domingo, 5 de diciembre de 2010

El nombre que perdí

Traté de recodar cómo era que le llamaba al aparato que me calentaba en esas noches frías. Me aterra rememorar aquellos inviernos crudos. Sufría mucho ese frío implacable. Las temperaturas tan bajas provocaban que me picara el cuerpo por la resequedad, sobre todo los muslos y la cara. 
¿Plancha? ¿Estufa? ¿Placa? ¿Panel? Ufff no recuerdo. Me preocupa, me entristece que haya olvidado el nombre de ese aparato que traía consuelo a mi cuerpo cuasi en hipotermia. 
 ¿Y no es que dicen que lo que se ama permanece para siempre? Pues aquí esa teoría no funcionó. Y mire que yo sí amaba ese aparato. Pensándolo mejor, no es que lo haya olvidado, es que no lo recuerdo del todo. Quizás si lo tengo enfrente se esfuman todas las dudas y todo vuelve a ser como antes.
La distancia quiebra, la cercanía une. 
Sus líneas se dibujan muy claras en mi memoria. Tenía tres tubos que se encendían como lámparas con una luz amarilla súper brillante. Una especie de malla metálica cubría la parte frontal. Era pequeña, de color blanco. La ponía en el suelo para encenderla al lado de mi cama, a los pocos minutos mi habitación estaba cálida.
Antes de su llegada, yo dormía con dos medias de lana hasta las rodillas, pijama de pantalón largo y dos abrigos de algodón. Y encima una frazada. Y encima el frío. De verdad, el frío no se iba.
Un par de noches llegué a llorar por la desesperación y la impotencia de no soportar el frío en esa casa sin calefacción, cuando afuera hacía menos cero grados.
Ella y yo –a ver, ahora la trato como femenina porque la nombro como “lámpara”- nos conocimos en el escaparate de una pequeña tienda que estaba camino a mi piso. Nueve euros pagué por tenerla. No podía creer que mi problema de frío tenía una solución tan económica. La compré de una vez. A la semana de usarla se dañó. Fui a la tienda y me la cambiaron.
La apreciaba tanto que cuando me mudé de país, a donde ese tipo de frío es desconocido, decidí que debía dejarla con una amiga querida, para sentirla cuidada y protegida, como ella hizo conmigo.
En el nuevo espacio que habito las "lámparas calientes" están de más, lo que procuro son ventiladores que refresquen mis días. Por eso ya no tenía necesidad de hablar de calentadores, "lámparas" u otros objetos parecidos.
Su figura regresó a mi presente porque leí en las noticias de la ola de frío que afecta a España.
Me angustia que no recuerde el nombre de aquella ¿Plancha? ¿Estufa? ¿Placa? ¿Panel? Porque así como a ella también podría borrar otras cosas o momentos o –pero aún- personas, y conservarlas solo como una imagen brillante en mi pensamiento que me trae alegría, pero de la que no atino posicionar en un contexto o no logre algo tan simple como pronunciar su nombre. Tengo miedo.

7 comentarios:

Esther Campusano dijo...

jejej, la estufita

Esther Campusano dijo...

la estufita jeje

Felivia dijo...

Síii! La estufita!! La famosa estufita jajajá
Pero le decíamos otro nombre también, o no?
Gracias, Mary :)

mariateresamorel.blogspot.com dijo...

Ay mana, lamento decirte que tu amada "lámpara" dejó este mundo este invierno no resistió el uso que le taba dando manita ó ya llegó al fin de su ciclo vital...jejeje ahora hemos tenido que hacernos con un par de aparatos de esos mija porque el frío tá que pela.

Esther Campusano dijo...

Radiador

Felivia dijo...

Ay Maritere!! Me sorprende que todavía hasta hace poco estuviera funcionando la "lámpara". Salió buena de más jajajá Mucho duro!! Me alegra que mi querida Roxxy le haya sacado provecho, esos aparatos sacan de apuro.
Ay mija, cuídense, abríguense bien... las compadezco, ni quiero acordarme de esos fríos!

Felivia dijo...

Un besote para Mary Esther :)