martes, 6 de mayo de 2008

Contagiada de la peste

¿Escribir para qué? -Yo me preguntaba-. ¿Escribir para qué, si no para informar e instruir? (Cómo me enseñaron en la Escuela de Periodismo).
¿Qué sentido tiene publicar cosas personales para que desconocidos se enteren de tu vida íntima? No encontraba respuestas a esas interrogantes.
Es más, lo confieso, hasta me inscribí en la lista de aquellos que critican a los que en sus blogs (esta nueva manera de farandulear que permite la web) comentan tonterías sin sentido.
Entonces fue cuando sucedió lo inesperado: entendí las razones por las que mi mamá siempre dice que no se puede escupir para arriba... te cae en la cara.
Y así tengo yo la cara embarrada. Me picó el insecto de escribir sin parar y el deseo de compartir cosas. Ya entiendo a los "bloggueros". Es que una vez que empiezas no puedes parar.
La clarificación vino de otro continente, desde América a Europa. Fue el día que chateaba con Edson y me elogío la primera entrada que hice en una página de amigos.
De hecho, ya él había escrito un comentario, el primero que recibió ese espacio. Pero ese día, no sé si porque era su cumpleaños y estaba emocionado o qué, pero se puso a enviarme un chorro de palabras que coordinaban frases que me entusiasmaron a publicar, no tanto a escribir, porque ese es mi oficio. Más bien a publicar lo que escribo para mí.
Es que se puso a estar animándome. "Debes compartir más de ti", me indicó y juré que estaba loco.
Momentos después reflexioné, le tomé el consejo y aquí ven que he creado Brisa Dominicana.
Manifestar lo que sientes te libera el alma.
Compartir tus ideas te hace comprenderlas mejor. Sacar de dentro los sentimientos que siente tu corazón te hace feliz.
No sabemos a quien llegará el mensaje, pero estoy segura que a más de uno tocará.
Algunas veces necesitamos un pequeño empujón para lanzarnos. Sabemos que podemos, que tenemos todas las herramientas para saltar al vacío y salir vivos pero hace falta alguien que nos lo recuerde.
Es ahí cuando Dios manda a sus angelitos a despavilarnos para que entendamos el siguiente paso que debemos dar.
Si te sientes mal, escribe. Si estás alegre, escribe, no sabes a quien le hace falta la medicina de tus palabras para sanar.

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