domingo, 14 de febrero de 2010

Travesuras de mi camisa roja



Siempre que visto mi camisa roja mangas tres cuarto estoy sonriente. Ese color me anima y siento que favorece a que mi día sea maravilloso.
Ese martes no fue la excepción. Andaba con mi camisa roja y una sonrisa que acentuaba mi mirada intensa.
Me detuve un momento en un estacionamiento para esperar a que llegara mi transporte. Como podrán imaginarse, algo mágico pasó. Se acercó a mí un desconocido que tras un saludo escueto, sin mucho protocolo y sorpresivamente, me pidió mi número de teléfono.
¡Huy no! Esperen... Casi me olvidaba: tras el saludo escueto, el desconocido pronunció un halago dirigido a mi “mirada hermosa” y después –ahora sí- pidió mi número de teléfono sin mucho protocolo y sorpresivamente.
Pues bien, él ya iba de salida en su auto, que, por cierto, su color se asemeja bastante al de mi mágica prenda de vestir. Como noté que él no tenía tiempo para una charla, a mi tampoco me dejó momento para dudar más que por unos segundos de si debía o no revelar mi medio de comunicación.
Todavía no sé por qué, pero ahí estaba yo mirando de reojo aquel desconocido que como carta de presentación lo único que dijo fue: “Soy un chileno que tiene muchos años viviendo en República Dominicana”. 
Medio cerré los ojos y apreté los labios mientras pensaba: “¿Pero y este tipo qué pretende?”.
Bueno, el caso es que aposté por mi intuición, que me daba luz verde. Pronuncié todos mis números.
Su llamada la conteste al otro día, la verdad, sin mucho interés. 
Más adelante, su manera de conversar, narrándome cuentos y sus experiencias de forma divertida, fue  motivando en mí curiosidad por conocer más de la historia de este peculiar extranjero.
Entonces, descubrí a un ser humano muy especial con alma de poeta que pronto se instaló en mi corazón.
Encuentros como éste son de esas cosas que te pasan en la vida que aunque quisieras, no puedes rechazar. Como única opción te queda estar dispuesta a recibir, disfrutar, tomar lo que trae, aprender, saciarte, escuchar, expresar, ofrecer, dar y compartir. Sí, compartir, porque también das de ti.
Y respiras porque sientes que no todo está perdido. Que en medio de un mundo tan convulso donde hay tantos engaños todavía existe sinceridad y se puede creer en la gente. 
Aahhh las travesuras de mi camisa roja... ¡Me encantan!
Hay ocasiones en las que arriesgar un voto de confianza es una buena inversión.

2 comentarios:

Sheila dijo...

Hola Felivia. A nosotras las mujeres se nos hace un poco difícil arriesgarnos, exponernos ante lo desconocido. Estamos viviendo en un mundo que sólo nos habla de peligros, y en ese querer protegernos, perdemos la oportunidad de conocer seres maravillosos, de conocer cosas interesantes.

Felivia dijo...

Gracias por tu visita, Sheila. Es como dices, en ese afán de protegernos nos perdemos de vivir experiencias maravillosas.
Qué pena.
Dejar a un lado los temores es un ejercicio que debemos practicar a diario.

Mi bruja querida,
te dejo un
abrazo fresquito :)