viernes, 15 de junio de 2012
La cita que no fue
Las seis de la tarde. Ambos apagaron sus
ordenadores después de terminar la jornada. Él había insistido todo el día por
otra cita.
Después de tanto dudar, Ella asintió, pero al
final no cumplió su promesa.
Evitó el encuentro a pesar del deseo que
abrigaba de sentirse protegida entre sus brazos.
Adelanta los pasos hacia su morada. La incertidumbre
le acompaña hasta que por fin llega a la casa. Se sienta en una silla mirando a
la calle. Tiene la esperanza de que él aparecerá para rescatarla de su agonía.
Sus ojos bien abiertos, a la expectativa.
Piensa que en cualquier momento él irrumpirá y -sin mediar palabras- ¡zas! la ahogará
en sus besos tiernos.
Y ese corazón que acelera sus latidos...
Naaah! Puras ilusiones...La noche se hizo vieja durante su solitaria
espera.
Se retorcía de dolor, pobrecita niña.
¡Cómo lloraba! Parecía una desgraciada sin
dolientes. Se halaba los cabellos con fuerza. No quería estar, no quería
pensar. Pero lo hacía y lloraba más, de rabia, de impotencia, de amor.
Lloraba
porque, a veces, decidir lo correcto duele.
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