viernes, 17 de diciembre de 2010

El valor de una joya preciosa

A Mayra la llamé para felicitarla por su cumpleaños. Teníamos como ocho meses desconectadas de nuestras actualidades. En el colegio éramos las mejores amigas. A medida que fuimos creciendo e involucrándonos en actividades distintas nos fuimos separando. Pero siempre estábamos presentes en fechas especiales, como los cumpleaños, o nos llamábamos de vez en cuando para saludarnos.
Mayra se puso eufórica con mi llamada. Yo también estaba feliz de hablarle. “Vamos a juntarnos que tengo cosas que contarte”, me dijo.
La semana siguiente nos vimos en un pequeño café. Entre capuchino –ella- y jugo de cereza –yo- empezamos la charla.
Después de aplaudirnos por los logros alcanzados en el ambiente laboral llegó el tema de los amores. Mayra me contó su decepción más reciente. Cuando nos juntábamos nos reíamos de los amores rotos pero en esta ocasión, en vez de brindis hubo lágrimas.
Qué rabia me dan esas historias de hombres mentirosos. Por un momento no supe qué decir. De mi boca lo primero que salió fue una serie de insultos dedicados al susodicho que osó chasquearle el corazón a mi amiga. “¡Ese idiota! ¿Qué se cree ese estúpido? Quisiera llamarle animal pero sería insultar a ese noble raza”, expresé totalmente indignada.
Después de los últimos sorbos a mi jugo de cereza la mente como que se me iluminó. Mayra me escuchó un discurso que la reconfortó.
Le dije: “Mayra, eres una hermosa india banileja, trabajadora, independiente, preparada, cariñosa, simpática... eres una joya preciosa. Y como tal mereces estar con quien te valore. No todo el que quiere tiene un diamante sino quien puede. Y cuando quien puede se decide a hacer una inversión para adquirirlo es porque conoce su alto valor.
Quien tiene una joya la cuida, la mima, la guarda en un lugar seguro y especial. Está orgulloso de su prenda y no duda en mostrar a los demás su satisfacción de tenerla. Se preocupa de conservar sus excelentes condiciones.
Eres una joya y si ese tipo no tiene la capacidad de apreciarte por lo que eres entonces no vale la pena que andes desperdiciando lágrimas por él. Hermana, él se lo perdió. ¡Ese bruto!”.
Me ha pasado como Mayra, que creo que el mundo se me acaba cuando se rompe una relación.  No se puede forzar al otro a que te ame. Que amemos con toda nuestra fuerza no es garantía de que la otra persona sienta lo mismo. Si alguien no nos quiere, pues creo hay que alejarse, si nos quedamos nos hacemos daño. Es una decisión dura, muy difícil pero lo más saludable.
Cuando alguien quiere bien, se preocupa por el bienestar del otro y lo último que quisiera es dañar.
Al final logré sacarle unas carcajadas a Mayra. De capuchino y jugo de cereza pasamos a chocar unas copas de vino. Fuimos felices. ¡Que vivan las mujeres!

2 comentarios:

Jhonatan Liriano dijo...

Las joyas no se encuentran todos los días, es cierto. Pero tampoco los hombres están siempre dispuestos a cuidar una joya. Es un asunto de actitud y decisión. A veces tienes a tu lado a la mujer más hermosa del universo, pero no tienes el deseo de comprometerte del todo, por miedo a perder la libertad, por deseo de seguir caminando sin rumbo, por inseguridades, porque el sentimiento no es el mismo...

Lo penoso, pienso, es la falta de sinceridad. Si no se está dispuesto a construir una relación, que siempre es una construcción, no se debe provocar la pérdida de tiempo, ni el maltrato de los afectos entregados.

Con esto no quiero ser el abogado del diablo, pero en los últimos meses me he visto y he visto mi entorno para darme cuenta que, en parte, algunas desconsideraciones son el resultado de una cultura machista y enferma, que además nos muestra unos patrones de éxito y bienestar que están muy distanciado del crecimiento integral del cuerpo, la mente y el espíritu.
Al final de la cuenta maltratamos a la joya, nos quedamos en la solitaria informalidad, y terminamos enredados –por temor a la entrada de los años- con la mujer que siempre puede ser una prenda, pero nunca una joya.

Felivia dijo...

Amar es para valientes!

Jhonatan, gracias por la visita y por tu mensaje :)
La última parte: "Al final de la cuenta maltratamos a la joya, nos quedamos en la solitaria informalidad, y terminamos enredados –por temor a la entrada de los años- con la mujer que siempre puede ser una prenda, pero nunca una joya", me ha dejado pensando... Qué pena que dejemos escapar una joya por estar de inseguros y temerosos!

Encontré tu blog y me gustó mucho. Tienes un talento divino para escribir, publica más!!

Te dejo un abrazo enooorme :)