lunes, 10 de mayo de 2010

Un baño a todo vapor

Sara nos invitó a su casa para que conociéramos como vive un finlandés. Nos enseñó, muy amablemente, cada rincón de su hogar. Cuando llegamos al cuarto de baño, mi amiga finlandesa hizo una presentación al estilo ¡taratatáaan! Y dijo emocionada: “Aquí está el famoso sauna”.
Yo me quedé pensando: “Wao! Sara tiene su propio sauna… qué exótica”. hasta que me explicó que es una costumbre en la sociedad finlandesa tener una sauna en casa, es parte de su vida. Casi todas las casas tienen uno y los edificios multifamiliares reservan un piso a este caliente invento.

Existen cerca de dos millones de saunas en Finlandia.
La costumbre es estar ahí una o dos veces por semana.


Pues si es parte de la cultura finlandesa, me dije, ¡hay que probar un sauna!
Al otro día nos juntamos tres finlandesas, una africana y yo para cumplir mi deseo. Me presento a la estrecha habitación envuelta en una toalla blanca. Mal vestida, por cierto. Ponerme esa toalla fue un error garrafal, pues sucede que para estar en la cosa hay que estar completamente desnudos. ¡Vaya sorpresa! –y tremendo apuro-.
Bueno, como reza el dicho, cuando vas a Roma actua como romanos. Así como se imaginan... dejo mi toalla de lado y ahí estamos cinco mujeres desnudas hablando de nada. Es una habitación de unos dos metros por tres, con dos barras de asientos que parecen anchos escalones de dos niveles. Están hechos de madera no tratada, para que absorba la humedad y la deje salir en el momento más caliente.
Miro a mis anfitrionas de lo más relajadas. No entendía como era que podian estar tan calmadas con una temperatura en casi ¡80 grados!
Era un sauna antiguo, de esos que se calientan con leña. Mi amiga de vez en cuando echaba agua a una columna de metal con piedras calientes y la temperatura se incrementaba increíblemente. El vapor se extendía por el diminuto cuarto poniéndonos a sudar a todas. Afuera, una temperatura de tres grados.
Las chicas demostraban una sensación de bienestar y yo sentía que se me quemaba. Decir que me ardía el cuerpo es poco, sentía que me calcinaba hasta el alma. En menos de 15 minutos ya estaba yo empapada de sudor.


De repente pregunta una de las finlandesas que quién se anima a darse un chapuzón en la piscina. Y pienso yo ¡pero estás loca mujer! ¿No se entera que la piscina está helada?, le recuerdo que son tres grados y le advierto que según las abuelas dominicanas no se puede pasar del caliente al frío porque se pueden pasmar.
Ninguna me hizo caso y euforicas se fueron a tirar a la piscina, que tenia hielitos flotando y luego corrieron al sauna otra vez, super felices, excitadas y satisfechas.
Yo, atónita. Ni mi amiga africana y yo lo podíamos creer.
Debo aclarar que no se me ocurrió intentar lo del chapuzón helado, ¡ay no!… hasta ahí no sigo a Roma, bueno, en este caso, Finlandia.
La verdad es que esta locura del sauna es de lo más divertida. Aunque les confieso que al final me dio un ligero mareo que por un momento pensé que era la afirmación de las abuelas dominicanas, pero después se me pasó. Queda uno con el cuerpo descansado y libre de impurezas, los poros abiertos y el cutis terso. Nuevecita.

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