Cada día era una dosis de tiempo, conocida medicina que todo cura, pero que en ella parecía no tener efectos. Todo permanecía intacto. Seguía amando como siempre, como la primera vez que sus ojos se vieron en los suyos. Inolvidable momento. Cuando lo recordaba, sonreía. ¡Qué magia tenía su mirada! Ella fruncía el ceño y comprímía los labios -sus expresiones favoritas para expresar inquietud-. Volvía a sonreir. Era una mezcla de sensaciones inexplicables. Sentía que faltaban respuestas. Aparte del amor, con ella también se quedó la confusión de si eran marrores, ojos claros o color miel.
viernes, 17 de septiembre de 2010
Misterio
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