jueves, 29 de enero de 2009

Amargo viaje hacia el dulce hogar


Mi llegada a Santo Domingo... Todo esto era mi equipaje "de mano".

“¡Manomiiiinoooo!” Le grité a mi hermano cuando lo vi al acercarme al pasillo por el que desfilan los “llegados”. Una alegría tan grande me entró al verlo con su gorra de jevito. Después vi a mami, a su lado estaba papi y de repente distingo a mi tía Ericka con cámara en mano y toda la intención de captar el momento en que llegué a mi tierra después de más de un año fuera.
Cuando vi los rostros de esta gente que amo tanto borré por completo todo el mal rato y el caos que sufrí durante el viaje.
Un viaje de tantas turbulencias, pero no por mal clima o bruscos movimientos en el avión, sino por las dificultades para transportar mi equipaje.
Ese bendito equipaje ha dado agua de beber hasta el final.
Primero, fue un quebradero de cabeza acomodar las cosas en las maletas. Segundo, sufrí bastante para bajarlas por las escaleras del tercer piso donde vivía.
Al principio de la recogedera tenía dos maletas. Luego, decidí comprar otra súper grande con el propósito de que cupieran todas mis cosas. Todo cupo, es cierto, pero obvié un detalle muy importante: no importa que todo quepa, la cuestión está en el peso del equipaje. Esto último fue lo que me jodió el día fijado para volar.
Desde que la señorita del Check-in me vio avanzar al mostrador, ni siquiera me dejo subir las dichosas maletas: “Ese equipaje es una barbaridad, señora, yo no lo puedo facturar. Debe sacarle unos cuantos kilos”, sentenció.
“¡Pero si ni siquiera lo ha pesado!”, protesté.
De nada valieron mis quejas. Su experiencia le afirmaba que esa maleta no tenía cabida. No se equivocó.
El máximo eran 23 kilos y sólo la súper grande maleta ya pesaba 42. Las demás, también marcaron un sobrepeso exorbitante.
Sí, lo sé. Era una barbaridad. Pero compréndanme, por favor, me despedía para siempre de mi reciente morada. Tenía que empacar un año y tres meses de vida en tan sólo tres maletas.
Asi le expliqué a la señorita.
“Yo estoy dispuesta a pagar lo que sea por los kilos de más”, le dije casi rogando.
“Lo siento. Hasta el sobrepeso tiene sus límites”, expresó fríamente la facturadora.
“Ese equipaje es una barbaridad” repetía insistente y yo me ponía nerviosa.
Me dispuse a sacar cosas rapidísimo, lo primero que estuvo a mi alcance. Tensa. Asustada. Con el tiempo en contra.
Mi amigo Juan Miguel me ayudó. A la tarea se sumó también mi amiga María, compañera de viaje.
Agachada junto al equipaje, inmóvil, susurré: “Ay Juan, estoy nerviosa”.
“Bueeeeno, Doña Felivia, no es momento para nervios, póngase a sacar unas cuantas blusas y pantalones si no quiere perder el vuelo”, me advirtió mi amigo.
Entre el saca y saca; el sube, baja y vuelve a subir del equipaje en el peso; se nos pasó casi una hora.
“Señora, apúrese que va a perder el vuelo”, me advertía la mujer, esperándome para facturar.
Temblorosa, saqué mis fabulosas zapatillas BCBG (reconozco que tienen unos tacones súper pesados). Con profundo dolor en mi corazón dejé los jeans explosivos que compré en Stradivarius para los bailoteos de los Saturday Night.
A seguidas, mis manos inquisidoras agarraron el perfume Sexy de Antonio Banderas (un tremendo frasco que pesaba casi un kilo) que había comprado para mi hermano.
También se quedó una cajita de madera -muy bonita, delicada y, claro, pesada- que me regalaron cuando fui a cubrir una rueda de prensa sobre la feria de Estepa.
En Sevilla se quedó el bulto negro que compartió conmigo un montón de viajes “low Cost” con Ryanair.
Además, dos pozuelos de los que traen inscrito España y un cenicero con un toro negro dibujado, parte de los souvenires que había comprado por si me surgía algún regalo de imprevisto. Así fui dejando otras tantas cosas.
“Ya no puedo más”, le balbuceé a la mujer. Y se me aguaron los ojos.
Por fin se condolió de mí y permitió pasar las maletas. Ambas nos convertimos en cómplices del exceso de equipaje, pese a mi sentido abandono de algunas de mis cosas.
Pensaba que había pasado lo peor. Sin embargo, lo peor estaba por empezar.
Unas cositas de las que definitivamente no quería desprenderme las fui acomodando como pude en el equipaje de mano. La mochila se puso tan pesada que casi ni me la podía encaramar en la espalda. El caso grande fue protagonizado por la maletita, las rueditas no querían ni correr por todo el peso.
“Última llamada de embarque para el vuelo de Iberia 6501 con destino a Madrid”, escuché. Eso me dio fuerzas para avanzar en el eterno pasillo.
Cuando creo que todo está resuelto, porque logré llegar al avión, sucede que la maleta de mano no cabe en ninguna parte.
¡Santísimo! No la podía subir en los apartados de arriba ni tampoco entraba debajo del asiento.
“Señorita, ese equipaje no es de mano, debe salir a facturarlo”, me dice una azafata.
“Pero cómo voy a salir a facturarlo si ya este avión está por arrancar”, le respondo desconcertada.
Entre el tú me dices y yo te digo despegó el avión.
Sin más remedio, una azafata muy amable me ubicó la maleta en un asiento vacío.
Un enfrentamiento similar tuve con otra azafata en el segundo avión que tomé, con destino Madrid-Santo Domingo. Me defendí como pude hasta que subí con la maletica.
Después de ocho horas y media de vuelo, por fin aterrizamos en el aeropuerto Las Américas.
No tenía fuerzas en los brazos. Los hombros me dolían tanto.
Durante todo el viaje me consolaba con pensar en la cara de felicidad de mi familia al verme y de la alegría que sentiría yo en el reencuentro.
También, me imagina abriendo mis maletas y repartiendo todo lo que compré para todos. Era feliz pensando en la cara de mi hermana cuando le enseñara los vestidos rojo y negro que compré en el Factory para las dos.
Que va. Un consuelo que nunca se hizo realidad. Me quedé como la muchachita a la que se le cayó el jarrón de leche que iba a vender en el mercado y que de camino había estructurado todo lo que haría con una ganancia que nunca vio.
Señores, no llegaron las maletas a Santo Domingo, se quedaron que se yo dónde.
Para completar el cuadro de terror sólo falto que hubiera caído un aguacero, así se ponía el panorama más dramático.
(Sin embargo, el sol brillaba insistente, celebrando mi llegada jejeje)
Mi amiga y yo fuimos las últimas que salimos del área de inmigración sin las benditas maletas.
“Es posible que sus maletas no hicieran la conexión en Madrid. Llene una hoja de reclamación y en esta semana se les enviará su equipaje” fue la respuesta de Iberia.
Y eso que mi madre pensaba irme a buscar en un camión, porque es que la tenía ya sorda advirtiéndole que iba a llegar con un montón de equipaje tan pesado que no íbamos a caber en el carrito de papi.
Por suerte no me hizo caso.
“Lo importante es que llegaste tú y llegaste bien”, me consoló mi mamá, con la dulce voz que calma la desesperación de un corazón abatido por la desesperanza.
En ese instante me dí cuenta de que había llegado a casa. Entendí que lo demás está de más. No hace falta otra cosa adicional que estar.
Comprendí que la felicidad no estaba en las maletas que se quedaron, ni en las cosas que compré para regalar.
Estaba en el reencuentro con mi hermano con su gorrita de jevito, en los besos sonaos que me dio mi mami en el rostro, en los abrazos tiernos de mi papito y en mi tía Erica, que pese a que no llegué con las dichosas maletas, no dejó de tomar fotos de mi llegada.
Un viaje inolvidable, sin duda.

jueves, 22 de enero de 2009

Vivir


El temor que produce lo desconocido a veces nos impide recorrer caminos que podrían conducirnos a lograr lo que más anhelamos.
Lo mejor es no apresurarse a hacer conjeturas infundadas. Bien podríamos esperar a que llueva para abrir el paraguas.
Hay tantas cosas que descubrir, lugares por visitar, situaciones que presenciar, gente por conocer, tristezas que lamentar y alegrías que disfrutar que seríamos injustos con nosotros mismos si preferimos conformarnos con establecer una rutina y así privarnos de aprovechar al máximo de este efímero paseo que es la vida.
Propongo que nos liberemos de la incertidumbre de no saber qué pasará después y despejemos la duda que nos nubla el pensamiento cuando se trata de arriesgar la comodidad por vivir la aventura.
Como dice la canción del argentino Diego Torres: "es mejor perderse que nunca embarcar". Si no echamos a andar, creo que es muy probable que estemos dejando pasar lo mejor.
Yo ya me he puesto el casco. Estoy lista para lanzarme de la tirolina y disfrutar de sensaciones extremas. Estoy segura que del otro lado de la montaña también crecen flores muy bonitas, que no me lo cuenten, lo quiero comprobar por mí misma...
¡Anímate a ser el siguiente en la fila!

lunes, 12 de enero de 2009

Rebajas que suben las ganas de comprar

Dos pantalones jeans. Un vestido negro y otro rojo, del mismo modelo (súper largos con tirantes, de esos que van holgados de la cintura para abajo y realzan el busto). Tres blusas para los bailoteos nocturnos de los sábados. Todo eso ocupaba mis manos y arropaba mi hombro en la primera tienda que visité de las tantas que me esperaban.
Es tiempo de rebajas. Para aprovecharlas al máximo, o sea, comprar al por ciento de descuento jamás imaginado -entiéndase hasta un 80, según los comerciantes- decidí ir a un Factory (outlet), donde se supone que de por sí ya es barato.
Al final no lo compré todo. De los jeans, ninguno traje conmigo porque desgraciadamente en nada favorecían las dimensiones de mi patio. Pagué sólo una blusa y los dos vestidos, que me quedaron tan bien y no pude decantarme por uno de los colores. Además, el precio era un regalo.
¿Dos vestidos en la misma moda?, se preguntarán algunos, pues al final siempre termino regalándole uno a mi hermana.
Cuando camino por las calles Sierpes y Tetuán en Sevilla y veo las tiendas abarrotadas de personas, se me hace difícil creer que en estos momentos España está en crisis.
La temporada de rebajas se adelantó al dos de enero, aunque las grandes firmas aplicaron descuentos a sus mercancías a partir del día siete. La solicitud la hizo la Confederación Empresarial de Comercio de Andalucía al Ayuntamiento tras manifestar que “las ventas estaban muy flojas”.
En menos de una semana de disparar el gatillo la Confederación anunciaba que más de un millón de personas habían asistido a las rebajas y que valoraban las ventas de esos cinco días en 120 millones de euros. Y todavía quedan semanas por agotar. Ya podrán imaginarse el tremendo movimiento comercial que generará este periodo.
“Podemos decir que se ha reactivado el comercio. Adelantar la fecha de rebajas ha sido una excelente idea”, declaraba para la prensa el presidente de la Confederación, Manuel García-Izquierdo.
Ir de tiendas en este periodo es toda una odisea. Los establecimientos llenos de gente que se empujan y se pelean por una pieza. La gente coge de todo como loca porque teme que el que está a su lado le va a “robar” justo la prenda que “necesita”.
El maratón del ‘corre corre a ver que pillo primero’ se torna mas intenso si vas acompañada: “Feliviaaaa, aquí hay una blusa que te puede servir ¡y cuesta cinco!”, me grita mi amiga por una lado. Yo, desde el otro extremo de la tienda: “Mana, tengo un pantalón de tu número que está casi regalao. Espérate que voy para allá”. Nos gritamos eufóricas entre la algarabía de la gente por la pesquisa de algún 'diseño único'.
A mí se me caen los brazos. No es que compre mucho pero entre lo que cargas las bolsas, ir de tienda en tienda, el deja y recoge de los paquetes para medirte las nuevas piezas, desbarata a cualquiera.
¡Y el calor! No resisto los probadores, allí dentro sufro un calor terrible. Detesto aquellos que aparte de estrechos apenas tienen un gancho para colgar las piezas y el bolso, los paquetes de la compra anterior y todo lo que lleves.
Algunos tienen un techo tan bajito que puedes sentir como el caliente del bombillo te quema la cara.
¿Y qué decir de los que sólo tiene un espejo? Huy, ¡es un abuso! No te permiten examinar en toda su amplitud cómo te queda el modelo que te mides.
Ves a tanta gente buscando lo mismo que esto me pone ansiosa. Cree una que la dejarán sin mercancía. Así pasan las horas, buscando y buscando con desesperación sin saber qué.
También, están las interminables filas en todos lados, para usar los probadores o pagar en caja. Hasta para comprarse un café en la cafetería del almacén.
Entre el mira aqui, mide allí y compra allá, se me pasaron unas cuatro horas en el Factory, casi desapercibidas. Sólo al llegar a casa me dí cuenta de todo el día de caminata que tuve porque sentía un dolor en todo el cuerpo.
Esto de rebajas es un arma de doble filo porque al final sale una comprando un montón de cosas que realmente no necesita pero que adquiere “para aprovechar la oferta”.
Tras mi visita al Factory voy al cajero automático. Cuando retiro el recibo que dice el saldo que me queda confirmo que efectivamente es tiempo de rebajas. Mi cuenta ha bajado un considerable por ciento.

martes, 6 de enero de 2009

La magia de los reyes


Con dirección a la Pagés del Corro iba yo también a toda prisa con mi funda en la mano. Avanzaba ansiosa. Igual que los niños, igual que los adultos que no querían perderse el desfile de las 30 carrozas del Día de los Reyes Magos.
La tarde de este cinco de enero era gris. Pero ese nublazón que parecía que anunciaba un diluvio nó mermó las ganas de los que queríamos admirar el cortejo de la ilusión. Por suerte, no llovió.
Hacía muchos años que no vivía con tanta emotividad este día hasta que llegué a Sevilla. Me llamó la atención la magia que envuelve a los niños en esta época. Desde diciembre se les alienta a escribir la cartita a los Reyes Magos. Un montón de publicidad por todas partes. Los centros comerciales tienen sus buzones. Está el Heraldo Real que va a los hospitales y a los centros de acogida de infantes para mantener la ilusión y recoger las cartas. Los periódicos no se quedan atrás: reseñan cada acontecimiento relacionado con este evento.
Eran las seis de la tarde. Cuando quise llegar a la Pagés del Corro ya la calle estaba invadida por la multitud, agolpada en cada esquina.
Afortunadamente, cuando pasó la primera carroza había logrado un huequito estupendo en la intersección con la Farmacéutico Murillo.
Las carrozas (de Alicia en el país de la maravillas, el mago Berlín, personajes de Disney y otras fantasías) iban llenas de niños como pagecitos de los reyes que lanzaban caramelos por millares. La gente pedía y pedía. Los pequeños parecían no dar abasto para satisfacer sus demandas de más caramelos.
Es una euforia, es una emoción inmensa.
El ayuntamiento informó que unas 550.000 personas salieron a ver la "cabalgata", en la que se distribuyeron unos 50.000 kilos de golosinas (15.000 menos que el año pasado).

Mis zapatos se quedaban pegados en el asfalto por la melcocha de dulces aplastados. Las gomas de los camiones que arrastraban las carrozas estaban forradas de un lodo de golosinas.
Mi funda resultó pequeña y seguían pasando las carrozas y lloviendo caramelos. Entonces llegó el turno de usar mi cartera, la llené hasta que no podía cerrar el zipper.
Y continuaban cayendo las mentas, gomitas, paletas con sabor a piña, de fresa, naranja -Oh Dios-, recogí hasta que no cupo uno más en los bolsillos de mi abrigo.
Recuerdo que la historia de que los Reyes Magos eran quienes dejaban los juguetes me la creí hasta ya grandecita –no recuerdo la edad pero sé que para entonces ya tenía juicio suficiente como para entender que era sólo un cuento. Aún así me creía la historia de los tres magníficos-
Para mí resultaba difícil comprender, porque tuve unos padres que cumplieron su labor con demasiada eficiencia. Por más que mi hermana y yo permanecíamos en vela, junticas en la misma cama, nunca pudimos sorprenderlos cuando ponían los juguetes.
Hasta que en una ocasión, mi hermana y yo nos dimos cuenta, no porque lo hubieramos visto, sino porque a mi papá se le ocurrió dejarnos una nota junto a la 'calculadora que habla' (mi papá siempre daba unos regalos extraños, pero siempre útiles). La nota decía algo como “Por haberse portado tan bien este año, Melchor, Gaspar y Baltazar hemos decidido dejarles esta calculadora, que les ayudará con sus tareas de matemáticas. Es una calculadora especial, porque habla”.
La calculadora mencionaba con voz femenina cada tecla que se marcaba: "uno", "tres", "sumar", "igual", "dividido por", "borrar"... Y tenía tres velocidades y una musiquita muy chula.
Era la letra de papi, indiscutible, y el papel era de la libreta que tenía siempre encima del gabetero -¡vaya desliz!-. Pude reconocer incluso la tinta de su felpa azulmarino. Esa felpa por la que tantas veces me regañó porque dizque se la cogía sin permiso (mis hurtos nunca fueron efectivos, a los cinco minutos ya papi estaba echando de menos alguna de sus felpas. ¡No comprendo cómo! ¡Si tenía docenas! Pero bueno, ya eso es tema de otro post).
Para mi hermana y yo tal descubrimiento no fue decepción, más bien, orgullo por el regalo más grande que Rey alguno puede dar, unos padres tan maravillosos como los nuestros.

Esta foto me la envió José Rodríguez Polvillo. Es una de las carrozas que participaron en el desfile de la localidad de Gines (Sevilla).

viernes, 2 de enero de 2009

Pedalear, el más económico combustible


Fotos: Diario de Sevilla

Con un casco y unos guantes se prepara Paul para tomar el transporte que lo lleva a su trabajo cada mañana. Este parisino no se traslada en moto, aunque así parezca su atuendo. Realmente usa la bicicleta, un invento centenario que cada vez más gana auge en ciudades europeas como transporte público.

Conocidas son las características de limpieza, sostenibilidad y, sobre todo, economía de este transporte. Precisamente, éstas se cuentan entre las motivaciones para que más ciudades ofrezcan el servicio de alquiler de bicicletas públicas. Es una tendencia reciente en Europa adoptada bien sea como una manera de descongestionar el tránsito o como una medida para ayudar a la descontaminación del medio ambiente.

Al igual que Paul, miles de personas repiten la rutina de pedalear para ir al trabajo o simplemente llegar a donde desean en ciudades como Estocolmo, Lyon, París, Friburgo, Berlín, Ámsterdam y Barcelona, donde desarrollan este programa de préstamos ejecutados por sus ayuntamientos.

Además de dotar al ciudadano de bicicletas, el ayuntamiento se encarga de adecuar carriles bicis suficientes, crear parqueos en los sitios claves de la ciudad y colocar las oportunas señalizaciones que regulen este transporte y guíen al usuario.

Tomando el caso de España como referencia, un estudio realizado por la revista Consumer Eroski refleja que Sevilla es la ciudad que ofrece el mejor sistema de bicicletas públicas, junto a San Sebastián.

El proyecto Sevici arribó a su primer aniversario el pasado julio con más de 77 mil abonados, 1.600 bicicletas disponibles, 175 estaciones abiertas y 84 kilómetros de carril. Sevici, que había iniciado con 3.000 bicicletas y 30 estaciones, pretende ampliarse a 2.500 vehículos y 250 puestos.

Para poder usar las bicicletas públicas hay que abonarse. Existen dos tipos de abono: de una semana (5 euros) y anuales (10 euros). Además, se exige una fianza de 150 euros al cliente para sufragar posibles destrozos que le causen al vehículo.

La media diaria de alquileres en Sevilla es de unos 12.000, mientras que cada bicicleta tiene un índice de rotación de siete usos diarios.

El concejal de Infraestructuras para la Sostenibilidad del cabildo sevillano, Antonio Rodrigo Torrijos, en una rueda de prensa en la que realizó un balance del primer año de este servicio informó que la mayoría de los trayectos se registran de lunes a viernes entre las ocho y las nueve de la mañana, las dos y las tres de la tarde, y las ocho y las nueve de la noche. Esto indica que se trata de un medio de transporte utilizado para ir al trabajo en mayor medida que para el ocio o la diversión.



Dificultades que enfrenta el sistema de alquiler

La alta demanda de este servicio ocasiona algunos inconvenientes, por ejemplo, en determinadas horas el usuario no encuentra estaciones disponibles para dejar la bicicleta, al encontrarse todas llenas, sobre todo en las horas pico. De ahí que se torna imperioso que se habiliten mucho más aparcamientos que bicicletas.

Las bicicletas son susceptibles de robo y víctimas de vándalos que las deterioran. En París, en un año se robaron unas 3000 bicicletas. Mientras que en Sevilla (que cuenta con mucho menos bicicletas que la ciudad francesa, respetando las distancias, claro está) se contabilizó en igual periodo el robo de unas 80 bicicletas. Además, sólo en una noche desaprensivos pincharon las ruedas de 214 bicicletas en 14 estaciones. “La iniciativa ha sido muy bien aceptada y cuenta con un respeto masivo, sin que por ello esté exento de los efectos de algunos vándalos”, apuntó Torrijos.

Otro detalle a tomar en cuenta es la garantía de seguridad que ofrece el sistema de renta tanto para el usuario como para el viandante. En el caso de Sevilla, las bicicletas tienen seguro, pero no cubre los daños a terceros sólo responde por el ciclista en caso de accidentarse.

El ciudadano no hace nada con tener cientos de bicicletas a su disposición si no tiene las vías necesarias para pedalear, por tanto, es preciso adecuar bastantes kilómetros para que se pueda dar un servicio óptimo. Si no hay carriles suficientes, que incluyan al menos las principales vías de la ciudad, el cliente no valorará factible hacer suyo el uso de este transporte.



El apogeo

La implementación del sistema de préstamos de bicicletas trae consigo de forma natural la creación de carriles bici. Por ello, muchas personas se han animado a usar sus propias bicicletas para salir de casa.

Entre ellos está José Suárez, que recorre todos los días unos cinco kilómetros en bici para llegar a su trabajo y regresar a su casa. “Antes solo la usaba para pasear, pero ahora, como hay mas carriles disponibles, salgo con la bici a todas partes” expresa.

Ante esta situación, los ayuntamientos deben poner de su parte y crear para estos usuarios aparcamientos y las facilidades necesarias a los fines de que el uso de la bici vaya en aumento.

Para sumarse a los usuarios de este transporte se exige respeto a una serie de medidas: llevar casco protectores y que la bici esté en correcto estado tanto de frenos, luces y condiciones de las ruedas. De lo contrario el pedaleante deberá asumir la responsabilidad de una multa por parte de las autoridades de tránsito.

Turismo en bicicleta

En Sevilla varias compañías se dedican al alquiler de bicicletas a turistas. Una opción diferente y bastante práctica: conocer Sevilla en bici, que le permite al visitante coordinar su propia ruta y andar la ciudad a su aire.
El plan incluye la bicicleta, un mapa y un audioguía mp3 que detalla los datos más relevantes de los lugares históricos, información general de la ciudad y las leyendas conocidas en la ruta que marca el mapa.
Hay rutas planificadas y otras compañías que solo alquilan las bicicletas.

Mi impresión del uso de la bicicleta en Sevilla

Cuando llegué a Sevilla apenas se ponía en marcha el Sevici. Sin embargo, no era extraño encontrarse con gente pedaleando por todas partes y no exactamente de paseo. Lo que me sorprendía era ver a las mujeres con sus faldas largas o sus vestidos cortos y a los hombres con sus chaqueta y corbata en puro pedaleo. Sin complejos.
Pensé que esa sería una buena alternativa para mi República Dominicana, en especial para la capital que presenta tantos taponamientos en el tráfico. Y hasta se me ocurrió un eslogan y todo: Vámonos en bicicleta: por una vida saludable, por un medioambiente sostenible.
Luego pensé que no sé si con el calorazo que nos ataca casi todo el año esto fuera factible. Pero creo que para recorrer distancias cortas no estaría mal. Yo me apunto si se llega a implementar.
Creo que primero habría que empezar una campaña de concienciación sobre los beneficios de usar la bici. Además, sobre el respeto que debe existir entre el ciclista y el peatón. De igual forma, tendríamos que dejar de lado una serie de complejos que tenemos entre los que cito que si no es en carro no podemos movernos.
Podríamos empezar por habilitar carriles bici, para que la gente vaya sacando sus bicicletas entre semana, ¿que creen?
Termino asegurándoles que a pedales también existe una vida muy apasionante.