miércoles, 2 de junio de 2010

Abusos e inseguridad en las carpas de Haití

En los campamentos de damnificados del terremoto que devastó a Haití no hay garantías de seguridad para nadie, pero las niñas y las adolescentes tienen una cuota extra de vulnerabilidad. El hacinamiento, la oscuridad, la pobreza y desesperación que lleva mucha gente a la violencia favorece que las mujeres sean víctimas del abuso sexual o que sucumban a la prostitución para obtener dinero.


Carlos Jean-Charles, asentado en los campamentos próximos al Palacio Presidencial, denuncia que en las noches no hay iluminación y que ni la policía ni otro organismo internacional de orden vigila la zona.

“No sé por qué no vienen por aquí, parece que tienen miedo. Hay gente que anda con cuchillos y armas y te roba lo poco que tienes, buscan pleitos. No hay seguridad”, expone.

Cuando se le pregunta sobre la situación de las mujeres, Jean-Charles expresa que niñas de nueve años se prostituyen para llevar dinero a sus padres y que las mujeres sufren violaciones sexuales.

Es difícil encontrar víctimas que deseen hablar de esa crueldad. Las mujeres temen hacer declaraciones porque aseguran que luego sus agresores las golpean, las encañonan con pistolas y las amenazan con matarlas si denuncian los casos.

“Si quieres comer mañana tienes que ofrecer sexo esta noche”, dice Bernardette, una muchacha de 17 años, de cuerpo fornido y grandes ojos marrones que oculta cuando se refiere al tema.

Un cliente, dice, puede pagar entre 80 y 100 pesos haitianos (unos dos dólares) que le serviría para comprar una libra de arroz (35.00 gourdes) Una libra de habichuelas (35.00 gourdes), una libra de aceite (15.00 gourdes) y un par de funditas de agua (5.00 gourdes).

La queja en muchos campamentos es que las patrullas de organismos internacionales solo pasan por algunas calles que no son peligrosas, sin detenerse al menos por un momento.

Haití tiene su propia Policía y también cuenta con brigadas de la Misión de Estabilización de las Naciones Unidas en Haití, que se instaló en 2004 y cuenta con más de 9,000 efectivos, entre policías y militares, de unas 50 nacionalidades diferentes. Son conocidos como los cascos azules. En las calles de la ciudad se observan patrullando frecuentemente y apostados en algunas esquinas.


Diferencia. La situación no es común en todos los campamentos. Existen algunos que cuentan con orden propuesto por los mismos refugiados en procura de una convivencia lo menos trágica posible. Uno de ellos se ubica en la zona de Cahamaga. Aquí existe un comité que se ocupa de vigilar que no haya robos, agresiones y mediar entre conflictos.

Ferdinand Jean Jacques preside esa organización. Sobre la situación de las mujeres asegura que no se ven casos de abusos sexuales y que tampoco se forman rencillas entre los que acampan allí, que suman unas 5,479 personas, de las que 2,700 son menores.

Junior Pierre, de 25 años, es uno de los vigilantes. Nació en Santo Domingo, República Dominicana, donde aprendió a hablar un perfecto español. Es quien sirve de intérprete al equipo de Multimedios del Caribe para hablar con los damnificados. “Nosotros mismos cuidamos que las cosas estén en el orden posible. Lo que hay es mucha hambre, no tenemos comida, esa es la urgencia ahora mismo”, indica.

En ese campamento, Joseph Marcel se encarga de asistir a unos 80 niños a los que el terremoto dejó en orfandad. Consiguió una especie de pupitres de madera donde ubica los menores para enseñarles matemáticas, a leer y escribir en francés y creole. Además, les enseña algunas palabras en inglés.

“Tengo hermanas en Nueva York que me envían un poco de ayuda. No hay lápices ni cuadernos ni pizarrón pero algo hacemos con estos niños, que por lo menos aprendan a leer es importante”, dice.


Un problema antiguo

El abuso sexual hacia la mujer es un problema antiguo en Haití, que se ha intensificado después de la tragedia del 12 de enero. Las víctimas no tienen ánimo de hacer denuncias porque la experiencia les refleja que aunque detienen a los agresores, son pronto liberados. Eso implica que su vida corra peligro debido a que los victimarios regresan a agredirlas en venganza por haberlos puesto en evidencia.

Las violaciones a las mujeres eran un mecanismo de represión e intimidación por parte de militares y paramilitares durante en régimen de Cedras, entre 1991 y 1994.

Más adelante, en el gobierno de Jean Bertrand Aristide se creó la Comisión de la Verdad y la Justicia que calificó ese colmo de la humillación como crímenes contra la humanidad. Sin embargo, esos crímenes quedaron impunes y poco se hizo para ayudar a las víctimas.

Quejas y denuncias de refugiados

Carlos Jean Charles

“Hay muchos ladrones en los campamentos. Si usted se descuida, señorita, le quitan su bolso. Hay gente anda armada y amenaza al otro para atemorizar. Aquí no hay nada, solo gente desesperada”



Ferdinand Jean Jacques

“La gente tiene mucho miedo a las lluvias. Si ahora llueve apenas pocas horas y quedamos inundados ¿qué será de nosotros si seguimos en estas condiciones si tenemos un huracán? Esa es la pregunta que nos hacemos.


Junior Pierre

“Yo vivía en Santo Domingo pero el día del terremoto estaba aquí en Puerto Príncipe. Ahora no puedo irme porque perdí mi pasaporte y todos mis documentos. No tengo nada. Quiero reunirme con mi familia”.


Joseph Marcel

“Me preocupa los niños que han quedado huérfanos. Aquí hemos reunidos unos cuantos y estamos atentos a su situación, pero la calle está llena de niños desamparados, sin familia, desprotegidos, caminando sin rumbo”


Fotos: Juan Almánzar

Publicado en El Caribe

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