lunes, 15 de diciembre de 2008

Cómo evitar que las nubes oculten el sol de la imaginación

Dentro del baúl de recuerdos seguro que todos guardamos el memorable día en que nos vimos en el aprieto de tener que buscar una solución original y justo en el instante en que se demandaba nuestra participación se nos ofuscó el pensamiento.

Algunos mantendrán intacto el momento en que tuvieron que emprender un importante proyecto en su área laboral y no les llegó a la memoria ni la más mínima idea de por donde empezar su encomienda.

Esas amargas experiencias no deben considerarse un problema que amerite alarmarse porque lograr que de repente se nos encienda el “bombillo” de las grandes ideas cuando lo más lo necesitamos tiene su técnica. Aunque para muchos parezca increíble, lo cierto es que alcanzar ese propósito es sólo cuestión de motivación.

El ingeniero financiero Rafael Arbide plantea que la clave de la gestión de innovación es la creatividad y que es necesario innovar constantemente porque de lo contrario seríamos víctimas del fracaso y el aburrimiento. “La creatividad puede aprenderse pero cuesta gran trabajo”, advierte Arbide, profesor emérito de la Escuela de Negocios EOI.

El catedrático señala que el primer paso es conocer cuáles son los obstáculos que nos impiden avanzar y que luego de que hayamos detectado las dificultades, lo siguiente es practicar algún ejercicio creativo para encontrar soluciones.

Entre esos ejercicios se destaca el “brainstorming” o lluvia de ideas, sistema que consiste en que un equipo de personas participe en una reunión donde cada quien se sienta libre de expresar sus opiniones. Un detalle a tomar en cuenta es que mientras mayor sea la cantidad de ideas que genere el equipo, mayor será la calidad de las conclusiones.

Según Arbide, nadie debe sentirse menos para manifestar su creatividad, porque todos los seres humanos son creativos, esa condición no está ligada a la inteligencia. Aunque, claro está, existen personas que tienen más creatividad que otras.

Hay tres tipos de motivación: la extrínseca, que viene de fuera del individuo; la intrínseca, que se da cuando el entusiasmo es propio; y la trascendente, considerada la más importante porque es tan fuerte que el individuo es capaz de contagiar con su frenesí a los que le rodean.

Para que la innovación se limite basta con que prime la resistencia al cambio, esa negación del ser humano a ser diferente o a salir de la rutina. En ese momento debe enfrentarse con entusiasmo y dinamismo con tal de conseguir que brille la luz y no suframos las consecuencias de un terrible “apagón”.

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