miércoles, 7 de noviembre de 2012

Escampada


Bocinazos que ensordecen, tapón que desespera.
Llueve.
Cierro los ojos. Ahí está tu sonrisa verdadera sólo para mí. Quietud en medio del caos.

Foto: Orlando Ramos.

miércoles, 5 de septiembre de 2012

Plegaria

Bésame como ayer, con vehemencia.
Tus brazos los quiero rodeando mi cuerpo y esas manos inquietas que se adueñen de mi espalda y mi cuello.
Bésame como ayer, con pasión inusitada.
Que vibre mi ser completo con la energía que desprendes cuando estamos cerca.
Bésame, bésame.
Así, como ayer, que era la primera vez que tus labios se encontraban con los míos.
Yo temblaba, emocionada. Por instantes sentí que flotaba.
Y tú, con esos pálpitos tan prontos.
Ahhh, pensé que tu corazón colapsaría.
Te vi frágil, a la vez fuerte. Te vi tierno.
Amarnos se dio por gravedad.
Bésame como ayer, como quien explora lo desconocido, con la curiosidad propia de un chico travieso.
Bésame y no pares, que tus besos me dan vida.
Hazme eterna.
Foto: Orlando Ramos

sábado, 16 de junio de 2012

Adicción que empezó con la apuesta de cinco pesos

Todo empezó con la apuesta de cinco pesos en la ruleta electrónica de una banca de apuestas. Eduardo Betances apenas salía de la adolescencia. Esos cinco pesos se convirtieron en setenta pesos tras detenerse el giro de la ruleta.
Eduardo, de 39 años, cuenta que aquella vez estaba emocionado y al día siguiente quiso experimentar esa misma sensación de ganador. “Cambié a las apuestas deportivas. Mientras esperaba el partido de las Grandes Ligas jugaba en la ruleta. Más adelante, como ya había perdido tanto pensé que podía recuperarlo jugando y me fui a los casinos”, narra Eduardo.

Sin darse cuenta pronto se convirtió en un ludópata. La adicción a los juegos de azar lo llevó a perder su negocio de repuestos de vehículos y su familia. Su esposa lo abandonó junto a su hijo.
Había perdido también la confianza de parientes y amigos cercanos: “Es una actividad engañosa, la persona que sufre esa patología no se percata del grave error que comete. Empiezas a jugar de manera compulsiva. Yo visitaba el casino a diario pensando que en la próxima jugada me iba a recuperar. En una noche jugué 45,000 pesos y los perdí. Lo que menos llevaba al casino eran 5,000 pesos”.

Eduardo tenía un negocio próspero que descuidó por irse al casino, donde sabía permanecer hasta por 48 horas sin sentir hambre, cansancio o deseos de estar con su esposa. “Me hospedaba en los hoteles para estar cerca del club de juego. Esperaba en el lobby a que abrieran. Al principio todo el que va gana. Esa es la trampa. Ese mundo te vende la ilusión de que te puedes hacer rico. El jugador ignora que ese negocio está hecho para que gane el dueño”, dice.
Una noche de suerte lo que más obtuvo fueron 14,000 pesos pero ya había apostado el doble.
La Organización Mundial de la Salud define la ludopatía como un “trastorno del comportamiento, consistente en la pérdida de control en relación con un juego de apuestas o más, tanto si incide en las dificultades que supone para el individuo dejar de jugar cuando está apostando, como en mantenerse sin apostar definitivamente en el juego”.

El ludópata es la persona que tiene un impulso irreprimible de jugar, a pesar de ser consciente de las consecuencias personales, sociales y económicas de esa conducta.

Aunque no hay estadísticas oficiales, la Organización Panamericana de la Salud estima que entre el 1% y el 3% de la población mundial es adicta al juego. De esta cantidad, entre 5 y 20 millones viven en América Latina.

Eduardo advierte que el mercado de los juegos de azar mueve el vicio de la droga, alcohol, cigarrillo y prostitución. Al verse acorralado por el juego y endeudado hasta el tope, optó por consumir drogas para evadir su dramática realidad. En ese momento sintió que “tocó fondo”, fue entonces cuando decidió buscar ayuda profesional.
Cada año más personas buscan rehabilitarse en el centro Hogar Crea. En el 2010 habían recibido 23 personas y el año pasado 27 ludópatas asistieron a terapia.

“Perdí mi vida en el juego”

La ludopatía, como otras adicciones, incita al individuo al robo para conseguir con qué saciar su necesidad.
Fue el caso de José (nombre ficticio), un contador de 45 años que ahora está en recuperación después de jugar en las bancas deportivas por 20 años.
“La ansiedad no te permite pensar en nada, no tienes control del tiempo. Mi vida era jugar. El juego robó mi vida”, explica.

Suicidios, desintegración familiar, deudas que nunca se terminan de saldar y autodestrucción económica son las consecuencias del juego excesivo. José podía permanecer todo un fin de semana apostando a los partidos de fútbol, baloncesto o béisbol.
“Tomaba dinero de mi esposa, el dinero de la comida o el de la leche de mi bebé para apostar, no importaba”, recuerda. Cuenta que antes de entrar al lugar de apuestas pensaba: “llego con 10,000 pesos y dentro de un rato salgo sin dinero”. Y así mismo sucedía.
“Es una de las adicciones más fuertes que hay, te podría decir que es más destructiva que el consumo de drogas”, agrega.

Cambio

Teresa Adames, coordinadora del Programa de Acompañamiento Psicológico de Casa Abierta, explica que la ludopatía se trata como cualquier adicción.
“Generalmente son personas que vienen de familias disfuncionales, que han sufrido abandono emocional, abusos en la infancia, vivieron eventos traumáticos, tuvieron padres muy permisivos o presentaron dificultades de aprendizaje”, expone.

El ludópata debe empezar por reconocer su adicción y después, recomienda Adames, debe visitar a un especialista en conducta humana que lo guíe: “Trabajamos la autoestima, que la persona aprenda que tiene una enfermedad y cómo puede manejar sus emociones”. La psicóloga atribuye el aumento de ludópatas a la proliferación de bancas de apuestas y máquinas tragamonedas en el país.
El apoyo de la familia es fundamental para que el adicto se mantenga firme en su decisión de cambiar. l

Una vida como “perro de fritura”


 Eduardo Betances narra que en varias ocasiones vio gente que llegaba al casino en automóvil de lujo y al salir de allí pedían dinero para irse en taxi porque perdió el vehículo en una partida de póker: “Ví gente que iba sin dinero, que ya no le quedaba nada, pero iba a mendigar que alguien le diera cien pesos para jugar. Yo los llamo ‘perros de fritura’, que se quedan esperando que el otro coma para que le tire el hueso”.

Eduardo, que lleva un año en recuperación en Hogar Crea, está feliz de su decisión de cambiar. Habla con entusiasmo sobre sus planes para cuando salga del centro de rehabilitación.
“Es una vida que no la deseo a nadie. Cuando ya no te queda un peso, aparece un prestamista que te da dinero a cambio del carro o de tu casa.
Ese no juega en el casino, simplemente está ahí esperando ver a alguien desesperado para ofrecerle dinero”, dice.

De la serie "Atrapados en el juego"
Publicada en El Caribe.

"Eres el rey del casino, mientras te queda dinero"

Las bancas de apuestas reportan al fisco más de 200 millones de pesos al año

A las cuatro de la tarde encienden las luces de colores del casino. Para Roberto, de 57 años, es como si se le iluminara la vida. Entra, se sienta en la mesa de la ruleta y empieza a apostar. Cambia 500 pesos por fichas azules. Ninguno de los números que escogió lo hizo ganador.
Media hora más tarde de su bolsillo extrae otra papeleta de 500 pesos. En una hora ha perdido mil pesos.
En veinte años de juego el saldo ha sido una ferretería y su vivienda. “Mi hermano me trajo al casino por primera vez. Vine a acompañarlo sin mucho interés. Me gustó y después venía solo. Ahora, él está en Estados Unidos, huyendo de las deudas que dejó pendiente aquí”, expresa Roberto a elCaribe de manera espontánea.

La sala tiene una iluminación uniforme, se escucha una música agradable. El ambiente es acogedor y climatizado. En el piso alfombrado de rojo las máquinas tragamonedas forman una hilera que parece interminable. Un escalón abajo se encuentran las mesas de apuestas y en el segundo nivel están las mesas de billar.
En el país operan 60 casinos y 3,000 bancas de apuestas, según registros de la Comisión Nacional de Casinos, adscrita al Ministerio de Hacienda. La mayoría de esos clubes opera en zonas turísticas.

En el 2010, al fondo general del Estado se depositaron mediante el fisco 210.5 millones de pesos, por concepto de licencia para operar bancas de apuestas; 11.5 millones más que el año anterior, cuando la recaudación ascendió a 199 millones de pesos. El portal web de la Dirección General de Impuestos Internos publica que en los primeros ocho meses del 2011 habían recaudado 115 millones de pesos por el mismo concepto.

El reloj marcaba las 8:30 p.m. cuando una camarera impecablemente vestida se acercó a Roberto con un “carrito” lleno de picaderas y toda clase de bebidas alcohólicas y sin alcohol. Roberto tomó un pequeño plato de papas salteadas con mero a la plancha, de las manos de la joven sonriente. Se toma un jugo de piña natural, mientras comenta que ya ha perdido tres mil pesos. “No puedo evitar venir casi a diario a jugar”, dice.
La calidad del brindis mejora dependiendo de la cantidad de dinero que apueste una persona. De ahí que si se trata de un cliente generoso, la gerencia considera hasta costearle una habitación de hotel para que descanse si lo solicitara.
En la mesa contigua a la de Roberto, una señora que por poco pasa los 40 años está nerviosa. Grita al supervisor de las mesas que el dealer no le ha dado un bono de tres mil pesos que le corresponde. “Saqué del cajero 15 mil pesos y mira lo que me queda”, dice señalando una papeleta de mil pesos. Ella fue de las primeras que llegó al club ese lunes. El supervisor hace unos cálculos en su libreta y le responde a la señora que efectivamente ha cambiado 14,000 pesos en fichas pero que sólo ha jugado 3,500. “Enséñeme las que tiene en las manos, cuando se les terminen esas fichas entonces hablamos”, afirma el supervisor. En esa misma mesa, una joven mujer estaba calmada, había ganado RD$4,500 luego de apostar RD$2,000 y esperaba que le pagaran para marcharse. La seguridad es estricta. En la puerta hay tres personas que revisan a los visitantes que llegan para verificar que no tengan armas de fuego ni sean menores de edad. Otros hombres vestidos de traje negro merodean el salón.

En las mesas ocupadas resalta la figura de importantes accionistas bancarios, catedráticos universitarios, acaudalados empresarios e intelectuales. De los extranjeros presentes, se destaca una mayoría de origen oriental -chinos y coreanos-.  A la 1:00 a.m., Roberto, que ocho horas atrás había llegado con aires de majestad, se despide como un plebeyo, con los bolsillos vacíos. “Hay días que me voy a las 6:00 a.m. cuando cierran esto, pero ya jugué lo que traía. Aquí eres el rey del casino mientras tienes dinero”, expresa.

El dealer

“La función del dealer es ganarle dinero al que juega. Recibimos un entrenamiento de dos meses antes de ser contratados. Uno aprende a preveer cuál será la jugada del cliente”, explica Enrique Medina, que trabajó como dealer. Asegura que las máquinas no están adulteradas para hacer que el cliente pierda, pero que el dealer emplea trucos para que el casino gane todas las veces posibles.

Un negocio de muchos millones de pesos


La Ley 351-64 que rige los casinos está obsoleta. A pesar de las modificaciones que se le realizaron a la norma que data de 1964, todavía no se adecúa a la realidad local. Para establecer un casino hay que pagar un impuesto de 10 millones de pesos y cinco millones de pesos de fianza. Además, está la cuota de un millón de pesos para obtener la licencia, entre otro requisitos.
La Ley 351-64 establece que un casino debe operar en un hotel de primera categoría que tenga al menos cien habitaciones, pero ese requisito se ignora en muchos casos.
Los montos de impuestos para los casinos fluctúan entre RD$25,000 y RD$32,000 por mesa, dependiendo la cantidad que tenga y si opera en la capital.

De la serie: "Atrapados en el Juego"
Publicada en El Caribe

viernes, 15 de junio de 2012

La cita que no fue


Las seis de la tarde. Ambos apagaron sus ordenadores después de terminar la jornada. Él había insistido todo el día por otra cita.
Después de tanto dudar, Ella asintió, pero al final no cumplió su promesa.
Evitó el encuentro a pesar del deseo que abrigaba de sentirse protegida entre sus brazos.
Adelanta los pasos hacia su morada. La incertidumbre le acompaña hasta que por fin llega a la casa. Se sienta en una silla mirando a la calle. Tiene la esperanza de que él aparecerá para rescatarla de su agonía.
Sus ojos bien abiertos, a la expectativa. Piensa que en cualquier momento él irrumpirá y -sin mediar palabras- ¡zas! la ahogará en sus besos tiernos.
Y ese corazón que acelera sus latidos...
Naaah! Puras ilusiones...La noche se hizo vieja durante su solitaria espera.
Se retorcía de dolor, pobrecita niña.
¡Cómo lloraba! Parecía una desgraciada sin dolientes. Se halaba los cabellos con fuerza. No quería estar, no quería pensar. Pero lo hacía y lloraba más, de rabia, de impotencia, de amor. 
Lloraba porque, a veces, decidir lo correcto duele.

martes, 10 de abril de 2012

Maternidad encarcelada

Las reclusas embarazadas pueden permanecer con sus bebés en el penal por 12 meses después de dar a luz. Foto: Carlos Mejía

Cuando Shadday crezca no recordará que su primer año de vida transcurrió en la celda de una cárcel. Pero para su madre, Idetzy González, de 21 años, ese episodio será inolvidable.
A esta bebé de ocho meses la quieren mimar todas las reclusas del Centro de Corrección y Rehabilitación Najayo-Mujeres, como a las otras dos bebés que viven en pabellón de madres.

Para llegar a esa sección del penal hay que atravesar una amplia antesala decorada con dibujos del ratón Mickey y el pato Donald, equipada con dos mesas, sillas y un librero vacío.
A la izquierda hay una puerta que da a un pequeño patio donde se lava y se tiende la ropa.

Las estrechas celdas rectangulares de unos 2.5 metros de largo están concebidas para que en cada una duerman tres mujeres, pero en el pabellón de madres sólo conviven dos por celda y el espacio para la cama que queda libre se usa para acomodar la ropita y lo que necesita la criatura recién nacida.

Idetzy González podrá tener a su bebé con ella hasta que alcance los doce meses de edad. Para cuando tengan que despedirse deberá tener claro a dónde irá la niña.
Su caso es especial. Ella es de Panamá y no tiene familiares en Santo Domingo. “No quiero que a mi niña se la lleven a una guardería pública. Eso me tiene muy triste”, dice entre sollozos.

El momento de la separación es el más difícil para las madres. La encargada del trabajo social del penal, Elizabeth Luciano, expresa que la mayoría de las madres salen con su bebé en los brazos y que son muy pocos los casos en los que el niño debe entregarse a un familiar.

El caso de Idetzy se complica porque en Panamá ella tampoco tiene familiares cercanos. “He hablado con una tía que me dice que está dispuesta a cuidarla, pero no sé. Lo que pido es que me dejen cumplir mi condena en Panamá porque será más fácil para mí ver a mi niña”, expone Idetzy, que cree que es muy poco el tiempo que le permiten estar con su cría.

En otros países, como Argentina, las madres tienen derecho a permanecer con sus hijos hasta que éstos cumplan los cuatro años de edad. Luego, los pequeños se entregan a un familiar o se trasladan a un centro de cuidado infantil del Estado. Mientras que en España, las reclusas tienen consigo a sus hijos hasta los tres años.

Entre tres y cuatro reas ingresan embarazadas cada año a Najayo-Mujeres. Si en una cárcel del modelo tradicional llega una reclusa embarazada se traslada a una que se rija por el nuevo modelo. Luciano recuerda que a Najayo Mujeres llegó una madre que cumplía condena en La Romana.Las mujeres que tienen sus bebés quedaron embarazadas antes de ser apresadas debido a que aquellas que tienen derecho a la visita conyugal se someten a planificación.

De los 23,000 internos en las cárceles del país, 600 son mujeres.

A dos celdas de distancia de la morada de Idetzy, una bebé de 20 días de nacida es acurrucada por su madre. Sugeidy Cordero, de 20 años, cuida celosa a su niña Wilandy, su cuarta criatura. Los demás, el mayor tiene siete años, están bajo el cuidado de su padre y su abuela materna en su vivienda del sector Gualey, en el Distrito Nacional.

No hay preocupación en Sugeidy por el tiempo que por ley una reclusa debe permanecer con su bebé, pues ella, condenada a un año de prisión y dos años de trabajo comunitario por intentar introducir media libra de marihuana a la cárcel de La Victoria, cumplirá con su condena en menos de tres meses. “Yo estoy tranquila. Nunca me dejo derrumbar por nada, sino que lo enfrento. Hoy estoy aquí tranquila. Ya casi me voy. Mi niña y yo estamos bien, no nos falta de nada. Pero eso no quiere decir que no deseo estar libre”, indica.

La dirección de la prisión abastece a las madres de pañales desechables, leche de fórmula y todo lo que pudiera necesitar para el cuidado de las niñas. Las reas salen custodiadas a cumplir con las citas médicas.
Luciano explica que mientras las reclusas tienen a sus bebés con ellas se les exime del deber de participar en cursos de formación, quehaceres de limpieza o cualquier oficio que les corresponde cumplir dentro del penal.

“Ellas participan de alguna conferencia, si así lo desean. Le dejamos todo el tiempo para que se dediquen a sus hijos”, apunta.

Najayo-Mujeres, con capacidad para 296 reclusas, tiene 262 internas, de las que una está embarazada y tres están con sus bebés. Las tres mujeres que acunan a sus bebés detrás de los barrotes aseguran que desconocían de su estado de gestación al momento de ser apresadas.

“Me enteré porque me lo dijeron cuando me ingresaron aquí. Fue muy duro. Lo único que hice fue llorar y llorar. Todos los días lloraba”, recuerda Idetzy, condenada a cinco años por entrar al país con dos kilos de cocaína. Mafiosos le habían prometido pagarle 15,000 dólares.

Idetzy cuenta que por lo regular Shadday duerme toda la noche, por lo que un día normal suele empezar a las ocho de la mañana. “Ella despierta. Yo la alimento, juego un poco con ella. A eso de las diez se vuelve a dormir y al mediodía la levanto para bañarla y alimentarla. Las horas se me van jugando con ella y atendiéndola”, comenta.

Secuelas de la separación


La mayoría de las reclusas son madres. Separarse de los hijos para muchas es la condena más dura que deben cumplir. Alexandra Báez (nombre ficticio), de 33 años, narra que cuando le tocó entregar a su niño a la abuela luego de que cumpliera el tiempo establecido en la cárcel fue un momento muy difícil, por lo que recibió la asistencia psicológica. “Una de las cosas más dolorosas es que tus hijos crezcan sin ti. Esto ha sido demasiado grande”, indica.

Entre los obstáculos para mantener el contacto emocional entre el niño o niña y sus padres están la distancia, el hecho de que no cuentan con un adulto que los lleve a visitarlos, la falta de recursos económicos y los conflictos familiares. Alexandra ve a sus hijos dos horas al mes.

Para su familia, que vive en San José de Ocoa, es difícil trasladarse hasta el penal con más frecuencia. Asimismo, el pensamiento de que la cárcel no es un lugar apropiado para que los niños visiten es otra barrera. “Mi niño que nació aquí tiene tres años. Me decía tía o me llamaba por mi nombre. Eso me dolía mucho. Mi mamá le enseña que yo soy su madre y ya está comprendiendo”, sostiene.

Recomendación de la ONU

El sistema de derechos humanos de las Naciones Unidas en un documento elaborado en 2006 plantea que los Estados deben considerar medidas alternativas diferentes a la detención preventiva para madres con bebés y niños que dependen de ellas, incluyendo el que se establezca claro cómo, cuándo y quién determinará que esos niños existen y tomarlos en cuenta al evaluar si una detención preventiva es o no necesaria.

“Los Estados deben meditar sobre el costo social que implica aumentar el uso de las penas de privación de la libertad de mujeres por delitos no violentos, tomando en cuenta las graves consecuencias que el encarcelamiento de la mujer tiene para la familia y la importancia de una buena relación familiar como factor clave en la prevención de delitos”, apunta el informe.

Propone que se dicten sentencias alternativas, sin privación de la libertad, para infractoras de delitos no violentos.

Resalta el valor del amor maternal

La psicóloga Olga María Renville explica que la madre es el vínculo más importante en los primeros años de la vida del niño o niña, por lo que cuando hay una interrupción violenta o inesperada se crea un vacío en el infante.
Dijo que es una situación muy compleja, porque si la persona cometió un delito debe cumplir su condena y no porque sea madre se le puede dejar pasar.

Explicó que lo ideal sería que las cárceles contaran con espacios adecuados para que esos niños permanezcan en ese lugar el tiempo más extenso posible y que en ese lapso reciban todas las atenciones y la formación que requieran.
“Si el niño nace y crece en un lugar como ese, no le resultará extraño. Aunque es importante que el chico se relaciones con otros de su edad, más daño le causa separarse a muy temprana edad de su madre”, señala Renville.

Publicado en El Caribe 



Pastillas de colores que oscurecen la vida

El uso de éxtasis y estimulantes anfetamínicos cobra mayor relevancia entre los jóvenes de 15 a 25 años

La fiesta de música electrónica iniciaba en la noche y se extendía hasta que el sol “picaba” al día siguiente. Para disfrutar hasta el último  minuto, Carlos, de 19 años, tomaba de las pastillas de colores, que bien podía tratarse de éxtasis, LSD o estimulantes anfetamínicos. No reparaba en sus componentes, a Carlos le interesaba que esa tableta, con dibujos de diamantes, caritas felices, carros, tréboles o letras, le provocara la sensación de bienestar y ganas frenéticas de bailar y divertirse hasta que el disc jockey terminara de sonar los platos. “A veces te engañan. Te venden una cosa adulterada para que compres más, como los efectos de una pastilla mala duran menos, consumes más”, comenta.

El consumo de ese tipo de drogas denominadas sintéticas o de diseño aumenta vertiginosamente en jóvenes de 15 a 30 años. La Dirección Nacional de Control de Drogas (DNCD) reporta un incremento exorbitante de incautaciones de pastillas de éxtasis –la más demandada entre los consumidores de drogas sintéticas-, este año ocuparon 25, 979 pastillas. Mientras que entre 2010 y 2011 las incautaciones sumaron a 689 pastillas.

En 2010 la DNCD ocupó 153, 767 unidades de benzodiacepina, un medicamento que tiene efectos sedantes, ansiolíticos y de relajante muscular, pero en 2011 no registró incautaciones de ese tipo. Además del éxtasis (la más popular de las anfetaminas, llamada también metilenodioximetanfetamina MDMA) y la benzodiacepina, entre las drogas de diseño más consumidas se cuentan la Ketamina (conocida en el lenguaje callejero como Super K, Special K ó K), LSD, PSP (polvo de ángel o novia blanca) y Cristal Med (metanfetamina cristalina).

“Yo quería experimentar la alegría que veía en otros cuando iba a esas fiestas. Pregunté a mis amigos qué era y de inmediato probé. Empiezas a ver colores distintos, escuchas los sonidos más agudos, estás tranquilo y te sientes grande”, explica Carlos.
 Rafael Ramos, de 32 años, que se rehabilita de su adicción al éxtasis en Hogar Crea, cuenta que cuando consumía esa sustancia no sentía hambre, pero sí una sed insaciable. “Te pasas la noche bebiendo agua, si te fijas, por eso es que venden las botellitas de agua tan caras en esas fiestas, hasta el triple de su precio. Esas pastillas te mantienen despierto el fin de semana completo. Puedes pasar dos o tres días sin comer nada, sólo consumiendo el éxtasis”, narra.

Los efectos de las pastillas duran entre tres y cinco horas, de ahí que un adicto pueda introducirse entre cinco a siete pastillas en una fiesta rave. Después del efecto, invade la depresión, falta de apetito y el estado de ánimo bajo. El uso de ese tipo de estupefacientes es más común en jóvenes que gustan de las fiestas “rave” y de música electrónica, que provienen de clase media alta y alta por su elevado costo. Una pastilla se cotiza entre 300 y 500 pesos, mientras una dosis de marihuana se podría conseguir en menos de 100 pesos. Además, consumirlas implica una inversión importante, señala Rafael: “Mayormente uno la usa en “coro” con los amigos. Súmale la compra de la entrada a la fiesta “rave”, que casi siempre es una playa retirada como Cabarete o Punta Cana. Súmale la gasolina para moverte allá, el hotel que pagas, la ropa nueva que te compras para ir allá… esa es la droga de los riquitos”, dice.

Eduardo, de 30 años, además de consumir éxtasis también las traficaba. Indica que en una noche podía vender entre 200 y 300 pastillas: “Recuerdo una vez que en seis horas me gané 46,000 pesos. En tiempo récord vendí casi 200 pastillas. Tienen mucha salida en fiestas de halloween y ahora en Carnaval“.

Ricardo José, de 34 años, que tiene diez años reeducado, cuenta que a los 19 años era un adicto a las drogas sintéticas. Eran los primeros años de la década del 2000, cuando los conciertos de música electrónica iniciaban en el país. “Primero sólo consumes en las fiestas con tus amigos. Después tu vida es una rutina de dormir, levantarte y drogarte. Enfocas tu vida en disfrutar próximo bonche y buscar la manera de cómo obtendrás el dinero para ir”. Su adicción provocó el distanciamiento de su familia y lo convirtió en una persona sin proyectos e inactiva. “Es una sustancia que te deja detenido.
No hay un crecimiento emocional ni de carácter. Eso te destruye las neuronas. Te pone a tocar fondo más rápido que otras drogas como la marihuana o cocaína. Una persona se pasa 40 años tomando al alcohol, pero si consume drogas de diseño a los tres años está acabado”.

La Oficina de las Naciones Unidas sobre la Droga y el Delito advirtió que es muy difícil controlar este tipo de drogas de diseño porque al depender su fabricación exclusivamente de productos químicos se pueden crear en cualquier lugar, a bajo precio y sin dejar rastro.

Según ONU
Las anfetaminas son la segunda droga más utilizada, después de la marihuana

Consumidores de diferentes perfiles

Vicente Tapounet, director ejecutivo de la Fundación Fénix, que trabaja en la rehabilitación de adictos, explica que los consumidores de drogas sintéticas tienen varios perfiles. Por ejemplo, dice, la anfetamina se usa en medicamentos para bajar de peso, por lo que es utilizada mayormente por mujeres propensas a la obesidad. Mientras, continúa Tapounet, la benzodiacepina sirve para tratar la ansiedad y el grupo poblacional que más las usa son mujeres de edad avanzada.
El uso de éxtasis, psp, ketamina y otras son frecuentes en jóvenes.“Una droga es la puerta de entrada a la adicción de otra con efectos más fuertes. Para el que consume drogas hay tres caminos: la muerte, el hospital o el manicomio. Se observa el deterioro progresivo en su calidad de vida, el descuido de la escuela o del trabajo”, apunta.

Publicado en El Caribe

miércoles, 8 de febrero de 2012

La explotación infantil se disfraza de trabajo doméstico


A Marianny la trajeron a la capital desde Guayabal, Azua, para que ayudara a una p+rima lejana con los quehaceres domésticos. A cambio, la niña de doce años, recibiría la seguridad de un techo, la alimentación, educación y vestimenta que le faltaba en su casa materna.
La chica vivía con su abuela, que decidió ceder a su nieta con la esperanza de que corriera una mejor suerte que en el campo. Nada ocurrió como la anciana se imaginó: “Lo que menos podía yo hacer era ir a la escuela”, narra Marianny, hoy de 20 años. “Me tocaba hacer todos los oficios de la casa y cuidar de los dos hijos de mi prima. No tenía días libres, y aunque me los dieran me quedaba en la casa porque no tenía a quien visitar ni podía irme al campo sola”, comenta.
Detrás de la acogida bondadosa que algunas familias ofrecen a niñas y niños, la mayoría menores de muy escasos recursos, se esconde una peligrosa forma de explotación infantil que, en algunos casos, “tutores” ejercen de manera inconsciente. Pues, en ciertas situaciones, la familia que alberga considera que da un buen trato a la niña o niño con suministrarle techo y comida, aunque descuide sus demás necesidades.
Que las niñas aprendan trabajo doméstico es correcto siempre y cuando esa actividad no interrumpa sus reales deberes. Foto: Edward Roustand

La Organización Internacional del Trabajo (OIT) estima que en el país 48,700 niñas y niños realizan trabajo doméstico. Otras estadísticas se obtienen de la Encuesta Nacional de Hogares de Propósitos Múltiples (Enhogar) publicada en diciembre pasado, que revela que 304,000 niños, niñas y adolescentes de 5 a 17 años trabajan, lo que equivale al 12% de los niños. La cifra posiciona a la República Dominicana con dos puntos por encima del promedio de la región.
De todos los menores contabilizados como ocupados en la producción económica, el 56% (212,000) realiza actividades peligrosas, entre esas se ubica el trabajo doméstico. Esa cifra equivale al 8% de todos los niños y niñas del país.
“El trabajo doméstico se considera peligroso e insalubre porque la niña se expone al uso de artefactos que podrían dañarla, como una plancha o una estufa por ejemplo, que le podrían producir quemaduras”, indica Cristhian Herrera, coordinadora técnica de la Unidad de Trabajo Infantil del Ministerio de trabajo.
Herrera agrega que la resolución 52-04 establece condiciones para permitir que un menor, de 14 años en adelante, trabaje. Pero, agrega, cuando se trata de un niño que duerme en su lugar de trabajo se violan esos requisitos.
En casa de su prima, Marianny duró tres años, después pasó a trabajar como doméstica a otra casa donde las condiciones eran peores. Hasta que hace dos años logró liberarse y cambiar el rumbo de su vida a mejor. Gran parte de las historia de niñas y niños (los varones son mucho menos) en trabajo doméstico no tiene un final feliz. Testimonios recogidos por la OIT revelan que muy pocas logran superarse y mejorar sus condiciones socioeconómicas y la mitad no termina la escuela primaria.
En San Cristóbal encontramos la historia de Doctora Alciniegas. Su madre tuvo 12 hijos. A los diez años la envió a la casa de un familiar para que le “ayudara con los quehaceres”. “Me levantaba a las seis de la mañana y me acostaba a las once la noche. Se me iba el día limpiando, lavando, planchando y atendiendo a los hijos de la señora. Apenas tenía chance de estudiar los sábados”, narra Doctora.
La presidenta de la Asociación de Trabajadoras del Hogar, Victoria García, habla del sentimiento que invade a las niñas que son explotadas como domésticas, tomando como ejemplo su propia experiencia, ya que desde muy pequeña laboró en “casas de familia”: “Esa situación lleva a las adolescentes a casarse antes de tiempo, están expuestas al acoso sexual del empleador. Además, les afecta mucho emocionalmente porque esa es la edad de en uno estar con su familia, de jugar. Tú estás en una casa donde eres un mueble más, nadie está pendiente de ti, no te dan cariño, emocionalmente afecta mucho”, sostiene. Victoria, de 60 años, expresa que a las menores les invade un sentimiento de abandono en los casos en que sus parientes no las pueden visitar  porque no tienen los medios para trasladarse hasta ellas. Expresa que la situación de las niñas trabajadoras domésticas de hoy son similares a las de su tiempo, una muestra de lo poco que se ha avanzado para erradicar ese problema. “Puedo decir que aprendí cosas que no sabía, como preparar bizcochos. Pero no me sentía bien, estaba fuera de mi hábitat, sin mi familia, esa no era parte de mí, realmente. Estar en una casa con extraños donde no se recibe afecto es muy doloroso para un niño”, destaca Victoria.
Cuenta que muchas de esas muchachas son las denominadas “hijas de crianza” que no es más que una forma disimulada de esclavitud, dice. “No tienen días libres, no tienen horario de trabajo, tienen que vestirse con la ropa usada que le da su patrona, no tienen salario”, enumera García
Ministerio de Trabajo
Félix Hidalgo, vice ministro de Trabajo y coordinador de la Unidad de Trabajo Infantil, explica que se esfuerzan para erradicar esa actividad en los niños y niñas, y que en los casos en los que la faena se realiza como manda la ley, hacen hincapié en que los adolescentes gocen de los mismos derechos que tienen los adultos.
Apunta que se les dificulta identificar los casos porque los adultos no entienden que es trabajo infantil. “Muchas veces dicen: “yo lo que estoy es ayudando”, pero no dicen que es con el compromiso de que el menor les haga los oficios y encima reciben un trato discriminatorio frente a sus hijos. Si tú no le das el mismo trato de tus hijos, entonces tienes una trabajadora”, enfatiza.
Peores trabajos. Son aquellos que esclavizan al menor, los separan de su familia y les impide educarse

Consecuencias 


Estudiar y jugar: los deberes de los niños

La psicóloga Marina Orbe expone que no es sano para un niño apartarse de su hogar para cumplir oficios de adultos: “Salen de sus roles de niñas; se les priva de la libertad de estudiar, de jugar y de hacer cosas propias de su edad. Crecen con pocos proyectos de vida, porque lo que aprenden es a limpiar y lavar. Se les dificulta encontrar otro trabajo, tienen limitada su capacidad de progresar porque no se prepararon”.

Advertencia

El trabajo atenta contra la educación del menor


La edad mínima de admisión al trabajo es de 14 años, dispone el Código Laboral, pero más de la mitad de los trabajadores infantiles tiene menos de 13 años. De acuerdo al estudio Enhogar publicado en diciembre de 2011, esa tendencia debe ser objeto de atención puesto que de acuerdo a las normas de Educación, a esa edad los adolescentes deberían estar terminando la primaria, pero si trabajan, sus posibilidades de alcanzar esa meta son mínimas. “El hecho de que siete de cada diez niños tenga una relación de trabajo con su propia familia o familiar cercano confirma que el fenómeno del trabajo infantil se da en gran medida en el entorno familiar”, sostiene el informe.

Acción

Ministerio desarrolla un plan de sensibilización 


Las acciones del Ministerio de Trabajo consisten en sensibilizar a la población sobre el tema. Impulsan la Hoja de Ruta, una estrategia integral para erradicar el trabajo infantil a nivel mundial que implica abordar el problema desde distintas aristas, como la pobreza. “Esto se impulsa desde diferentes instituciones gubernamentales, la sociedad civil y gremios de trabajadores”, especifica el viceministro Félix Hidalgo. Elaboraron un plan estratégico nacional para erradicar las peores formas de trabajo infantil con miras al 2016. “La gente tolera mucho el trabajo doméstico infantil porque entienden que si le están proporcionando al niño techo y comida la cosa está bien”, dice.

Publicado en El Caribe

viernes, 27 de enero de 2012

Menores embriagados, potenciales adictos


Salvador Bautista empezó a tomar alcohol a los 12 años, a escondidas de su mamá. “Me juntaba con amigos que eran más grandes que yo, que bebían mucho, y así empecé a darme mis tragos”, dice Salvador, hoy con 20 años cumplidos y la costumbre de embriagarse con frecuencia.
Su historia se repite en gran parte de la población que consume alcohol en el país. Un estudio que presentaron en junio pasado el Consejo Nacional de Drogas (CND) y la Asociación Probienestar de la Familia (Profamilia) revela que el 75% de los que toman alcohol inició cuando era adolescente. De ese porcentaje, el 8.6% tenía menos de 13 años.
En tanto, el Ministerio de Salud Pública realizó un estudio el año pasado que arrojó que el 42% de la población consume alcohol en diferentes proporciones y el 58% son personas abstemias.
La población que experimenta la embriaguez en la niñez o la adolescencia va en aumento, según reflejan registros del Comité de Operaciones de Emergencia, de la Procuraduría General de la República y de centros de rehabilitación de adictos. No existen registros oficiales, pero la procuradora adjunta del departamento de Niñas, Niños y Adolescentes, Celeste Reyes, sustenta esa afirmación con el incremento de padres que han sancionado tras recibir la denuncia de que sus hijos se intoxicaron por la ingesta de licores. Afirma que en Navidad, Semana Santa y días de asueto es cuando más casos se reportan. En las recientes fiestas de Año Nuevo, Reyes conoció en San Cristóbal a un niño de siete años que se intoxicó por unos tragos de ron que le dio su tío, de 35 años. “El padre del pequeño había muerto y su tío, amargado por la muerte de su hermano, se puso a tomar hasta emborracharse. En un momento se hizo acompañar del niño porque le recordaba a su hermano”, narra la fiscal.
Ese adulto, al que se le dictó prisión preventiva, enfrentará una sanción de dos a cinco años de prisión y una multa que va de 500 a mil pesos, mientras el menor se encuentra en estado grave en un hospital. De acuerdo a Reyes, la Procuraduría no tipifica en sus registros ese tipo de casos. “No tenemos las cifras específicas, pero te puedo decir desde mi experiencia que cada vez son más los casos que nos llegan de menores ligados alcohol y eso es preocupante”, dijo.
Foto: Edward Roustand
La edad promedio en que la población dominicana tiene su primer contacto con el alcohol, según el estudio de Salud Pública, es la de 13 años, similar a la mediana de edad que se reporta el inicio de las relaciones sexuales en la República Dominicana.
Si observamos los informes del Centro de Operaciones de Emergencias en los feriados encontramos que en los últimos años más pequeños han sufrido los estragos de una borrachera. El informe de las pasadas navidades recoge que 24 menores, de hasta un año de edad, se intoxicaron por la ingesta de alcohol. El número representa un aumento del 50% con relación al año pasado, cuando 16 menores se enfermaron por esa causa.
Los jóvenes que consumen alcohol pueden desarrollar problemas de adicción en etapas posteriores de sus vidas. Salvador, por ejemplo, indica que ‘bebe’ “cada vez que tiene cuartos”. Trabaja como despachador en una ferretería donde devenga un salario de 4,000 pesos mensuales, de los que sabe gastar mil pesos en una noche de parranda. “A veces me invitan los muchachos, compran un galón (de ron) y nos lo vamos a beber tranquilos, en coro”, dice Salvador, que proviene de estratos humildes y no terminó la escuela primaria.
Carlos Manuel, de 15 años, también empezó a tomar a los 12 años, pero inducido porque veía esa conducta en su padre. Toma los fines de semanas o en fiestas, lo que para él no es un problema ni significa adicción. “Es algo que puedo manejar”, agrega. Precisamente esa falsa seguridad de que tienen la situación bajo control puede conducir a la adicción.
Echemos un vistazo a las estadísticas del centro de rehabilitación de adictos Hogar Crea Dominicano: en los últimos dos años 145 menores, de ocho años en adelante, han entrado al programa, de los cuales solo 18 culminaron el proceso, equivalente a 12.41%.
En la actualidad, de los 68 menores que reciben tratamiento, ocho chicos y cinco chicas tienen adicción al alcohol. “Pero el total general manifiesta haber tenido contacto con el alcohol aunque no sea su sustancia de preferencia, ya que a esta edad el consumo de alcohol no les representa un problema porque se trata de una droga legal”, explica el director de Tratamiento, Armando Espinal, que etiqueta a la dependencia de alcohol como la puerta de entrada a otras adicciones.
“Los jóvenes adictos al alcohol o cualquier otra sustancia es más vulnerable al VIH/Sida por el contacto con personas adultas que en muchos de los casos son quienes les proveen las sustancias para manipularlos”, añadió.

Existe una ley que poco se cumple

El cartel que reza “Prohibida la venta de bebidas alcohólicas a menores, Ley 136-03” que se cuelga en centros de expendio de licores por orden de la Procuraduría, para muchos no deja de ser un simple letrero que todos ignoran, pues en muchos de esos negocios se vende el ron sin restricción.
“La mayoría de los centros que violan la ley son los colmadones, las dueños de discotecas respetan más”, añade la magistrada Celeste Reyes.
Reyes explica que en los negocios en los que se detectan la violación de esa ley, la fiscalía lo cierra por un periodo de 15 a 60 días, dependiendo de si es la primera vez o si es reincidente. Ese cierre provisional se toma hasta que un juez determina la sanción, que consiste en el cierre definitivo del centro comercial y prisión para su propietario.

Salud Pública tiene un plan de acción

El departamento de Alcohol y Drogas de Salud Pública inició la semana pasada la capacitación de médicos y enfermeras del primer nivel de atención para que sepan cómo manejar los casos de adicción que llegan a los hospitales. El programa de formación, que se desarrolla junto al Centro de Orientaciòn e Investigaciòn Integral y la Fundaciòn Volver se extenderá a dirigentes comunitarios y maestros.
Elías Tejeda, encargado del departamento, apunta que en el hospital Francisco Moscoso Puello funcionará la primera unidad de rehabilitación para adictos al alcohol, del sector público.
“Quien empieza temprano en el acohol es un potencial enfermo y sería una carga porque no es un ente productivo. Es una carga familiar y para el sistema de salud”, indica Tejeda, que responsabiliza a los padres de la actitud de sus hijos menores. Salud Pública realizará una encuesta este año para determinar la población alcohólica.

Marina Orbe
PSICÓLOGA

“Las estadísticas de diciembre se elevan por la permisividad de los padres, muchas familias que no acostumbran a tomar alcohol en esa fecha lo hacen y dan permiso a sus hijos. Como consecuencia los menores le van tomando el gustito y luego ingieren alcohol por su cuenta”.

Celeste Reyes
PROCURADORA ADJUNTA

“Cada día aumenta más la cantidad de menores que encontramos en discotecas y bares. A nosotros nos preocupa mucho porque son muchas las consecuencias que eso trae desde deserción escolar, agresiones violentas y hasta intoxicaciones que pueden llevar al adolescente a la muerte”.

Armando Espinal
HOGAR CREA


Más del 90% de quienes vienen a Hogar Crea a rehabilitarse ha tenido que ver con el alcohol, no importa la sustancia a la que es adicta”

Elías Tejeda
SALUD PÚBLICA

La mayoría de los menores inicia el consumo en su hogar inducidos por sus padres, porque entienden que eso los convertirá en adultos”

miércoles, 18 de enero de 2012

Paternidad en la adolescencia afecta a toda la familia

JUVENTUD.  Deserción escolar y desorientación emocional son de las consecuencias que trae la paternidad en la adolescencia. Los padres también sufren la situación de su hijo.
Víctor Adrián (nombre ficticio) tenía 15 años cuando vio nacer a su primera hija. No “amaba  tanto” a la madre de la pequeña, según dice, una adolescente de 14 años, por eso nunca convivió con ella como pareja, a pesar de que sus padres lo obligaron a mudarse con la muchacha para “limpiar su honor”.

La psicóloga escolar Isidora Pérez. que asistió a los jóvenes y sus padres durante el proceso de embarazo hace dos años, recuerda que Víctor Adrián se mostraba ansioso y contrariado por la responsabilidad que tendría que asumir. “El adolescente se asusta, no está preparado para hacerse cargo de tareas propias de adulto y eso lo inquieta”, sostiene la psicóloga, que exhorta a los padres a no abandonar a sus hijos que están en esa situación, sino que deben apoyarlos para que salgan adelante.

De su experiencia de 10 años trabajando con adolescentes, Pérez destaca que son poco frecuente los casos de varones padres y que la mayoría de las chicas que se embarazan entre los 12 y 19 años tienen una pareja adulta.

Aunque las campañas de prevención del embarazo en adolescentes y de seguimiento cuando el bebé ya es concebido se centran con ímpetu en las chicas, la vida también cambia drásticamente para los chicos que les toca ser padres.

Un estudio realizado en el Centro de Medicina Reproductiva del Adolescente, en Chile, refleja que los varones adolescentes progenitores son afectados por la paternidad aún cuando evadan la responsabilidad, por los mismos conflictos y desorientación emocional que sufren las adolescentes. Habitualmente no se casan con la compañera, concluye en informe, pero cerca de la mitad de ellos contribuyen económicamente para los gastos del bebé, aunque con el tiempo ese aporte tiende a desaparecer.

Víctor Adrián coopera con la manutención de su hija. Dejó de estudiar cuando terminó el octavo grado en la Escuela Básica República Dominicana y se puso a trabajar como despachador en un almacén para poder sostener a su nueva familia. En el olvido dejó sus deseos de ir a la universidad.
Kelvin Santos junto a su hija.
Mientras, Kelvin Santos, de 17 años, cuenta que debido a la paternidad tuvo que continuar sus estudios en horario nocturno: “Ahora trabajo todo el día para ganarme mi par de 100 pesos y comprarle la leche a mi niña que tiene un año”.
Pérez, orientadora de la escuela básica República Dominicana, señala que muchos jóvenes no entienden que deben cambiar su estilo de vida y siguen de parranda y saliendo con los amigos como si nada ha pasado. “Las muchachas suelen concentrarse más en la crianza de su hijo y estar más pendientes, aunque  sus madres las ayudan”, dice.

Cambia la situación económica de los padres 

La paternidad adolescente produce cambios en la economía de los padres adultos porque les aumenta los gastos, ya que en la mayoría de los casos continúan manteniendo a la nueva familia, como es el caso de Kelvin Santos, que mudó a su esposa y su bebé para su casa paterna. En las familias de estrato medio el clima es más tenso y conflictivo que en las de estratos pobres, indica el estudio “Maternidad Paternidad en Adolescentes”, que en 2007 realizó el Consejo Nacional de Población y Familia. “Los padres tienen una actitud de recriminación permanente afectando el proceso de embarazo de las adolescentes e imponen la realización de bodas como acto social público para cubrir la falta”, dice el informe.
Cita que la principal causa del embarazo en adolescebres es el sostenimiento de relaciones sexuales “sin pensar” en que tenían que protegerse, por lo que no usaron anticonceptivos aún cuando conocían la existencia de ellos. Pérez recomienda a los padres que hablen claro del tema con sus hijos.

Publicado en El Caribe

martes, 17 de enero de 2012

Más adolescentes son madres, menos se planifican

Salud Pública registra que el 20% de los nacimientos en hospitales ocurren de madres entre 12 y 19 años
Fotos: Danny Polanco
La sala de espera para vacunación estaba silenciosa hasta que llegó Lorena Montero Jiménez. El llanto de su bebé de dos meses acaparó la atención de la media docena de madres adolescentes que, como ella, también esperaban turno para vacunar a sus crías. El Ministerio de Salud Pública reporta que de 200 mil nacimientos que se registraron en el sector público el año pasado, 40,000 correspondieron a madres con edades entre 12 y 19 años de edad, el 20% del total.

Un pantalón vaquero ajustado y la blusa de tirantes que no cubre bien los senos de Lorena disimulan sus 14 años y la hacen lucir mayor. En vez de útiles escolares, la chica carga un bulto con pañales. Ha cambiado el camino hacia la escuela por el que la conduce al Hospital Maternidad La Altagracia, en el Distrito Nacional, donde el número de madres de su edad se ha incrementado en los últimos dos años.

A diario acuden a ese hospital 15 menores en gestación para consultarse por primera vez en el Programa de Atención Integral para Adolescentes Embarazadas. Los registros que esa Maternidad guarda del año que recién finalizó reflejan un aumento de un 15% en el número de menores nuevas que acudieron a consulta de maternidad con relación a las cifras del 2010.

Los registros de este hospital son mayores que los que a nivel general presenta el Ministerio de Salud Pública. Del total de embarazos que se reportan en ese hospital, el que más partos realiza en el país, el 30% corresponde a adolescentes, un promedio que se mantiene desde hace años. Pero lo que más preocupa a la coordinadora del programa para madres adolescentes, doctora Esther Portes, es que muy pocas regresan a planificarse luego de alumbrar a su primer hijo. De 2,958 menores que se atendieron el año pasado, sólo 852 se acercaron al centro de salud para solicitar algún método de planificación, el 28%. Mientras que en 2010, de 2,569 menores consultadas, sólo 813 se planificaron.

“Ellas no responden como esperamos, a pesar de las orientaciones que se le da.  Muchas se quedan en su casa, otras se olvidan y se embarazan rápido. No es por falta de orientación, es que sencillamente a ellas no les interesa”, opina Portes.

Indica que también puede influir la zona en la que se encuentra la Maternidad, ya que está en un sector de clase media que está alejado de los barrios más deprimidos de la ciudad, que es de donde proviene el grueso de las pacientes. “Este hospital les queda muy lejos, muchas no tienen el pasaje para venir o se les dificulta por otras razones”, afirma.
Lorena Montero después de vacunar a su bebé.

Consecuencias 

Lorena dejó la escuela cuando cursaba el primer año de bachillerato. “Quiero seguir estudiando, lo que pasa es que ahora no puedo”, dice. La deserción escolar es uno de los impactos negativos más fuertes producto del embarazo en adolescentes, señala un estudio realizado por la Asociación Dominicana Pro Bienestar de la Familia y el Centro Nacional de Investigaciones en Salud Materna Infantil, en marzo de 2011.

El informe “Embarazo en adolescentes, ¿Una realidad en transición?” señala que cuando las menores abandonan los estudios tienen menos posibilidades de insertarse en posiciones más competitivas y mejor remuneradas en el mercado laboral, en un futuro. 
“Al depender económicamente de sus parejas masculinas u otros familiares para cubrir los gastos básicos de sus hijos, están más expuestas a situaciones de violencia de género y transmisión de VIH”, indica el estudio. También está el impacto emocional. Muchas niñas suelen romper la relación con sus padres después de que deciden hacer vida de adultos antes de tiempo.

Lorena enfrentó una fuerte discusión con su padre, que reside en el extranjero, porque él le pedía que se separara de su pareja. “Mi papá tuvo un tiempo que me dejó de hablar, me amenazaba con agredir a mi esposo. Las cosas se arreglaron un tiempo pero después de que parí volvieron los pleitos”, dice la adolescente. Mientras que Marleni Pérez, de 15 años, sufrió la reacción violenta de su papá: “Él me quería matar. Me botó de la casa. Entonces tuve que mudarme con el papá de mi niña en la casa de mamá”, sostiene.
Los padres también sufren

Hay padres a los que les embarga una mezcla de decepción, amargura y desilusión cuando se enteran que su hija adolescente espera un bebé. “La noticia me cayó como una ‘pedrá’. Me sentí fatal”, manifiesta Angiolina De La Rosa al referirse al caso de su hija María Sulenyi Coss, de 16 años.
“Yo quería que ella terminara sus estudios y que fuera una muchacha independiente antes de que tuviera hijos”, agrega Angiolina, que trabaja como doméstica. Expone que la llegada del bebé ha puesto en apuros a su familia en términos económicos, pues ella es la única que está trabajando actualmente. 

A Margarita Correa De León lo que le duele es que su hija Paola, de 15 años, haya dejado la escuela. “Fue un dolor muy fuerte. Llore muchísimo. Pero a uno no le queda de otra que seguir adelante. Yo le aconsejo que no deje los estudios pero no me ha valido”, comenta.

Riesgo
Una de cada cinco muertes maternas es una mujer que no ha llegado a los 20 años
Se trata de un problema multifactorial

El director general del Departamento Materno Infantil del Ministerio de Salud Pública, José Deláncer Despradel, explica que el embarazo en adolescentes va más allá que un problema de salud y que incluye a los sectores que trabajan con la mujer, con la juventud, Justicia y Educación.

“Cuando una niña se 12, 13 ó 14 años se embaraza no lo hace en un hospital, sino en la escuela, en el barrio o en el núcleo de su familia. El sistema de salud la atiende pero no es el responsable, por tanto hay que abordarlo desde otros puntos de vista”, destaca. 

Criticó que se enfoque como un tema exclusivo de salud. “La mayoría sale embarazada de un adulto, entonces hay que ver qué está haciendo la justicia en ese caso, por ejemplo. Hasta que la sociedad no entienda que es un fenómeno multifactorial que tiene que ver con pobreza, no vamos a poder resolver ese problema nunca”, dice.  

Salud Pública junto a un comité interinstitucional elaboró el año pasado un programa de prevención del embarazo en adolescentes que se desarrolla con perspectiva de género y enfocado en los derechos humanos.

domingo, 15 de enero de 2012

Monjas preparan hostias en oración

Para las hermanas de clausura Carmelitas Descalzas tener la responsabilidad de elaborar las hostias es una bendición de Dios, por lo que lo hacen con alegría.
Fotos: Laritza Calvo

A las ocho de la mañana se encienden las planchas en las que se preparan las “formas” que luego se convertirán en hostias. El proceso empieza justo después de que las hermanas de clausura, Carmelitas Descalzas del Monasterio Santa Teresa de Jesús, asistieron a misa y terminaron sus primeras oraciones de la mañana.
Sor Ana Julia Suriel prefiere mezclar los ingredientes a las seis de la mañana, antes de ir a misa, cuando se trata de fechas como Navidad, Adviento o Cuaresma, porque la demanda se duplica.
Harina de trigo y agua bien fría bastan para formar la pasta con que se fabrican las “formas”, el nombre con que se denomina el pan eucarístico antes de ser consagrado. El sonido de las tres batidoras eléctricas, el zumbido de la plancha y de la cortadora rompen el silencio solemne del monasterio hasta las 12:30 del mediodía, cuando las tres hermanas que tienen a su cargo elaborar el pan han mezclado ya unas cien libras de harina y cortado unas 40 mil hostias.
Cada semana las hermanas despachan 200,000 unidades de hostias, de las que 180,000 son adquiridas por la arquidiócesis de Santo Domingo. El resto las procuran sacerdotes de otras diócesis del país y de Haití.
Monseñor Benito Ángeles Fernández, coordinador del Centro de Formación Integral Juventud y Familia, explica que cada una de las doce diócesis que componen la Iglesia Católica tiene una congregación de monjas que prepara las hostias. Apunta que cada diócesis demanda en promedio 125,000 unidades a la semana, lo que significa que aproximadamente comulgan un millón y medio de católicos en las 560 parroquias que hay en el país.
“Ahora en Navidad esto fue increíble, la cantidad de personas que fueron a la iglesia, que comulgaron, que se acercaron a Jesús. Yo lo sé, porque tuve que trabajar bárbaramente. La producción aumentó casi al doble”, dice sor Ana Julia.
Encima del hábito marrón se acomoda un delantal, para evitar cubrir de harina la sagrada vestimenta. Sin embargo, es inevitable que el polvillo blanco se asiente en el velo negro y hasta las cejas de las monjas.
La sala donde se preparan las hostias es espaciosa, de unos 7x4 metros. Tiene amplios ventanales que dejan pasar la luz del sol y la brisa de invierno, pero aún así hace calor y el sudor no cesa en las hermanas porque ellas no paran supervisando que las máquinas funcionen correctamente. Están pendientes de echar los ingredientes y graduar las máquinas para que la oblea salga con el grosor y la textura adecuados. Ninguna se sienta hasta que el proceso termina con la distribución manual de las hostias en paquetes de 1,000 unidades de tamaño pequeño, que tiene un costo de 200 pesos; y 50 de las grandes, que se venden a 100 pesos.
Las religiosas laboran con una alegría contagiosa y concentrándose por momentos en la oración. “Este es el trabajo más hermoso que tenemos. Durante la preparación yo pienso las personas que van a recibir el cuerpo de Cristo y cómo esto se convierte en pan de vida para tantas almas”, expresa sor Margarita Frías.
“Cada hostia se convierte en el cuerpo de Jesús y a cada una de nosotras nos conmueve este trabajo. Una se siente motivada a orar por la persona que lo va a recibir y porque no sea profanada”, agrega Ana Julia.
Ellas invierten en la compra de la harina. Debido a los apagones, la mayor parte del tiempo utilizan planta eléctrica, lo que se traduce en un gasto de unos 40 mil pesos mensuales en gasoil.
Las hostias llevan plasmadas diferentes imágenes de cruces y una que identifica al monte calvario donde Jesús murió. Es un pan sin levadura que no tiene sabor. Para comulgar en la eucaristía la persona debe estar en paz consigo misma y con los demás. Ese acto significa recibir el amor de cristo, lo que proporciona gozo a los católicos.
Hostia consagrada
Las monjas venden las hostias que preparan sin distinción de personas, porque no están consagradas. Esa condición sagrada la adquieren cuando en el altar el sacerdote pronuncia la oración consagratoria en la eucaristía. Los restos de hostias ellas se los dan a personas pobres que lo pidan, quienes suelen triturarlos y mezclarlos con leche para comer. También sirven de alimento para conejos, gallinas y cerdos.
Las hostias consagradas se reservan en el sagrario.

Monseñor Benito Ángeles, también párroco de la iglesia San Antonio de Padua en Gazcue, explica que la hostia se recibe en el altar como un simple pan y que su fuerza la adquiere cuando el sacerdote -que es “otro cristo” al celebrar la eucaristía- realiza una memoria como lo hizo Jesús el día de la última cena. El sacerdote realiza la consagración cuando pronuncia “Tomen y coman, este es mi cuerpo que será entregado por  ustedes”, en ese momento se produce lo que teológicamente se denomina transubstanciación. “Eso significa que una vez el poder del sacerdote actúa con el poder de la palabra, que le ha sido dada por su consagración sacerdotal, entonces el pan que era pan deja de ser pan y se convierte en el cuerpo de Cristo”, expone monseñor Ángeles.

Elementos 

Se humedecen antes del corte
Luego que la máquina bate y forma la oblea crocante, una hermana se encarga de retirar cada unidad y llevarla a un horno encendido a 40 grados, donde se humedecen. Pasadas tres horas se retiran del horno y se procede a cortarlas en una máquina especial.

La cernidora 
Otra máquina eléctrica, que tiene un movimiento vibrador, divide las que están en buenas condiciones de las que resultaron mal cortadas. Debajo hay un cajón que recoge las hostias. Luego una hermana pesa las hostias buenas para saber qué cantidad empacará.
Cáliz-Patena 
Las hostias consagradas se guardan en unos copones dentro del sagrario. A la hora de comulgar se presentan en una patena. Su forma redonda representa la universalidad de Cristo, lo infinito, un misterio que la humanidad no logra comprender, dice monseñor Benito.
Paños Purificados 
Los sacerdotes utilizan un pañuelo purificado para limpiar el cáliz y la patena para que no se pierda el más mínimo trozo de la hostia consagrada. Ese paño se usa una vez y luego se le delega a una persona para que lo lave y lo prepare para la próxima eucaristía.


Tras una vida de silencio y oración

La Orden del Carmen nace en el Monte Carmelo, al norte de Judá, hace ocho siglos. Llegó al país a principios de la década de 1950. Se ganan su sustento con la elaboración de hostias, la confección de vestiduras litúrgicas y otras actividades propias de la iglesia.
El espíritu de esta congregación es estar en intimidad con Dios. Oran ante todo, meditan día y noche la palabra de Dios por medio de la oración silenciosa y personal. Las hermanas están abiertas a recibir a quienes desean unirse a su misión de servir a Dios. El Monasterio Santa Teresa de Jesús se ubica en el Residencial Loyola, Santo Domingo Oeste; teléfono (809)530-2786.

Publicado en El Caribe