sábado, 15 de mayo de 2010

El problema es que botamos el voto

Mi amiga Mayra y yo siempre hemos simpatizado por el mismo candidato. No somos fanáticas militantes de su agrupación política, ni estamos inscritas y muchos menos andamos en campaña. Pero a la hora de votar nos decantamos por el mismo.
Hubo un periodo electoral que nos animamos tanto que hasta participamos en una caravana. Vestidas con una camiseta del color del partido y bandera en manos nos paramos en una esquina para ver al candidato pasar. Fue muy divertido.
Por eso me sorprendió su llamada la otra noche, en la que me comentó que esta vez votaría por el candidato del partido contrario por el que simpatizábamos.
Cuando le pregunto el por qué, me respondió que ese candidato le ha ofrecido trabajo a su marido, en caso de resultar ganador. No me costó entenderlo y me pareció razonable, pero le recordé que ese candidato actualmente está en el poder, desde hace años, y precisamente ahora es que le ofrece trabajo a su esposo. “¿Por qué no lo hizo antes?”, le inquirí.
Mi amiga hizo un breve silencio antes de añadir: “Bueno… tú sabes… Además, él ayuda mucho a la gente pobre, compra recetas, da útiles escolares a los estudiantes, reparte raciones de alimentos…”
Me consternaron sus palabras porque veo cómo nos dejamos convencer tan fácil de un político que nos tapa el sol con un dedo y creemos que nos ha salvado de morir de insolación. Mientras, la gran estrella continúa calcinándonos.
No tenemos idea del proyecto de nación, de desarrollo, que esa persona plantea para nuestra sociedad. Valoramos las ventajas personales que podamos aprovechar.
El diputado, senador o presidente no fue elegido para que pague recetas a enfermos sino para que garantice que los ciudadanos, sin distinción, cuenten con un sistema de salud eficiente, que satisfaga sus necesidades, que les provea atención médica de calidad y los medicamentos.
Ese político no fue electo para que sacie el hambre de un día del pueblo, sino para velar porque el costo de la canasta familiar sea asequible para todos.
No fue electo para que distribuya dos cuadernos a niños pobres cuando realmente necesita seis que el Estado debe preoveerles, porque ese niño tiene el derecho de contar con educación de calidad. Él fue electo para promover políticas públicas a favor de una buena educación.
Pero nosotros no vemos más allá. Nos conformamos con paños tibios. Así no se puede avanzar.
La semana pasada participé en una conferencia bastante interesante con el tema "Democracia participativa, descentralización y estado de derecho en República Dominicana", en un seminario que organizó Plan República Dominicana.
El disertante, Félix Tena Sosa, especialista en derecho Constitucional exponía que la ciudadanía dominicana responde a patrones de clientelismo político. Por eso siempre ganan las posiciones electorales personas que el pueblo considera que no los representa. Es una actitud que debería mover a reflexión.
“¿Por qué los ciudadanos votan por esas mismas personas que dicen que no les representan? Es un círculo vicioso. Hay candidaturas que se ganan por las canasticas que dio dos días antes de las elecciones. La ciudadanía está adormecida y confundida”, destaca Tena Sosa.
Expuso que a la sociedad civil, la que está llamada a producir cambios, está organizada de la misma manera que los partidos políticos y no representa garantía de una transformación real.
Tena Sosa, que participó en la supervisión del texto de la reformada Carta Magna, expuso que la sociedad civil tiene que realizar una discusión interna sobre su organización y considerar desvincularse del orden que siguen los partidos políticos.
Creo que al momento de votar tenemos que pensarlo muy bien. Sólo cuando pensemos en el bien colectivo antes que el propio, entonces estaremos construyendo una patria mejor.

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