jueves, 18 de marzo de 2010
Céntimos, centavos, peniques, cheles y... ¡mentas!
Por Ibán Campo
Donostia - San Sebastián. País Vasco, norte de España. Entro al bar Ganbara y pido un hojaldre de txistorra (especie de longaniza) y un txakolí (vino blanco "endémico"). “Cinco con 40 euros”. Le doy al camarero 10 y me devuelve 4.60. En el supermercado cercano a la casa de mi madre, compro varios productos y la cajera me dice: “36.64 euros”. Le entrego 40 y el cambio es de 3.36. Me llevo una camisa de 29.95 euros de una tienda del centro y en la caja me dan 5 céntimos de euro cuando pago con 30. Regreso a Santo Domingo con una carterita con varias monedas de uno, dos, cinco, diez, veinte y cincuenta céntimos de euro.
Oxford, Inglaterra. En el Turf Tavern, me sirven una pinta de cerveza. Cuesta 3.25 peniques. La vuelta es de 1.75 al pagar con cinco libras esterlinas. El conductor del autobús me entrega 10 peniques porque le doy dos libras y el billete vale 1.90. En el Museo de la Torre de la ciudad recibo 25 peniques de la cobradora de entradas al pagarle con cuatro libras tres entradas que valen 1.25 cada una. Añado a la carterita de Donosti otra que contiene monedas de uno, dos, cinco, diez, veinte y cincuenta peniques.
Nueva York, Estados Unidos. En un pub irlandés de la tercera avenida, pago con 20 dólares una comida que me cuesta 15.65. Junto a la factura me traen 35 centavos junto a cuatro dólares. En una tienda de la quinta avenida, le compro a mi esposa un pañuelo-fular. La cajera pasa la etiqueta del código de barras y en la pantalla de la registradora indica 22.45 dólares. Entrego 50 dólares y recibo 27.55. Una tercera carterita que guardamos en casa acoge monedas de uno, cinco, diez, veinticinco y cincuenta centavos de dólar.
Santo Domingo, República Dominicana. La factura de la luz es de 3,455.87 pesos. La pago con 3,500.00 y me devuelven 45.00. Un poloshirt en rebajas cuesta 499.95. Pago con 500.00, sólo recibo la factura. En el colmado, la cuenta de un chocolate y una botella de agua asciende a 89.00. Me devuelven 10 y el colmadero, muy campante me dice: “Le debo uno”. La cuenta del súper es de 1,356.62. Pago con 1,500.00 y me devuelven 140.00 y 4 mentas. Así ocurre en bancos, restaurantes, bares... No tengo carterita con los llamados cheles. No circulan, aunque los precios los incluyen.
En nuestro país, día a día –salvo con raras excepciones donde el beneficiado es uno- nos quitan de “chin en chin”. Al final del año sus cuentas de ingresos aumentan y las nuestras registran un déficit. No conozco estudio alguno que haya medido lo que representa este trapicheo en términos económicos. Pero no he visto que alguien haya osado tomar acción para solventar esta situación cuyos montos económicos desconocemos. Hay una “subeconomía” monetaria cuyo valor sería interesante conocer. Pero, sobre todo, hay que buscar una solución para que todos, vendedores y compradores, tengamos las cuentas justas.
Donostia - San Sebastián. País Vasco, norte de España. Entro al bar Ganbara y pido un hojaldre de txistorra (especie de longaniza) y un txakolí (vino blanco "endémico"). “Cinco con 40 euros”. Le doy al camarero 10 y me devuelve 4.60. En el supermercado cercano a la casa de mi madre, compro varios productos y la cajera me dice: “36.64 euros”. Le entrego 40 y el cambio es de 3.36. Me llevo una camisa de 29.95 euros de una tienda del centro y en la caja me dan 5 céntimos de euro cuando pago con 30. Regreso a Santo Domingo con una carterita con varias monedas de uno, dos, cinco, diez, veinte y cincuenta céntimos de euro.
Oxford, Inglaterra. En el Turf Tavern, me sirven una pinta de cerveza. Cuesta 3.25 peniques. La vuelta es de 1.75 al pagar con cinco libras esterlinas. El conductor del autobús me entrega 10 peniques porque le doy dos libras y el billete vale 1.90. En el Museo de la Torre de la ciudad recibo 25 peniques de la cobradora de entradas al pagarle con cuatro libras tres entradas que valen 1.25 cada una. Añado a la carterita de Donosti otra que contiene monedas de uno, dos, cinco, diez, veinte y cincuenta peniques.
Nueva York, Estados Unidos. En un pub irlandés de la tercera avenida, pago con 20 dólares una comida que me cuesta 15.65. Junto a la factura me traen 35 centavos junto a cuatro dólares. En una tienda de la quinta avenida, le compro a mi esposa un pañuelo-fular. La cajera pasa la etiqueta del código de barras y en la pantalla de la registradora indica 22.45 dólares. Entrego 50 dólares y recibo 27.55. Una tercera carterita que guardamos en casa acoge monedas de uno, cinco, diez, veinticinco y cincuenta centavos de dólar.
Santo Domingo, República Dominicana. La factura de la luz es de 3,455.87 pesos. La pago con 3,500.00 y me devuelven 45.00. Un poloshirt en rebajas cuesta 499.95. Pago con 500.00, sólo recibo la factura. En el colmado, la cuenta de un chocolate y una botella de agua asciende a 89.00. Me devuelven 10 y el colmadero, muy campante me dice: “Le debo uno”. La cuenta del súper es de 1,356.62. Pago con 1,500.00 y me devuelven 140.00 y 4 mentas. Así ocurre en bancos, restaurantes, bares... No tengo carterita con los llamados cheles. No circulan, aunque los precios los incluyen.
En nuestro país, día a día –salvo con raras excepciones donde el beneficiado es uno- nos quitan de “chin en chin”. Al final del año sus cuentas de ingresos aumentan y las nuestras registran un déficit. No conozco estudio alguno que haya medido lo que representa este trapicheo en términos económicos. Pero no he visto que alguien haya osado tomar acción para solventar esta situación cuyos montos económicos desconocemos. Hay una “subeconomía” monetaria cuyo valor sería interesante conocer. Pero, sobre todo, hay que buscar una solución para que todos, vendedores y compradores, tengamos las cuentas justas.
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4 comentarios:
Vaya cuan identificada me siento con este articulo de Ibán Campo, es que nuestro país es tan especial, nadie se queja, todos pasamos como una gracia cuando nos devuelven con el paquete de mentas en vez de nuestro dinero, los comerciantes se hacen ricos de centavo en centavo, sin embargo cuando el asunto es al revés no se le ocurra a usted hacer lo mismo..que paisito tan peculiar el nuestro.
Cuando leí este escrito de Ibán me dió la impresión de que era yo la que contaba mi experiencia, pues me identifiqué también con ese sentimiento que él expresa. No dudé en compartirlo, con la esperanza de que se sigan sumando voces y así lograr que se escuche que tenemos derecho a un pago y una devuelta justa.
Resolver esa situación implica muchas cosas... por ejemplo, ya las monedas no existen! No encuentras por ningún lado "pesetas" ni cheles... creo que tendrían que fabricarlas de nuevo.
Te cuento, María, que el dominicano es un poco... qué decir? presumido? no sé... Es tan particular su personalidad que sé de muchos a los que no les gusta andar con monedas en los bolsillos y son los primeros en redondear la cuenta para dejar las monedas botadas, con tal de no andar con un "sonajero". Aquí no está la cultura de que los hombres anden con la famosa "carterita" que vemos en España para guardar los céntimos.
Ojalá se encuentre una solución a este caso.
Muchas gracias por tu comentario.
Un abrazote!!
Esos comerciantes son unos abusadores haciéndose ricos por los tontos útiles. Al principio uno se sorprendía que aquí en España todas esas moneditas se guardan en carteritas
Es un abuso, como dices Mary. Nos dejamos robar de manera mansa.
Un saludo!
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