sábado, 12 de septiembre de 2009

Muchas escuelas, pocos policías

La labor de la Policía Escolar es apreciada en los planteles donde actúan, y anhelada en los que no están. Pero sus filas son insuficientes para suplir la demanda.


Foto: Carlos Mejía

Al principio, la idea era que ayudaran a los escolares a cruzar la calle. Diez años después, las obligaciones de la Policía Escolar han aumentado. Y con ellas sus integrantes, pero aún son pocos.

Apenas el ocho por ciento del total de centros educativos del país cuenta con uno o dos agentes. El resto tiene que ingeniárselas como pueda.

La Dirección General de Policía Escolar cuenta con 1,110 miembros activos repartidos en 400 centros educativos. Se registran unos 5 mil 300 edificios donde funcionan 13 mil liceos y escuelas (un sólo plantel alberga varias escuelas diferentes divididas en tandas matutina, vespertina y nocturna).

“Se ha implementado un sistema de patrulla y monitoreo para las escuelas que no tienen policía o donde hay poco personal de seguridad. Ellos hacen contacto con los directores, en especial en aquellas en que han denunciado problemas”, informa el director general de la Policía Escolar, coronel Francisco Romer López.

El oficial, con seis meses al frente de esa dependencia, explica que tiene el interés de aumentar la tropa. Para lograr ese objetivo, asegura que trabajan para formar en los próximos días una nueva promoción.

“El interés es que en todas las escuelas haya un agente, priorizando los centros que se tornen conflictivos, porque no es una constante que los estudiantes incurran en hechos delictivos”, apunta.

La jornada de esos guardianes inicia antes del izamiento de la bandera. Durante el día se mantienen merodeando el entorno hasta que llega el mediodía y suena el timbre de despachar a los alumnos. Entonces, retoman su primera función de dirigir el tránsito para que los estudiantes puedan trasladarse sin inconvenientes.

El respeto y orden que fomenta esa figura ha permitido reducir al mínimo la incautación de armas blancas, los disturbios entre pandillas y la presencia de drogas en planteles donde antes esas irregularidades eran frecuentes.

“Las riñas prácticamente no existen. Casos como agresiones por bandas o que volaron las verjas o casos de drogas, nada de eso. Lo poco que ha ocurrido han sido riñas y en raras ocasiones se les despoja de cortaplumas”, explica.

Son más las opiniones a favor. El representante de la Sociedad de Padres y Amigos ante el consejo escolar de la Secretaría de Educación, Alejandro Cáceres, argumenta que impera que se aumenten los integrantes de ese cuerpo policial para poder satisfacer, al menos, la demanda de escuelas que están en zonas vulnerables a la delincuencia.

“Ellos realizan una labor encomiable. Enviamos muchas solicitudes, es lamentable que no haya personal para cubrir esas necesidades”, expresa.

Garantías de un ambiente seguro

Amplia formación

En 1999, la Policía Nacional creó el Departamento de Policía Escolar. En el 2003, el decreto 220 del Poder Ejecutivo la eleva a dirección general con la misión de dar plena seguridad a la comunidad educativa nacional, incluyendo sus instalaciones físicas y propiedades patrimoniales, además de velar por la tranquilidad y el orden en los centros educativos y su entorno.

Tienen presencia en el Distrito Nacional, San Cristóbal, Peravia, Azua, Barahona, Pedernales, Santiago, San Pedro de Macorís, Monte Plata, La Romana, El Seibo y San Francisco de Macorís.

Aparte de la tradicional formación policial, esos centinelas son capacitados en derechos humanos, primeros auxilios, sobre el Código de Protección de Niños, Niñas y Adolescentes, control de pandillas, antiterrorismo, defensa personal, procedimiento penal, manejo de armas cortas, control de motines, combate de incendios, drogas, resolución pacífica de conflictos y tránsito, entre otros.

Además, están entrenados para actuar en situaciones de desastres y emergencias tomando en cuenta que en temporadas ciclónicas las escuelas funcionan como albergues.

“Participamos en reuniones con los directores y padres de los alumnos para estar comunicados y conocer sus inquietudes”, enfatiza López.

En lista de espera

Varias escuelas llevan años a la espera de que les asignen un agente de seguridad para acabar con el acoso de pandilleros que usando mil tretas logran internarse en sus pasillos para agredir o hurtar.

Algunas atribuyen su urgencia al peligro que amenaza a los estudiantes para llegar a la escuela porque están ubicadas en zonas de congestionado fluyo vehicular.

Son los casos de las escuelas básicas Chile, en San Carlos; y República Dominicana, en Villa Juana; así como el liceo María Auxiliadora, sito en el sector del mismo nombre, todas en el Distrito Nacional.

Por otro lado, algunas autoridades docentes guardan la desagradable experiencia de haber lidiado con policías escolares irresponsables que muy poco o nada aportaron a la preservación del clima de paz en los ámbitos que les correspondió vigilar y hay quien los llama “inoperantes”.

El coronel López afirma que esos son casos aislados, porque en general los agentes demuestran una conducta adecuada. Para evitar ese tipo de incidentes, indica, cuentan con supervisores que periódicamente evalúan el desempeño del equipo.

“Tratamos de dar asistencia a todo lo que está a nuestro alcance para que todo marche bien. Tenemos un tribunal disciplinario donde se rinden las faltas y se corrigen”, dice.

Los agentes están a la disposición de los maestros

Entre las funciones del policía escolar no está la de inmiscuirse en las normas establecidas dentro de las aulas, a menos que el maestro o director le solicite su intervención.

Por ejemplo, en la escuela Socorro Sánchez, del sector Villa Duarte, si la dirección se entera de que estudiantes planean disturbios en clases, el maestro procura la presencia del policía escolar para que calme los ánimos de los jóvenes.

“Si alguna información nos llega, como medida de prevención realizamos requisas sorpresivas para evitar que los muchachos se peleen. El agente también hace un recorrido por los pasillos para constatar que todo esté en orden. Contamos con él en la tanda matutina desde las 7:00 a.m. hasta las 12:30 p.m.”, puntualiza la directora Amanfis Cuevas.

Esta particular guardia ha sido concebida como una red de conciliadores, no como represores.

Sólo los supervisores portan armas de fuego, el personal a su cargo tiene una macana y un chaleco reflectivo para realizar su trabajo.

Ahora visten de pantalón verde y camisa manga corta de un tono más claro de ese color identificada con el escudo de la institución. Próximamente se les cambiará el uniforme a pantalón azul oscuro, camisa azul claro.

Publicado en El Caribe

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