martes, 29 de junio de 2010

¿Hasta dónde?


Por Petra Saviñón


Todo comentario es repetido, desgastado. Cualquier asalto de rabia, de reclamo es nulo y cae al vacío. Un atropello policial es rápidamente suplantado por otro. Hasta que reinan el olvido y la indiferencia que permean lo cotidiano.

Hoy nos llena de ira, de impotencia el caso de Abraham Ramos Morel, muerto la madrugada de ayer de un balazo en la nuca por una patrulla a la que desobedeció la orden de parar en una zona oscura. Celebraba su cumpleaños 23.

Antes nos alarmaron otros abusos, otras aberraciones, con otros nombres y bajo otras excusas absurdas, usadas para justificar torturas y ejecuciones disfrazadas de intercambios de disparos, para cometer excesos como el que presencié esta tarde. Un camión de la Policía se detuvo y dos agentes arrastraron por las camisetas hasta la parte trasera, repleta de jóvenes, a tres muchachos que caminaban por la calle Juan María Lora Fernández, en Los Ríos. Alegaron un operativo antidrogas.

Mi protesta se enfrentó a la ferocidad de la respuesta de los “uniformados”, que me ordenaron callar y a la pasividad de un grupo de espectadores que se desahogó solo después de que el vehículo partió.

Una cadena de atrocidades nos marca, nos inunda el miedo y todos nos sentimos vulnerables, a merced del terror que impone un organismo que perdió o nunca asumió la responsabilidad para la que fue creado.
 
Petra Saviñón es periodista y poeta.

miércoles, 16 de junio de 2010

¡A comer mangos!


Estamos en plena temporada de mangos. Como cada año, mi amada Baní, ciudad reconocida por la alta calidad de su producción de esta fruta, se prepara para celebrar Expo Mango.

La cita para esta sexta versión es a partir de mañana jueves 17 al domingo 20 de junio en la explanada del Ayuntamiento municipal. Serán cuatro días de actividades que permitirán al visitante conocer y degustar más de cincuenta clases de mangos.
Se realizarán charlas sobre la diversidad genética de esta fruta en la República Dominicana, visitas a fincas en plena producción, concursos en los que se demostrará quien come más mangos y otras actividades culturales, educativas y sociales.
Expo Mango 2010, además de ser un foro de negocios orientado a promover el intercambio entre los diferentes sectores que intervienen en la producción, comercialización y procesamiento del mango, tiene la intención de promover el atractivo eco turístico de Baní, llamada la “Capital del Mango” de la República Dominicana.
El comité organizador de este festival está integrado por el Instituto Dominicano de Investigaciones agropecuarias y Forestales (IDIAF), el Clúster del Mango Dominicano y el Centro para el Desarrollo Agropecuario Forestal, el Ayuntamiento de Baní, la Gobernación de Peravia y otras instituciones.



Programa

Jueves 17
“Inauguración”. Se efectuará el acto formal que dejará abierta la feria. Todas las noches se desarrollará un programa de presentaciones artísticas y culturales.

Viernes 18
“Día Tecnológico”. Expertos nacionales e internacionales en diferentes áreas del cultivo de mango compartirán con productores y técnicos dominicanos los últimos conocimientos en la producción eficiente del cultivo.

Sábado 19
“Giras de Campo”. Visitas a las principales fincas productoras con tecnología de punta de la ciudad de Baní; incluye una visita a la moderna estación experimental de frutales de Baní del Instituto Dominicano de Investigaciones Agropecuarias y Forestales (IDIAF).

Domingo 20
“Concursos y competencias”. A las diez de la mañana se reunirán los que más disfrutan de comer mangos y demostrarán cuántos son capaces de comerse.


Novedades

Se realizará una “Mesa de Negocios” coordinada por el Centro de Exportación e Inversión de la República Dominicana (CEI-RD) y un festival gastronómico financiado por la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID), con platos preparados a base de mango a cargo de estudiantes de hotelería de la Pontificia Universidad Católica Madre y Maestra (PUCMM), este festival será abierta desde el viernes 20 hasta el sábado 20 de junio a las 4 de la tarde.

Estragos

Este año, la cosecha de mangos se ha visto afectada considerablemente por la sequía. El distrito municipal de Villa Fundación no podrá exportar ni una libra de mangos. Así lo narra el periodista Jhonatan Liriano en un reportaje preparado para Listín Diario, titulado Villa Fundación perdió sus mangos por falta de agua.

lunes, 14 de junio de 2010

Poemas de Carlos Mejía

Por Carlos Mejía
Colaboración

EL AMOR QUE YO QUIERO

El amor que yo quiero
es precisamente el tuyo,
porque con la sencillez de
tu mirar transformas mi vida.
Porque a la hora de acostarme
siento la soledad
por no estar contigo.
Porque sé que tu cuerpo me pertenece,
el mío me lo dice.
Porque trato de soñar
tantas cosas para olvidarte,
y tu reflejo no se quita de mi lado
para interrumpir que te olvide.
Por eso... es que te quiero.

SI ALGUN DIA...

Si algún día
tu amor me corresponde,
la felicidad
para mi seria eterna.
El tiempo no existiría
porque ya te tengo.
No necesitaría escribirte
ni decirte mis poesías
porque tu amor
no es una mentira.
Y las flores
destilarían
para nosotros dos
toda la fragancia de la vida.

Carlos Mejía es reportero gráfico y poeta.
Más escritos suyos se pueden encontrar en
http://www.entrecompadres.blogspot.com/

martes, 8 de junio de 2010

"¡Hey you!"

Conservo la imagen de la niña que me llamaba insistente repitiendo esa frase. Era imposible no mirarla. De Haití traje muchas penas después de ver la miseria de los damnificados en inhóspitos espacios. Esa pequeña de dos años, que quizás no hablaba su propio idioma, con su carita sucia, pedía mi atención con las únicas palabras que conoce en inglés: "Hey you! Hey you!". Que yo sea una extranjera para ella significa que en mí hay posibilidades de obtener ayuda. Seguro que esa frase la aprendió de los extraños que llegaron a su devastado país para colaborar. Ella representa el grito de Haití al mundo: Hey, you, mírame, te necesito.



La situación de los niños me impactó de forma especial. Vi tantos pequeños que quedaron huérfanos que sobreviven desprotegidos en las carpas, donde los hechos de violencia y miseria son el panorama cotidiano. Si esos refugios no son seguros ni para los adultos ya se imaginarán los peligros a los que están expuestos los niños y las niñas sin nadie que esté atento a sus necesidades básicas como salud y alimentación, por ejemplo. 

miércoles, 2 de junio de 2010

Abusos e inseguridad en las carpas de Haití

En los campamentos de damnificados del terremoto que devastó a Haití no hay garantías de seguridad para nadie, pero las niñas y las adolescentes tienen una cuota extra de vulnerabilidad. El hacinamiento, la oscuridad, la pobreza y desesperación que lleva mucha gente a la violencia favorece que las mujeres sean víctimas del abuso sexual o que sucumban a la prostitución para obtener dinero.


Carlos Jean-Charles, asentado en los campamentos próximos al Palacio Presidencial, denuncia que en las noches no hay iluminación y que ni la policía ni otro organismo internacional de orden vigila la zona.

“No sé por qué no vienen por aquí, parece que tienen miedo. Hay gente que anda con cuchillos y armas y te roba lo poco que tienes, buscan pleitos. No hay seguridad”, expone.

Cuando se le pregunta sobre la situación de las mujeres, Jean-Charles expresa que niñas de nueve años se prostituyen para llevar dinero a sus padres y que las mujeres sufren violaciones sexuales.

Es difícil encontrar víctimas que deseen hablar de esa crueldad. Las mujeres temen hacer declaraciones porque aseguran que luego sus agresores las golpean, las encañonan con pistolas y las amenazan con matarlas si denuncian los casos.

“Si quieres comer mañana tienes que ofrecer sexo esta noche”, dice Bernardette, una muchacha de 17 años, de cuerpo fornido y grandes ojos marrones que oculta cuando se refiere al tema.

Un cliente, dice, puede pagar entre 80 y 100 pesos haitianos (unos dos dólares) que le serviría para comprar una libra de arroz (35.00 gourdes) Una libra de habichuelas (35.00 gourdes), una libra de aceite (15.00 gourdes) y un par de funditas de agua (5.00 gourdes).

La queja en muchos campamentos es que las patrullas de organismos internacionales solo pasan por algunas calles que no son peligrosas, sin detenerse al menos por un momento.

Haití tiene su propia Policía y también cuenta con brigadas de la Misión de Estabilización de las Naciones Unidas en Haití, que se instaló en 2004 y cuenta con más de 9,000 efectivos, entre policías y militares, de unas 50 nacionalidades diferentes. Son conocidos como los cascos azules. En las calles de la ciudad se observan patrullando frecuentemente y apostados en algunas esquinas.


Diferencia. La situación no es común en todos los campamentos. Existen algunos que cuentan con orden propuesto por los mismos refugiados en procura de una convivencia lo menos trágica posible. Uno de ellos se ubica en la zona de Cahamaga. Aquí existe un comité que se ocupa de vigilar que no haya robos, agresiones y mediar entre conflictos.

Ferdinand Jean Jacques preside esa organización. Sobre la situación de las mujeres asegura que no se ven casos de abusos sexuales y que tampoco se forman rencillas entre los que acampan allí, que suman unas 5,479 personas, de las que 2,700 son menores.

Junior Pierre, de 25 años, es uno de los vigilantes. Nació en Santo Domingo, República Dominicana, donde aprendió a hablar un perfecto español. Es quien sirve de intérprete al equipo de Multimedios del Caribe para hablar con los damnificados. “Nosotros mismos cuidamos que las cosas estén en el orden posible. Lo que hay es mucha hambre, no tenemos comida, esa es la urgencia ahora mismo”, indica.

En ese campamento, Joseph Marcel se encarga de asistir a unos 80 niños a los que el terremoto dejó en orfandad. Consiguió una especie de pupitres de madera donde ubica los menores para enseñarles matemáticas, a leer y escribir en francés y creole. Además, les enseña algunas palabras en inglés.

“Tengo hermanas en Nueva York que me envían un poco de ayuda. No hay lápices ni cuadernos ni pizarrón pero algo hacemos con estos niños, que por lo menos aprendan a leer es importante”, dice.


Un problema antiguo

El abuso sexual hacia la mujer es un problema antiguo en Haití, que se ha intensificado después de la tragedia del 12 de enero. Las víctimas no tienen ánimo de hacer denuncias porque la experiencia les refleja que aunque detienen a los agresores, son pronto liberados. Eso implica que su vida corra peligro debido a que los victimarios regresan a agredirlas en venganza por haberlos puesto en evidencia.

Las violaciones a las mujeres eran un mecanismo de represión e intimidación por parte de militares y paramilitares durante en régimen de Cedras, entre 1991 y 1994.

Más adelante, en el gobierno de Jean Bertrand Aristide se creó la Comisión de la Verdad y la Justicia que calificó ese colmo de la humillación como crímenes contra la humanidad. Sin embargo, esos crímenes quedaron impunes y poco se hizo para ayudar a las víctimas.

Quejas y denuncias de refugiados

Carlos Jean Charles

“Hay muchos ladrones en los campamentos. Si usted se descuida, señorita, le quitan su bolso. Hay gente anda armada y amenaza al otro para atemorizar. Aquí no hay nada, solo gente desesperada”



Ferdinand Jean Jacques

“La gente tiene mucho miedo a las lluvias. Si ahora llueve apenas pocas horas y quedamos inundados ¿qué será de nosotros si seguimos en estas condiciones si tenemos un huracán? Esa es la pregunta que nos hacemos.


Junior Pierre

“Yo vivía en Santo Domingo pero el día del terremoto estaba aquí en Puerto Príncipe. Ahora no puedo irme porque perdí mi pasaporte y todos mis documentos. No tengo nada. Quiero reunirme con mi familia”.


Joseph Marcel

“Me preocupa los niños que han quedado huérfanos. Aquí hemos reunidos unos cuantos y estamos atentos a su situación, pero la calle está llena de niños desamparados, sin familia, desprotegidos, caminando sin rumbo”


Fotos: Juan Almánzar

Publicado en El Caribe

martes, 1 de junio de 2010

La vida en las carpas se enloda

Precariedad. Miles de damnificados del terremoto que devastó una parte de Haití el pasado 12 de enero continúan viviendo en condiciones de miseria en carpas ubicadas en los espacios públicos, a más de cuatro meses de la tragedia.


Anna Pierre y sus cinco hijos llevan tres noches seguidas sin dormir. La lluvia los desvela. Los chorros se cuelan por la carpa que le sirve de morada en la zona de Cahemaga, Puerto Príncipe. Al igual que sus vecinos, se pasa la madrugada apartando el agua que inunda los dos metros por tres donde reside.

El piso es de tierra. La carpa está ubicada en lo que era un terreno baldío antes del trágico sismo del reciente 12 de enero.

La misma suerte toca a los refugiados en la Plaza Boyer y a los pocos que quedan en el estadio de Fútbol. En general, es lo mismo en todas partes. Las carpas están tan pegadas unas con otras que casi no dejan espacio para trasladarse.

La gente que sobrevive en los campamentos se levanta muy temprano, cuando ni siquiera ha salido el sol. La primera tarea es remover el lodo espeso que en su interior se han formado estos días de constantes aguaceros y limpiar de alguna forma las pocas pertenencias que tienen, que en la mayoría de los casos, no pasa de una colchoneta y un par de raídas vestimentas. La segunda tarea es la más difícil, encontrar qué comer.

“Aquí no llega comida, no hay trabajo no hay dinero, nada. Estamos muy mal. Paso días sin comer. Tenemos hambre. Los niños están enfermos”, afirma Anna que perdió su casa en el sismo y a varios familiares.

Ese lamento repite la multitud apostada en las inmediaciones de lo que era el Palacio Presidencial. Dickenson Moulier, de 38 años, explica que la ayuda alimenticia no llega y que en algunas ocasiones se acerca una comisión del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef) que solo entrega comida a los niños.
“Esto es muy triste. No tenemos a donde ir. No hay a quien pedir nada”, expresa Moulier en una mezcla de español y creole que apenas se puede entender.



El hacinamiento en esos campamentos improvisados constituye un problema de salud y también afecta la dignidad humana. Allí la privacidad es un derecho desconocido. Hombres y mujeres se bañan desnudos a la intemperie en medio de sus compañeros de penurias.

Este sábado hay alegría en la Plaza Boyer porque de uno de los grifos sale agua que les permite lavarse la mugre de barro acumulada en tres días. Celebran porque no es frecuente contar con ese servicio básico, pueden pasar semanas a secas hasta que un camión cisterna los sorprende con un poco de agua o llega por la única llave que tiene la plaza.

En esos laberintos estrechos no hay espacio para apartar duchas pero tampoco sanitarios. La gente evacua en fundas que luego deposita en un basurero, si acaso encontrara, de lo contrario, deja el paquete en reposo en cualquier rincón.

Se estima que unas 250 mil personas viven en ese tipo de campamentos en Puerto Príncipe donados por la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (Usaid), Agencia española de Cooperación Internacional para el Desarrollo (Aecid), organismos de las Naciones Unidas y otros.


La temporada de lluvias es la mayor preocupación de los damnificados mucho antes de que iniciara, porque de los huracanes anunciados para este año se pronostica que unos 14 podrían ser fuertes. El sismo destruyó los edificios que servían de refugio a las personas que residían en zonas vulnerables. Sin iglesias ni escuelas ni instituciones públicas, nadie se imagina donde podrá protegerse de las tormentas.

Las noticias resaltan las calamidades de Puerto Príncipe más que otras ciudades, por tratarse de la capital de Haití, donde funcionaba el centro económico, judicial y gubernamental de ese país. Sin embargo, damnificados en esta área indican que peores condiciones de vida se observan en Jacmel (8 kilómetros de Puerto Príncipe); Leogane, (30 km.); Petit Goave (50 km.); y Grand Goave, (40 km) ciudades desastrosamente impactadas en el terremoto de siete grados que devastó Haití y conmocionó al mundo.


Actividad comercial

En las zonas de campamentos se ubican algunos negocios informales, como la venta de ropas y calzados de segunda mano, golosinas, comestibles y hasta un centro de Internet y puestos para recargar la batería de teléfonos celulares. También, hay personas que tienen frituras, venden comida a la hora del almuerzo, entre otros negocios.

En esas zonas no hay energía eléctrica, de hecho ese servicio es bastante precario en las localidades que quedaron en pie. Como no cuentan con lámparas, por la oscuridad se torna peligroso merodear los campamentos en las noches.

Fotos: Juan Almánzar
Publicado en El Caribe

Mirando a Haití

Estuve en Haití tres días, desde el viernes 28 hasta el domingo 31 de mayo. Fui con un equipo (camarógrafo, fotógrafo y chofer) para realizar unos reportajes sobre la situación de Puerto Príncipe, la capital, a más de cuatro meses de la tragedia del pasado 12 de enero.
El cuadro que ví fue deprimente. Una ciudad totalmente desbaratada, gente luchando por sobrevivir a todo tipo de penurias, miles aglomerados en carpas sin los más mínimos servicios básicos.
La posición del periodista es muy triste. Uno tiene que controlarse para no caer rendido de pena y saber que anda trabajando. Es difícil hacer esa separación. Tienes que sacar fortaleza para seguir adelante, pero no puedes evitar ideficarte con esos problemas y sufrir la penas ajenas.
Tantos testimonios de gente que tiene hambre, víctima de todo tipo de abusos, desesperada, enferma, me hicieron llorar estos días y sacaron de mi los reportajes que compartiré con ustedes en las siguientes entradas a este blog y fueron publicados en el periódico El Caribe.
No parece que hace más de cuatro meses que ocurrió el desastroso sismo de siete grados que devastó varias ciudades y dejó unos 300 mil muertos. Los escombros siguen apilados a un lado de las acera recordando ese fatídico día y la necesidad de actuar pronto para salvar a los que sobrevivieron.