lunes, 14 de noviembre de 2011

El 587 dejó un dolor que no "aterriza"

Si hubiera insistido más, si hubiera… Kenia Ortiz nunca sabrá la respuesta. Sólo le queda imaginarse cuál sería su presente si se hubiese atrincherado en la puerta de su apartamento en el Bronx, aquel 12 de noviembre de 2001, para evitar que su esposo José Hilton Sánchez, de 39 años, abordara el vuelo 587 de la aerolínea American, que se estrelló en Queens, Nueva York.

Desde que él le contó de sus planes para venir, un intenso presentimiento la invadió: “Yo le pedía que no viajara, que esperara a diciembre para que nos fuéramos juntos. Pero él no me hizo caso. Decía que yo no quería que él viniera porque estaba celosa. A veces creo que me faltó insistir más”.

Quizás insistir no era la clave. José Hilton estaba decidido. Tenía el vuelo comprado para el día 13 de noviembre, pero lo cambió para acompañar a su hermano Elvis, que temía abordar aviones y no quería viajar el día 13, “porque era de mala suerte”, narra Kenia, quien se encuentra de visita en su natal Villa Sombrero, Baní. 

“Cuando él bajó las escaleras, corrí a pararme en la ventana y vi cómo desapareció de repente. Volví a sentir esa incomodidad en el cuerpo que me decía que algo malo iba a pasar”, recuerda. Un par de horas más tarde un familiar la llamó para decirle que el avión que abordaron José Hilton y Elvis cayó.

Eran las 9:30 a.m. El avión Airbus 300 apenas duró en el aire un minuto y escasos segundos, después de que despegó a las 9:14 a.m.

Han pasado diez años y los familiares viven la catástrofe como si hubiese ocurrido ayer. De los 176 dominicanos que fallecieron en el vuelo que cobró la vida de 265 personas, 45 procedían de Baní. Muchos banilejos residentes en el exterior prefieren visitar su pueblo en noviembre para celebrar junto a sus familiares las patronales, de ahí que tanto hijos de Baní ocuparan el 587. En aquella época se suspendieron las celebraciones y las fiestas se limitaron a oficios religiosos para unirse al luto. 

Kenia vio en la televisión, junto a su niña de 11 años y su niño de 4, cómo las llamas consumían el avión. “Mi hija y yo caímos inconscientes. Los vecinos llamaron a los bomberos para que rompieran la puerta y nos llevaran al hospital. Pasé varias semanas encerrada en mí misma, con la mirada perdida en el infinito. No me enteraba de lo que pasaba a mi alrededor. Sólo quería dormir”, dice.

El hecho ocurrió cuando todavía estaba latente la conmoción por el ataque terrorista al “World Trade Center”. Para quienes esperaban en Baní el sufrimiento no fue menos. Mercedes Ruiz, que reside en el sector Santa Elena, se enteró de la muerte de su única hija casi al instante. “Ese día me levanté temprano para preparar la llegada de Margarita. Encendí el televisor y al poco rato pasaron imágenes del avión que se cayó. 

Después de ahí no supe de mí”, cuenta Mercedes, que se intranquiliza cuando ve aviones. Su esposo, Pablo Bautista, iba camino al Aeropuerto Internacional de Las Américas (AILA) a buscar a su hija, pero fue recibido por un gentío llorando aturdido y desesperado. “Le dije a Mercedes: Llegué vacío. Mi hija se perdió. Fue muy duro”, cuenta el padre de Margarita, una mujer de 49 años. 

La tragedia también tocó la casa de su vecina Josefina Pimentel. Ella no puede evitar el llanto cuando recuerda el momento en que se enteró de la muerte de Ramona Amparo. 
La naturaleza pareció darle señales de la tragedia a Ramona Amparo que sus familiares no captaron: “Ella no quería viajar, estaba totalmente negativa. Pero sus hijos la convencieron porque debía ´dar entrada´ a su residencia”, expresa.
Impotencia, espanto, dolor. Esos sentimientos todavía acongojan a quienes vieron morir a un ser querido en ese fatídico vuelo. Francisco Peña, que perdió a su única hermana, dice que será inolvidable. Juana, de 62 años, solía viajar a Baní todos los años para hacer obras de caridad. Disfrutaba cooperar con el hogar de ancianos y el de niñas huérfanas, así como con la gente de los sectores más humildes. “Pueden pasar los años que sea, no importa. Siempre vamos a recordar a Juana y a llorar por ese día”, indica.



Kenia Ortiz
"Yo creía que era mentira, que él iba a llegar a la casa en cualquier momento. Fue terrible. Es un vacío que nunca se llena”.
Pablo Bautista
"En el aeropuerto había una confusión, un llanto, desesperación. Había que tener valor para estar ahí de pie. Queda un dolor muy grande que no se puede explicar"


En el sector BHD de Baní se erigió este monumento en honor a las personas que murieron en el vuelo.


FOTOS: Danny Polanco.


Publicado en El Caribe

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