El segundo minero que fue rescatado transmitía una energía de “Sí, se puede. Es posible. Lo logramos”.
El primero de ellos en salir, Florencio Ávalos, lo hizo calmado, en paz. Se confundió entre abrazos y besos con sus familiares. Su hijo lloraba a gritos y los telespectadores con él, conmovidos, hinchados de ternura.
Chile no deja de sorprenderme. Cuánta unidad, cuánta fortaleza, cuánto orden... ¡es maravilloso!
Ahora la televisión sigue mostrando las imágenes de los mineros que faltan por rescatar de la profundidad de casi 700 metros en la que se encuentran desde hace 69 días, tras el derrumbe que cerró la única salida del túnel donde trabajaban.
Hasta el momento de publicar este post el minero Pablo Rojas es el número 19 en regresar a la vida.
De todo este evento que empezó el cinco de agosto, se desprenden tantas lecciones. Entre ellas: lecciones fe, de esperanza, de trabajo en equipo.
Roberto Ríos, el rescatista que trajo a Mario, llegó con la satisfacción del deber cumplido.
Rodolfo me contaba que probablemente alguno de los rescatistas sintió temor cuando le tocó el turno de sumergirse en las entrañas de la Tierra. Pero más grande es que tuvo el valor de vencer su temor para hacer lo que siente, que debe y quiere hacer.
“Respirar y avanzar, a pesar del miedo”, es otra lección.
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