lunes, 6 de octubre de 2008
Trotamundos de ferias
Uno de los expositores de la Feria de las Naciones. (Antonio Pizarro)
Gente de diversos países recorre España todo el año con la Feria de las Naciones, que ahora está en el Prado de San Sebastián
Bachata, merengue, cumbia, salsa y chachachá son algunos de los ritmos con los que Teco Romero diseña las coreografías que llaman la atención del público que lo sigue en las ferias. Teco, que lidera el grupo de baile Conexión Latina, es uno de los personajes que dan vida a la Feria de las Naciones, en el Prado de San Sebastián hasta el 2 de noviembre.
Con singular soltura, Teco, de 36 años, mueve las caderas y anima a sus espectadores a participar de las lecciones para aprender bailes latinos. Este talento, que desarrolló en su natal Colombia, le ha servido para ganarse la vida en España. "El objetivo del que baila es lograr que al público le guste y participe. Es la satisfacción más grande".
Teco llegó a este país hace 20 años, de la mano del Ballet Folclórico de Colombia, y se quedó. "En los 12 años que llevo trabajando en la Feria de las Naciones he podido conocer casi todas las ciudades de España", dice.
A pocos metros de la tarima de baile, interactúan diferentes personas, que ya sea por tradición familiar o porque no han conseguido un trabajo distinto, decidieron recorrer ciudades en busca de ingresos económicos. Entre ellos destacan los artesanos que exhiben a la venta sus creaciones y los que venden platos y bebidas típicas de diferentes países.
Ibrahim Mohamed es un artesano sirio que desde hace unos siete años exhibe sus piezas en ferias. Cuenta que aprendió en su familia a trabajar la madera, hueso, piedra, cristales, telas y metales. Explica que las ganancias que se perciben en ese ámbito comercial dependen del público que acuda a la feria y del tiempo que permanezca la exposición. "En una buena temporada me puedo llevar unos de 5.000 euros", dice.
A unos pasos de Ibrahim, huele a comida. Se trata de la caseta de Amarú Mendivil, de 35 años. Este peruano se inició hace 18 años en el negocio por tradición familiar. Se dedica a preparar platos de la gastronomía colombiana. "Este tipo de negocios tiene épocas rentables y otras no tanto. Es impredecible", reflexiona.
En su carpa no faltan las empanadas, el pastel de yuca, la torta de choclo, la marranita de plátano ni la arepa de maíz. Fuera de la feria, afirma Amarú, se dedica a la venta de prensa y a estar un tiempo con sus dos hijos. "La familia es lo que más se echa de menos. Ellos se quedan en Barcelona porque no puedo llevármelos a todas partes", confiesa.
Más tranquilo se encuentra José Tolosa, un chileno de 38 años que llegó a España hace cinco, animado por su entonces esposa. En Chile era asistente técnico sanitario. Como en su nuevo país de residencia no encontró plaza en su área profesional, siguió los consejos de un amigo que tenía un puesto en una feria.
José tiene a la venta juegos educativos que él mismo fabrica. "Llevamos una vida un poco errante, sin domicilio fijo. Es una desventaja, pero también lo veo como una oportunidad para viajar, es algo que me encanta".
Una vida, dos caras
Ventajas. Como se trata de un trabajo independiente, permite al comerciante manejar la jornada laboral a su gusto.
Inconvenientes. Estar viajando de ciudad en ciudad es una de las inestabilidades que tienen los que trabajan de feria en feria. Por otro lado, no cuentan con un salario fijo, sino que los beneficios económicos dependen de la calidad del evento.
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