sábado, 14 de febrero de 2009
Amor, amor, amor
Confieso que el amor tocó a mi puerta a los catorce años. Los pasillos del colegio fueron testigos. Era amor verdadero. No puedo explicar cómo lo sé, hay que sentirlo para descubrir el significado de ese sentimiento porque no hay palabras que lo expresen.
No sé si él lo supo. La verdad es que nunca tuve el valor de decírselo de frente. Aunque pensándolo bien, segurísimo que se dio cuenta. Se me notaba en cada paso, en cada mirada, en cada gesto.
Lamentablemente, justo al término del bachillerato llegó el final de mis días felices de amor. La vida me lo quitó sin dármelo.
Por un momento piensas que el sentido de vivir se aleja también. Sin embargo, el amor no es egoista, sino, impredecible: te quita y te da viene cuando quiere y cuando se cansa se va.
Cuando la historia termina pensamos que enamorarse no ocurrirá otra vez o que no encontraremos una pareja como la perdida. Que va, todo eso es metira ¡yo lo sé!
Porque luego de los catorce, llegaron los quince, los dieciséis, los diecisites y otros años más. Con ellos, nuevos amores y otras experiencias cada vez más superiores.
Algunas no como quería, otras mejor de lo que esperaba, en algunas recibí más de lo que dí. Pero vienen, sí, vienen. Es cuestión de tiempo. Cada historia es especial, posee un encanto incomparable.
El amor es magia, no trates de encontrarle razón, no rompas el hechizo. Sólo vívelo y disfrútalo cuando esté a tu lado.
Cuando se asoma a nuestra existencia sentimos que vale la pena estar, tenemos una razón poderosa y enigmática para continuar este viaje. A todo le hallamos sentido y vivimos con una melodía imaginada que zumba en nuestro oído todo el día.
Leí por ahí que, en teoría, el amor verdadero es capaz de superar cualquier obstáculo y de hacerse más fuerte con los impedimentos que encuentra en el camino.
Ama a tu pareja, es decir, acéptala, valórala, respétala, dale afecto y ternura, admírala y compréndela.
Si no la tienes aún, no te desesperes, llegará...
Publicado en Mi Revista (Edición mensual que se produce en la ciudad de Baní)
Escrito por Felivia Mejía
No sé si él lo supo. La verdad es que nunca tuve el valor de decírselo de frente. Aunque pensándolo bien, segurísimo que se dio cuenta. Se me notaba en cada paso, en cada mirada, en cada gesto.
Lamentablemente, justo al término del bachillerato llegó el final de mis días felices de amor. La vida me lo quitó sin dármelo.
Por un momento piensas que el sentido de vivir se aleja también. Sin embargo, el amor no es egoista, sino, impredecible: te quita y te da viene cuando quiere y cuando se cansa se va.
Cuando la historia termina pensamos que enamorarse no ocurrirá otra vez o que no encontraremos una pareja como la perdida. Que va, todo eso es metira ¡yo lo sé!
Porque luego de los catorce, llegaron los quince, los dieciséis, los diecisites y otros años más. Con ellos, nuevos amores y otras experiencias cada vez más superiores.
Algunas no como quería, otras mejor de lo que esperaba, en algunas recibí más de lo que dí. Pero vienen, sí, vienen. Es cuestión de tiempo. Cada historia es especial, posee un encanto incomparable.
El amor es magia, no trates de encontrarle razón, no rompas el hechizo. Sólo vívelo y disfrútalo cuando esté a tu lado.
Cuando se asoma a nuestra existencia sentimos que vale la pena estar, tenemos una razón poderosa y enigmática para continuar este viaje. A todo le hallamos sentido y vivimos con una melodía imaginada que zumba en nuestro oído todo el día.
Leí por ahí que, en teoría, el amor verdadero es capaz de superar cualquier obstáculo y de hacerse más fuerte con los impedimentos que encuentra en el camino.
Ama a tu pareja, es decir, acéptala, valórala, respétala, dale afecto y ternura, admírala y compréndela.
Si no la tienes aún, no te desesperes, llegará...
Publicado en Mi Revista (Edición mensual que se produce en la ciudad de Baní)
Escrito por Felivia Mejía
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