martes, 6 de mayo de 2008

Lejos pero cerca...

Le escribía un mensaje a mi amigo José para responderle un email que me envió preguntando que cómo yo estaba, cuando reflexioné sobre lo que es vivir lejos de quienes amas, sea por cualquier razón.

Por un momento, me detuve a pensar en mí, que vivo a nueve horas en avión de mi gente y mis cosas.

Contrario a lo que me esperaba, realmente me sentí feliz porque pese a que los extraño tanto y con frecuencia me invade la nostalgia, la seguridad de que me esperan y de que podré regresar cuando lo decida es reconfortante.

Sabía que estoy lejos, sin embargo, hasta ese instante en que respondí a José no comprendí el tamaño de la distancia.

Me dí cuenta de la magnitud del caso cuando se me entraron unas ganas terribles de estar en mi hogar. Sentada en una silla forrada de guano, recostada de la pared del patio, con unos cuantos mangos mameyitos pintones en las manos, listos para degustar.

Me di cuenta que estaba lejos cuando sentí la necesidad de respirar aire fresco y no tenía a mi alcance una guagua que me llevara hasta allá, aunque sea con 18 horas de viaje, el doble de lo que un avión sí lo haría.

Pero guardo la esperanza de que pronto todo eso volverá a ser.

Por suerte, eso de que "la distancia es el olvido" es mentira. Me consta. Estoy segura que por más recóndito que sea el lugar al que escape, no importa el tiempo que decida perderme, cuando regrese a los míos, a donde quienes realmente me aman y me animan, ellos estarán ahí para abrazarme y manifestarme cuánto me quieren.

Eso es maravilloso!!

Así que mientras estoy aqui, lo disfruto con entusiasmo. Me lo gozo increíblemente. Me da nostalgia pero no tristeza ni amargura..

Aprovecho la oportunidad porque no se viven dos momentos iguales. La vida es un paseo, somos sus pasajeros.

En el instante que menos esperemos nos tocará bajar de ella y pobre de aquel que no haya aprovechado el viaje.

Creo que seríamos injustos si nos negamos la oportunidad de experimentar la aventura.

No deseo que el tiempo pase rápido y esto se acabe. Tampoco que pase muy lento y borre la magia que me trajo aqui. Quiero que vaya a su ritmo, que las horas sean suficientes para encontrar lo que vine a buscar.

Para que cuando llegue el momento de despedirme y regresar lo haga conforme porque viví lo que debía.

A todo le llega su tiempo, dice la Biblia en el libro de Corintios.

Después vendrá el día en que sentada en una silla forrada de guano, recostada de la pared del patio de mi casa, mientras esté degustando unos cuantos sabrosos mangos mameyitos, añore caminar por la Avenida Constitución de Sevilla, España.

Ese momento también lo disfrutaré...

Indudable!!

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