martes, 5 de abril de 2011

Hoy celebramos nuestro día, ¡periodistas!

Llega el Día Nacional del Periodista. ¿Me uno a la fiesta o permanezco indiferente? Aunque la duda persiste, no dejo de felicitar, abrazar y celebrar con mis colegas. Pero hay algo... falta algo. Sigo con esa sensación extraña del que celebra sin merecerlo. Mi festejo es reflexivo. En el fondo me preocupa que los periodistas tengamos un día, pues la mayoría de las cosas que recuerdo que se le designa un día es para recordarle reivincaciones y son sectores que están en lucha por lograr el respeto de sus derechos (Día de la Mujer, Derechos del Niño, Estudiante...). Y qué sopresa cuando me encontré con este artículo de mi colega Martha Quéliz, porque precisamente expresa ese algo que sentía y que no lograba descifrar. 
Sin embargo, a pesar de todo, soy optimista. Propongo que trabajemos para que no hayas dudas de unirse a la fiesta cada cinco de abril.
 Foto: Danny Polanco.

La vida digna del periodista

Por Martha Queliz

Hoy es un gran día. ¡Felicidades periodistas! Como todos los años esta fecha la festejamos por todo lo alto. No hay razón para dejar de hacerlo. Vivimos como príncipes y princesas en un país donde un comunicador vale por lo que es como profesional, se le respeta por lo que escribe y dice, y se le paga por su objetividad. Tenemos un gremio que nos protege hasta de las malas miradas que alguien ose darnos, y lo mejor, gozamos de la protección plena del medio para el cual laboramos cuando la situación lo amerita. En este país donde el periodista hace gala de sus dotes de buena pluma, no hay nada que estropee su libertad de expresión, no hay intereses que se interpongan ante la objetividad de sus historias cuando decide contarlas con pelos y señales. Ah, y por si fuera poco, nada entorpece su búsqueda de información, pues todos en la sociedad apuestan a la diafanidad del desenvolvimiento cotidiano de todos los que intervienen en la vida nacional.

En este pedazo de tierra la discriminación en los medios de comunicación no existe. Es suficiente con ser periodista para estar apto y cubrir cualquiera de las fuentes de información que componen la sociedad. La capacidad es vital para desempeñar la profesión. De ahí que, tanto los medios como los mismos profesionales, nos encargamos de mantenernos a la vanguardia de todos los temas que se relacionan con nuestra carrera. Ni hablar de lo mucho que nos preocupamos por conocer los cambios de la Real Academia de la Lengua en el idioma. Esto nos lleva a tener cada vez mejor ortografía y a llevarle a los lectores informaciones más acabadas y que sirvan de guía para sus necesidades académicas y para ampliar su acervo cultural.

Gracias a Dios que vivimos en una isla donde los periodistas tenemos tantas oportunidades, donde nuestra calidad de vida cada vez es más digna, donde se nos paga no sólo por el riesgo que corremos cuando nos enrumbamos a cubrir los más espeluznantes hechos, sino hasta por la osadía de poner nuestras vidas en manos de un chofer que, como ser humano, a veces no sabemos con cuáles problemas a cuestas puede andar. Y hablando de andar, ¡señores! En la realidad qué mal andan las cosas en las lides periodísticas. Mientras más pasa el tiempo peores son las condiciones de vida para los comunicadores. No contamos con una entidad que nos proporcione bienestar, seguridad, salud, vivienda y otros beneficios que todo periodista debe tener para garantizar una mejor calidad de vida. Y en lo profesional, no sabemos a qué saben las mieles de la libertad de expresión y mucho menos podemos acariciar el sueño de que, en un futuro promisorio, las nuevas generaciones podrán disfrutar de un legado escrito con las manos que luchan por un periodismo objetivo y veraz que dé como resultado una vida digna para los periodistas. Mientras tanto nos conformamos con vivir todo esto en una fábula.

El artículo de Martha Quéliz fue publicado en Listín Diario.

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