Yo, la reina de las palabras. Yo, la que habla sin parar. Yo, la que jode con lo que dice o devuelve a la vida con su voz –al menos, eso pensaba hasta hoy- O sea, Yo, la periodista.
Me creía la que mejor decía, la que mejor externaba sentimientos, la que podía persuadir y encantar con sólo decir. Que conste que lo que pasa es que las palabras me fluyen solas, me salen del corazón. Son sinceras. Las tengo ahí, en el alma. Hasta que no las saco no estoy en paz.
Era frecuente escucharme la queja de que yo siempre era la que escribía mensajes lindos y que nunca recibía nada romántico. Hasta que llegó él y mis armas ahora me apuntaban a mí, a su reina. Traicioneras.
¿Cómo fue posible? Buena pregunta, lo lamentable es que esa es otra de las interrogantes del montón que tengo sin respuestas, referentes al mismo tema: Él.
Porque todo avanza como quiere, porque así es el amor: va a su modo. Uno quiere que vaya más rápido o más lento. Y esa chichigüita va como quiere, surcando cielos, subiendo y bajando. Una desde abajo, con el bollo de hilo en la mano, cree que es quien la está guiando. Y no. La bendita chichigua se manda sola con el viento de cómplice.
Pero, bueno, volviendo al tema… No sé explicar cuándo fue que se cambiaron los papeles y yo pasé de ser la disparadora a la ser disparada. Pero pasó –Y pasa, ¡huy!-.
Al principio Él no era de mucho hablar. Yo le enviaba a su teléfono móvil un montón de mensajes cariñosos, explosivos, tiernos… kilométricos mensajes. Desde su número yo recibía, una hora después, un escueto “Gracias, mi amor” o “Yo también” o "Yo más, mi vida", con suerte. Como se imaginarán, eso me ponía grave.
Después me fui acostumbrando. Entendí que el tipo era un poco desabrido, pero que eso no significaba que no me quería. En fin, no me volví loca por aquello que consideraba un desplante. Seguía enviando mis mensajes de mujer enamorá sin esperar respuesta.
“Es que nadie domina el arte de las palabras como tú, querida”, me decía a mí misma de manera oronda, jactanciosa, vanidosa.
No tenía ni idea de que sí existía alguien con un doctorado en palabras y que yo a su lado apenas era una chica de primaria. ¡Quien lo diría!
Pues, nada, les cuento que me pincharon la vejiga. Tremenda sorpresa me causó la explosión. El chico escribe y ¡de qué manera!
De repente ahora sale con unos mensajes matadores. Me tiene desarmada. ¡No sirvo para nada! –Es horrorosamente emocionante, eh! jejeje-
Ay, madre mía. Estoy hecha un caos. Estoy que solo sé abrir los ojazos y apretar los labios cada vez que chequeo ese “Mensaje Nuevo” en mi buzón del móvil, que me dice que el remitente es "Mi More". No encuentro sitio, me muevo de aquí para allá. Leo, releo y requeteleo el mismo mensaje cuchucientas mil veces. Y vienen los suspiros… Aaaaahhh…. Y vuelvo a leer ese mensaje: “Te quiero cada día más”… Otra tanda de suspiros que me asedia…. Aaaahhh… Otro mensaje que releo: “Donde quiera que estoy, deseo tu presencia conmigo. Te extraño”. Bueno, ya ustedes saben lo que viene después. Sí, otro suspiro. Exacto. Ah! Todo el proceso va acompañado de una sonrisota que no puedo evitar. Se me queda pegada como una postalita aunque no tenga el teléfono móvil enfrente.
Todo va bien hasta que reacciono que debo responder. Oh-oh. ¡Diantres! La mente se me pone en blanco, quisiera decirle un paquete de cosas pero no me salen las palabras! Caramba, ya lo entiendo a él. Ahora ese “Gracias, mi amor” y “Yo también” tienen sentido. He quedado muda. ¿Puede usted creerlo? Es insólito. Es maravilloso. Es el amor, Yuupiii :)
1 comentario:
Me alegro mucho que te vaya bien en el amor.
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