miércoles, 8 de octubre de 2008

Emprendedores que trabajan en la enseñanza


Varias alumnas de María Consuelo Escribano realizan sus prácticas de dibujo.(BELÉN VARGAS)

Motivadas por la falta de empleo, o bien porque había sido su sueño, muchas personas encontraron en dar clases en sus propias escuelas su fuente de trabajo

Un trabajo en el que eres tu propio jefe es el sueño de mucha gente. Si esto te permite imponer la jornada laboral que quieres y hacer lo que te gusta, mejor aún. Pero para algunos esta situación más que un sueño es una pesadilla, ya que por fuerza han debido de convertirse en emprendedores como única forma de ganarse la vida.

En vista de las dificultades para conseguir empleo, muchas personas en Sevilla se han animado a establecer sus propios negocios. Así encontramos gente que tiene habilidades para el baile, la pintura o conocen técnicas de relajación y han optado por sacar provecho a esas virtudes enseñándoselas a los demás en sus propias escuelas, academias o talleres.

Detrás de estos ingeniosos aventureros se esconden variadas historias que delatan que, para algunos, la experiencia ha sido más positiva que para otros. Entre las que tienen una historia que le llena de satisfacción está María Consuelo Escribano Zafra. Esta cordobesa nunca imaginó que lo que empezó como un pequeño taller de pinturas entre amigos sea ahora su única fuente de ingresos para vivir.

La escuela que formó ha progresado tanto que tiene en funcionamiento dos locales, uno en Sevilla y otro en San Juan de Aznalfarache. "Nunca la planteé como una empresa grande. Todo ha ido surgiendo poco a poco", apunta.

La artista es propietaria del taller de dibujo y pintura Arte-estudio, que en Sevilla se ubica en la calle Betis 31. María vino a Sevilla a estudiar Bellas Artes y después de terminar la carrera fue colaboradora de la facultad y montó un taller con unos colegas hasta que luego se quedó con el local, hace ya unos diez años.

En el taller se imparten clases todo el año. En verano, la mayor oferta son los monográficos, es decir, cursos sobre temas concretos, como por ejemplo la figura humana. "Siempre hay gente nueva, gente que empieza. En verano es cuando más se demandan estos cursos ya que, como se está de vacaciones, se tiene más tiempo. Entonces, los alumnos aprovechan para aprender eso que les gusta y que en otras épocas no tienen tiempo disponible", explica.

Hay muchos ejemplos como el de María Consuelo, aunque en distintas modalidades. De esta forma, encontramos una lista de escuelas que enseñan desde danzas orientales hasta la construcción de decorados en poliespán.

Este tipo de academias, pese a que fueron creadas con objetivos bastante diferentes, tienen características similares. Son centros pequeños, en la mayoría de casos de una sola aula, donde el único maestro es el propietario. Además, los horarios no son tan rígidos como en las escuelas convencionales y se ofrecen cursos por temporadas. Las clases se desarrollan en un ambiente tan agradable que al final más que una relación alumno-profesor se entabla una amistad entre colegas que perdura hasta después de clase.

Este es el testimonio que cuenta Marcos Domínguez Alonso, que después de licenciarse en Bellas Artes (especialidad Cultura) en la Universidad de Sevilla partió a París para perfeccionar sus estudios. Al terminar una temporada en Francia, en la que trabajó en los talleres Swaroski e impartió clases en una academia de Bellas Artes, decidió volver a Sevilla para abrir su propio taller. "La experiencia en París fue muy enriquecedora ", expresa el artista.

A diferencia de María Consuelo, Marcos ofrece cursos esporádicos en su taller ubicado en los corrales de artesanos de la Plaza del Pelícano. El dinero que recibe de los cursos es el complemento de los ingresos que percibe de la venta de sus esculturas, que se encuentran en Sevilla, Almería y Córdoba, y en países como Croacia.

Sus obras las talla en madera, yeso, piedra, bronce, barro, poliespán, resina y masilla. "En mis cursos no hay más de cuatro o cinco alumnos, así podemos interactuar mejor. Tenemos una relación más estrecha porque yo también aprendo de ellos: yo doy y recibo conocimientos", apunta.

Los cursos que se imparten en el taller de Marcos suelen costar no más de 60 euros y la duración oscila entre uno y dos meses, según el tema. Para Juan Reyna empezar a montar su negocio no ha resultado tan fácil como pensaba. Afirma que en estos tres meses que lleva instalando la escuela audiovisual V-Art en el edificio 1 de la avenida Reina Mercedes, ha pasado muchas vicisitudes, concretamente a la hora de cumplir con los requisitos oficiales.

Juan combina los cursos que imparte con su trabajo en una oficina privada que se dedica al diseño contemporáneo. "Estuve dos años como docente en un taller de diseño, de ahí vino la idea de abrir mi propia escuela", dice. En V-Art se imparten cursos de diseño en tercera dimensión, animación, videos, multimedia y programación, en una sola aula.

Hasta ahora Juan es el único profesor, pero a medida que crezca la escuela se aumentará la oferta y los profesores. "La burocracia es lo que más he sufrido. Creo que a veces está mal, se exigen muchas cosas que una persona que acaba de empezar un negocio no puede cubrir de una vez. Pienso que las autoridades no deben de ser tan estrictas", afirma Juan.

Sin embargo, estas piedras en el camino no lo desaniman y el optimismo sigue siendo su mejor carta de presentación, por lo que confía que en poco más de un año la escuela dé los resultados que él tiene previstos. "Más que todo me entusiasmé con el proyecto porque me gusta comunicar sobre estos temas, enseñar las cosas que sé. Para esto se necesita mucha paciencia y un poquito de suerte".


Alumnos de la academia Sevilla Dance Center.

Otra historia interesante es la de la academia Sevilla Dance Center. Aunque hoy es una conocida escuela de danza moderna, el inicio para las hermanas Bruno-Becerril, de origen argentino, no fue fácil. Vanessa cuenta que cuando 14 años atrás su herma na Jacqueline empezó a dar clases, los bailes contemporáneos no eran muy conocidos en Sevilla, por lo que su idea fue vista al principio con recelo. "La gente llegó a decir que esto era una secta e incluso criticaban la manera en que vestimos. Después los bailes modernos cogieron más auge y el concepto fue cambiando. Cuando la gente vio la calidad de nuestro trabajo logramos la aceptación", explica.

Jacqueline vino a Sevilla a estudiar f lamenco y como conocía el hip-hop, jazz dance y otros bailes modernos decidió dar clases de manera independiente a la par de sus estudios. El aula era un salón del piso donde vivía y sus alumnos, amigos que sabían de su talento. "Nunca pensamos que la escuela llegaría a ser tan grande. Sólo se presentó una oportunidad en el momento justo y la supimos aprovechar", dice Vanessa, que se encarga de la administración del negocio desde hace ocho años.

Lo que empezó en un salón de clases es una hoy una escuela con una inversión de 90.000 euros, donde se han formado bailarines procedentes de distintas ciudades de Andalucía. Vanessa afirma que bailarines formados en esta academia han participado en concursos de alcance nacional e internacional, como Fama. Actualmente, Sevilla Dance Center, sita en la calle Miguel Cid 67, tienen una matrícula de unos 200 alumnos. El coste de la matrícula es de 35 euros y se paga una mensualidad de 42 euros.

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