jueves, 21 de octubre de 2010

Tan al sur, variopinto... Pedernales

Hace un par de semanas que por cuestiones de trabajo viajé a Pedernales. Tres días disfruté esa provincia al suroeste de Santo Domingo. Andaba con mi súper equipo. Camarógrafo, fotógrafo, chofer y periodista quedamos maravillados de la riqueza natural de esa zona.
En Pedernales comer mariscos no cansa, ni al paladar ni al bolsillo. Langostas, camarones, chillo, mero, colirubia, atún, lambí. Una empanada con cualquiera de estos rellenos se deleita por veinte pesos. Llegar hasta allí significa unas cuatro horas de camino que no pesan –335 kilómetros desde Santo Domingo-.
El paisaje que lleva al sur entretiene al pasar entre zonas desérticas de cactus y guasábara que se intercalan con los sembradíos de las parcelas agrícolas y verdes montañas.
Al pasar por el municipio de Oviedo, la puerta de entrada a Pedernales, hay que estar atento, porque en el momento menos esperado debes ceder el paso a alguna Iguana Rinoceronte que quiere adueñarse del camino.

No son agresivas si no se les ataca. Según me contaron los luegareños, su método de defensa es morder a quien las ataca y sacudirlo. 
De movimientos ágiles y rudos, la  Iguana Rinoceronte tiene este apelativo debido a unos pequeños cuernos encima del hocico, que junto a las espinas o pequeños cuernos de su espalda y cola,  hacen que la creencia popular diga que cuando le pasan por debajo a un chivo, lo rajan.


Pedernales parece un pueblo vacío. Si llegas en la mañana sientes un pueblo solitario y silencioso. Es la provincia menos poblada del país, pero grande en territorio.
La mayoría de las casas no tiene verjado y sus pobladores se jactan del clima de paz y seguridad con que se vive allí.
En las noches se alegra el ambiente. La gente se reúne en el parque para tomar cerveza, comerse un "chimichurri" (un tipo de hamburguesa a lo dominicano), conversar, pasear o simplemente disfrutar de la noche sentado en el parque.
Los pedernalenses son gente amable, gentil, sonriente.
 Pedernales es calor que sofoca y suficiente frío como para abrigarse. Variadas sensaciones en un solo día. Montañas frescas y playas cálidas.
Impresiona la abundante vegetación del Parque Jaragua y la sierra de Bahoruco.
En esa tierra que colinda con Haití, las montañas se levantan imponentes y verdes. El sonido de la naturaleza produce calma en el Hoyo de Pelempito, donde la temperatura es fresca, en contraste con el calor de la zona baja. El rojo y el verde se combinan en ese espectáculo natural que forman los cráteres que quedaron como huellas de las excavaciones de Bauxita en la década de 1950.


A los lejos se divisa la costa. Pedernales también es playa. Bahía de las Águilas parece una piscina natural. El despacio vaivén de sus olas y su color azul turquesa invitan a un baño de mar.

Otras playas son Cabo Rojo, Pedernales y Playa Blanca. La laguna de Oviedo se agrupa entre las bondades naturales. Desde allí se pueden apreciar una amplia variedad de aves. El 90% de las aves dominicanas están en Pedernales y el 80% de las que emigran al país.


A esta provincia todavía no han llegado grandes cadenas hoteleras ni recibe una avasallante cantidad de turistas. Es por eso que allí todavía es posible disfrutar de una hermosa playa solitaria.
Si te gusta el ecoturismo, disfrutar de la naturaleza, la aventura... Pedernales es para ti.

lunes, 18 de octubre de 2010

Mejor anuncio que nunca he visto

Es increíble cómo los niños imitan las acciones de los adultos. El ejemplo que les demos hoy dice mucho de lo que serán los pequeños mañana.
Los hijos son un reflejo de sus padres.

miércoles, 13 de octubre de 2010

El regreso a la vida

Mario pregunta por sus dos hijos, por la perra y menciona a Alexandra. Habla de planes para ir al campo. Mario Sepúlveda ha vuelto a la vida. Una amplia sonrisa brillaba en su rostro cuando salió de la cápsula. La emoción de quienes lo recibimos era desbordante.
El segundo minero que fue rescatado transmitía una energía de “Sí, se puede. Es posible. Lo logramos”.
El primero de ellos en salir, Florencio Ávalos, lo hizo calmado, en paz. Se confundió entre abrazos y besos con sus familiares. Su hijo lloraba a gritos y los telespectadores con él, conmovidos, hinchados de ternura.

Ávalos, al salir de la cápsula.

La imagen de todo ese proceso de sube y baja, da vueltas en mi pensamiento todavía. Creo que no olvidaré la famosa cápsula, la conversación pausada y confiada de los dirigentes de la misión. “Cierren bien la puerta”, se escucha repetir con insistencia cada vez que se arranca a la búsqueda de otro minero. Las horas de anoche marcaron una historia no solo para Chile, sino para el mundo.
Chile no deja de sorprenderme. Cuánta unidad, cuánta fortaleza, cuánto orden... ¡es maravilloso!
Ahora la televisión sigue mostrando las imágenes de los mineros que faltan por rescatar de la profundidad de casi 700 metros en la que se encuentran desde hace 69 días, tras el derrumbe que cerró la única salida del túnel donde trabajaban.
Hasta el momento de publicar este post el minero Pablo Rojas es el número 19 en regresar a la vida. 
De todo este evento que empezó el cinco de agosto, se desprenden tantas lecciones. Entre ellas: lecciones fe, de esperanza, de trabajo en equipo.
Roberto Ríos, el rescatista que trajo a Mario, llegó con la satisfacción del deber cumplido.
Rodolfo me contaba que probablemente alguno de los rescatistas sintió temor cuando le tocó el turno de sumergirse en las entrañas de la Tierra. Pero más grande es que tuvo el valor de vencer su temor para hacer lo que siente, que debe y quiere hacer.
“Respirar y avanzar, a pesar del miedo”, es otra lección.

domingo, 3 de octubre de 2010

Desamparados por la psiquis y los humanos

Osvaldo vaga a diario por las calles de Villa Francisca con la mirada perdida y la ropa raída y sucia. Su maltrecha figura maloliente confirma que alguna enfermedad mental lo atormenta, como al 15% de la población dominicana, según estimaciones de psiquiatras.

En la avenida Duarte, esquina  París, nadie conoce su origen ni se atreve a asegurar que ese sea su nombre correcto. Sin embargo, a todos los comerciantes de esa zona les resulta familiar ese hombre, que por poco pasa los 40 años.

Nadie tampoco sabe dónde viven los familiares de Osvaldo, a quien también llaman “La Brega”. Siempre lleva los pantalones manchados de grasa porque se mete en los talleres de mecánica, quizás ese era su oficio antes de perder la memoria.

El toldo de una tienda es el cobijo de su sueño por las noches junto a otros malvivientes que, aunque cuerdos, su condición de indigente los confunde. La Brega se alimenta de lo que encuentra en los zafacones, o de la comida que le brinda algún conocido.

La psiquiatra Rafaelina Roa explica que la mayoría de los que padecen enfermedades mentales son jóvenes de más de 18 años, y que la cifra ha aumentado en los últimos años, al mismo ritmo en que esa franja social incurre en el abuso de drogas.


Cada barrio tiene un “loco suelto”. Los vecinos de Villas Agrícolas cuentan la historia de Angelita, una joven mujer que anda semidesnuda y que supuestamente perdió la razón después de una golpiza que le propinó su marido.

Muchos prefieren desviar el camino para evitar toparse con Angelita por el temor a ser agredidos, cuando la realidad es que ella es la víctima de un país que desconoce sus derechos a una vida digna y a un trato con humanidad, como lo establece la Ley 12-06 (sobre salud mental).

El abandono de los familiares es una de las causas por las que La Brega o Angelita terminaron en las calles expuestos a todo tipo de abusos y violaciones.

La etiqueta de “loco” y de persona inútil que le impone la sociedad hacen que se vea como válido que sean irrespetados y que sus allegados renieguen cualquier vínculo con ellos por considerarlos una carga difícil de llevar.

“Cuando el paciente ha tenido tres o más recaídas la familia se cansa y opta por abandonarlo. Sin nadie que vele por ellos es más difícil el proceso de recuperación”, explica Roa, directora del centro de rehabilitación para pacientes psiquiátricos (hospital de día), que funciona en el Francisco Moscoso Puello desde el 2007.

Roa asegura que falta presupuesto para desarrollar más programas de salud mental y centros de atención. La diferencia de ese centro con el hospital psiquiátrico Padre Billini, el único del país en esa especialidad, es que no interna ni interviene pacientes en crisis, sino que ofrece seguimiento después de la crisis hasta lograr su reinserción como persona útil a la sociedad.

El psiquiatra Luis Rafael Serret, ex presidente de la Sociedad Dominicana de Psiquiatría, asegura que, incluso sin dinero, se puede hacer mucho. “Hay que educar a la población para que entienda que son seres humanos”.

Esfuerzos de sector público

El titular de la Dirección General de Salud Mental, José Mieses Michel, explica que la mayoría de esos pacientes sufren esquizofrenia y trastornos bipolares (trastorno de la personalidad), que si no son medicados, producen alguna discapacidad.

“Si no se trata con medicamentos, la esquizofrenia afecta el intelecto, la capacidad de atención, e impide al paciente planificar su vida”.

Apunta que implementan el programa “Urgencia psiquiátrica de la calle”, con el que se interviene a un paciente previa denuncia de vecinos o instituciones, así como otro programa de prevención, con el que dan asistencia a los pacientes en riesgo de caer en una enfermedad mental.

Además, existe una mesa de trabajo en la que participa la Policía Turística y el Ayuntamiento para buscar una solución al problema de los enfermos mentales que deambulan en las calles. Mieses asegura que trabajan para que todos los hospitales cuenten con unidades de salud mental.

Abandono en hospital

Luis Serret explica que en el hospital psiquiátrico Padre Billini, donde fungió como director, los pacientes son abandonados por los familiares porque creen que nunca lograrán rehabilitarse.
Ese centro urge una completa remodelación, no da abasto con la demanda.