Habana, Cuba

Siempre había querido visitar a Cuba. Y aqui estoy. Acabo de llegar.
Los días previos al viaje fueron de gran emoción. A medida que hablaba con la gente que ya había venido o que nunca la ha visitado, pero que es súper fanática de esta gente y su cultura, más crecía la expectación.
Aqui estoy, por veinte días. Asi que si ven que está el blog abandonado unos días más de lo normal, discúlpenme por favor, es que estoy admirando a Cuba al ritmo del son.
Espero poder escribirles con frecuencia de esta nueva aventura.

Sueños universitarios

Wisna Josué es tímida al hablar. Sólo para contestar qué hará cuando termine sus estudios de Medicina en Santo Domingo levanta la mirada. “Lógicamente, quiero regresar a mi país. Haití me necesita”, dice. Y se le iluminan los ojos.

Hace nueve cuatrimestres que esta joven de 25 años se inscribió en la Universidad Tecnológica de Santiago (Utesa) para ser médico. Es la carrera más demandada por los más de tres mil estudiantes haitianos matriculados en República Dominicana.

La razón es que en la Escuela de Medicina de Haití la oportunidad de inscribirse se da una vez al año, con cupo limitado, explica Estephat Saint Phard, de 31 años, colega de Wisna.

En Utesa sobresalen los grupos de jóvenes concentrados en sus libros, intercambiando ideas en francés o creole. Similar escenario se observa en las facultades de la Universidad Autónoma de Santo Domingo, aunque en equipos de menor cantidad. Tienen su propia “embajada” y una asociación que coordina actividades sociales y partidos de fútbol.

Después de Utesa, la Pontificia Universidad Católica Madre y Maestra (PUCMM) es la segunda en la preferencia. Acoge a la mayoría de alumnos haitianos en el campus de Santiago, donde también existe una entidad que los congrega.

Basta entablar una breve conversación con alguno de ellos para descubrir su timidez y la simpatía que escapa en sus sonrisas. También se percibe su recelo cuando se les acerca un desconocido.

“El haitiano es una persona que no se da a conocer, que habla poco. Prefiere estar con su gente y comparte poco con el otro. La relación con el dominicano tiene que ver también con la historia”, afirma Yvely Antoine, estudiante de la PUCMM, de 24 años.

Esa dejadez para ligarse con los dominicanos lo confirma un estudio del psicólogo Heandel Beabrun, graduado de la PUCMM, que revela que el 67 por ciento de los haitianos no participa en grupos de dominicanos.

La migración de estudiantes, la mayoría hijos de padres adinerados y de clase media, es la expresión distinta a la que se acostumbra ver en la cotidianidad. Sus propósitos en nada se asemejan a los de quienes vienen a trabajar en labores agrícolas o en el negocio informal. Muy pocos demuestran interés en permanecer en este país al concluir sus estudios. El interés que prima es seguir formándose en el extranjero para alguna vez regresar a Haití.


También sufren discriminación

Fuera del campus universitario, la discriminación acecha a los estudiantes haitianos con más intensidad. La queja apunta en primer lugar a la Policía, cuyos agentes los detienen sin razón aparente y los apresa a pesar de que los jóvenes les presentan su carnet de estudiante y su pasaporte visado legalmente.

“La universidad no es tan difícil, lo que nos da mucho estrés es la calle, porque no se sabe lo que va a pasar cuando alguien se te acerca. Yo fui víctima de la Policía, me llevaron preso y por más que insistí en mostrar mis documentos, me ignoraron. Nos detuvieron y no supimos por qué”, cuenta Emmanuel Laloi, de 24 años.

Hay quienes perciben el rechazo de una parte de la población cuando conocen su nacionalidad y lo atribuyen al desconocimiento que tienen muchos dominicanos sobre la historia y la realidad de Haití.

“Hay dominicanos muy buenos y educados. Pero también encontramos unos muy brutos. En la universidad hay profesores mala fe que reprueban las materias a los haitianos. Nosotros somos gente culta. La formación intelectual que tenemos nos da fuerzas para aguantar esas dificultades”, argumenta Estephat Saint Phard.

Padres y familiares asumen costo

La mayoría de los bachilleres que vienen de Haití son hombres con edades entre 20 y 35 años y escogen este país por la cercanía geográfica.

Una investigación que realizó el director de Planificación de la Universidad Apec, Francisco D´Oleo, reveló que los estudios de una gran parte son financiados por sus padres (75.7%;) seguido de otros familiares que viven en el extranjero (27.5%). Además, el 6.8% se lo costea personalmente, y becados se registró el 1.8%.

Propósitos de los estudiantes y experiencia de un profesor

Enmanuel Laloi
Estudiante de Medicina


"Nuestras familias están trabajando duro para mantenernos. Dependiendo de las ofertas, pienso regresar a mi país. Aquí el problema es que mucha gente no respeta a los haitianos, no se refiere a que seamos negros”.

Richard Chérubin
Estudiante de Medicina


“Estudiaba en Haití, pero la inestabilidad política me hizo emigrar. La convivencia entre profesores y compañeros es muy buena. Me siento bien. Viajo a Haití cada vez que tengo vacaciones, tres o cuatro veces al año”.

Stacy Pierre
Estudiante Informática


"La situación política y socioeconómica de Haití me motivó a venir a estudiar en Santo Domingo. Cuando termine la carrera pienso ir a otro país, sea europeo o americano, para seguir especializándome en mi área”.

José Then
Profesor de Química


"Tengo una clase de 50 alumnos donde el 90 por ciento es haitiano. Son muy aplicados y disciplinados. El idioma no es una barrera para entendernos. Del rendimiento académico te puedo decir que la mayoría es excelente”.

Publicado en El Caribe