lunes, 19 de octubre de 2009

El drama de izar la bandera de colores


Esperaba encontrarme con una mujer voluptuosa, de larga melena rubia, con los ojos delineados de negro intenso, una modelo, como la que había visto antes en las fotos de su blog. Pero quien me recibió en su casa fue un aspecto femenino común y corriente, de pelo corto, con el rostro al natural, sin una pizca de polvo compacto.
Con peluca o sin peluca, Thalía Almenderos –como prefiere llamarse mi entrevistado transexual- es muy simpática y afable. Su belleza no la aportan los tantos complementos que usa para verse mujer, sino su determinación y valentía de mostrarse a los demás como realmente se siente ser.
A nuestra cita, pautada para las tres de la tarde, llegué media hora antes. No se molestó. De inmediato me abrió las puertas de su hogar, y pocos minutos después, las de su corazón.
Debía verla porque es la coordinadora del grupo Trans Siempre Amigas y era una pieza clave para completar mi reportaje sobre la situación social de los Gays en República Dominicana.
Me contó que para los transexuales sobrevivir en una sociedad que no concibe otra cosa que ciudadanos heterosexuales, es una tarea aún más ardua que para cualquier otra persona que manifieste una orientación sexual diferente.
Ella habla con soltura y seguridad. Se pasa la mano por su pelo químicamente alisado mientras me explica que el hecho de exhibirse en público como se sienten automáticamente las despoja del derecho a la educación o al trabajo, porque en esos lugares no se concibe la presencia de un hombre vestido de mujer.
“No nos queda otra opción que trabajar en un salón de belleza, en una floristería o de maquillistas porque no nos aceptan en ninguna otra parte. El rechazo obliga a muchas a recurrir a la prostitución porque es que no tienen otra alternativa”, dice.
El drama para los que se deciden a ejercer esta última labor es aún más desgarrador. Aunque se trata de un episodio contado en innumerables ocasiones, no deja de sorprender: “La Policía abusa mucho de las trans, cuando las ven en la calle las apresan sin motivos, las despojan de sus pertenencias, las golpean, las agreden y las obligan a que les hagan el trabajo sexual”.
Acudir a un hospital golpeada es todo un trauma. Thalía habla de la experiencia de sus otras compañeras que sufren la burla del personal médico y de pacientes en el hospital, quienes, dice, se rien de su apariencia. “La gente cree que a la emergencia ha llagado un espécimen raro y se riega la voz de que hay un transexual para que todo el que quiera vaya a verle, como si se tratara de un circo. Se rien de su vestimenta, de su maquillaje y le vociferan palabras denigrantes”, dice.
Algo que tiene claro la comunidad de gays, lesbianas, bisexuales y transexuales (GLBT) es que las burlas y los chistes de mal gusto no acabarán. Pero exigen respeto.
Mirla Hernández, activista autónoma lésbico-feminista, lo resume así: “Lo más importante es el derecho de salir a la calle, sin que te señalen. Que la gente te diga cosas en la calle eso va a pasar siempre pero que no te criminalicen por eso, que la policía deje de estar agarrando a los muchachos y muchachas por eso por que se vean machorras o muy partidos”.

La odisea de salir del clóset

También conocí a Daniel, que tiene un pie adentro y el otro fuera del clóset. Aunque su comportamiento y manera de hablar a veces casi delatan que es gay, él trata de mostrarse como lo que aparenta, un heterosexual, porque debe cuidar su puesto de trabajo que con tanto esfuerzo se ha ganado.
Él critica la doble moral que vive una gran parte de la sociedad, que sabiendo la realidad se empeñan en taparla con un dedo: “Una persona te dice que es la más liberal del mundo y que no tiene problema con los homosexuales pero cuando se trata de tener a un pariente cercano lo rechaza. La gente en la palabra te dice que acepta la homosexualidad pero cuando la tiene de frente cambia de actitud”, me dice.
Ese rechazo provoca que la mayoría de los GLBT permanezcan de incógnita, forzados a mantener una doble vida que los deprime. Algunos después de vivir un proceso de frustración, logran levantarse y salir adelante, hay quienes optan por ser activistas o establecer un negocio y vivir del gueto.
“Es una sociedad que al final de cuentas tú no la sientes tuya porque te discrimina. Tu puedes luchar durante algún tiempo contra la homosexualidad muchos de nuestros muchachos luchan contra eso porque ven el panorama y saben que no es fácil. Pero hay cosas con las que tú no puedes luchar y una de esas es la homosexualidad. Eso no se cura. Vives en una sociedad tu tiene que vivir la doble vida que a veces no quieres vivir y eso te traumatiza”, me confiesa Daniel.

Seres humanos

“No se trata de exigir derechos de los gays, se trata de derechos humanos, porque somos ciudadanos como cualquier otro”, me dijo uno de mis entrevistados.
Y creo que tiene razón. Tengo amigos gays que son excelentes seres humanos, trabajadores incansables, buenos hermanos, buenos hijos.
Sé que son gays porque se les nota en su comportamiento no porque me lo hayan dicho. De ninguna manera veo que su orientación sexual los hace inferiores ni menos competentes que yo o que cualquier otra persona que sea hombre o mujer.

GLBT, una comunidad invisible

Con este título publiqué mi reportaje porque atando cabos es la mejor conclusión que se puede sacar. La población GLBT pasa desapercibida en el Estado Dominicano. Sus derechos no están contemplados en documentos legales, ni se recogen en las leyes o la Constitución.
Si miramos hacia América encontramos que en México y Colombia existen normas que sancionan la homofobia y en Argentina se consienten las uniones civiles entre personas de un mismo sexo, por citar algunos ejemplos. En Estado Unidos, el presidente Barack Obama se reunió con ellos para “rendirles cuentas” sobre las promesas que les hizo durante la campaña con tal de contar con sus votos y que aún no ha cumplido.
Sin embargo, los GLBT en República Dominicana aún no se atreven a reclamar ese tipo de derechos. Sería mucho aspirar. Su lucha se centra en lograr que la sociedad les reconozca y les permita caminar las calles vestidos de sinceridad.
Estamos creciendo, pero aún nos falta mucho para entender que el mundo es plural, diverso y de colores.

Ver aqui reportaje escrito en el portal Público.es sobre la violencia homófoba

Imagen que ilustra esta entrada fue diseñada por Andrés De Peña

4 comentarios:

Josseiris Cuevas dijo...

Me gusta mucho el nombre de tu blog y tus articulos son bien interesantes!
Saludiitos!●๋•

Felivia dijo...

Gracias por la visita, Josseiris.

Un saludo!!

Sheila dijo...

Felivia, esa es una triste realidad para las personas que son diferentes a lo que espera la sociedad de ellas. En una nación con el grado de atraso que tenemos nosotros no se puede esperar menos de ahi. Creo que falta mucho tiempo para que podamos ver algún cambio favorable para este segmento de nuestra población, que merece respeto, admiración y solidaridad.

Felivia dijo...

Sheila, estoy de acuerdo contigo con que ese segmento de la población merece respeto, admiración y solidaridad.

Un abrazo fuerte!