miércoles, 22 de abril de 2009
Noticias vs. Publicidad
Cada vez que el editor me pide que ajuste una historia a una maqueta se me ponen los pelos de punta, me irrito, me pongo histérica. Lo correcto sería crear una maqueta conforme a la historia que tengo.
Esta situación se repite a diario en todas las salas de redacción periodísticas. Es un tema que me lleva a reflexionar.
Jóder, tía –sí, con acento en la O-, como dirían mis amigos españoles. ¿Esto es un negocio de vender publicidad o de ofrecer noticias?
Tengo que reconocer que hay una “verdad verdadera” y es que los periódicos no producen económicamente lo suficiente para mantenerse por sí solos. La mayor parte de los ingresos para pagar los gastos y obtener ganancias vienen de la publicidad. Los beneficios económicos por la venta de periódicos no alcanzan ni para pagar el costo del papel. Han dicho algunos que conocen el mercado.
Incluso noté en España que para aumentar las ventas y obtener mejores ingresos los periódicos atraen a los compradores (es probable que una parte de quienes los adquiere ni los ojea) con la oferta de productos u objetos, como enseres de cocinas, cámaras fotográficas, lentes de sol u otras mercancías acordes con la temporada.
Con esto no quiero decir que los lectores de diarios impresos estén disminuyendo, porque estoy convencida de aún le queda muchisimo a la tinta y el papel aunque los digitales digan lo contrario.
Mi queja es que es una pena que tengamos que mutilar una historia por darle cabida a una publicidad. A veces está tan bien coordinada la nota que es un crimen tener que recortar algunos párrafos. Entonces ya no nos llamemos periodistas sino vendedores de publicidad.
A diario van a parar a los zafacones importantes denuncias de gente que grita desesperada la marginalidad de su existencia en barrios que no tienen siquiera un servicio regular que cubra las más elementales necesidades humanas para sobrevivir.
Historias de vidas que urgen la ayuda de una mano amiga para continuar de pie. En mis inicios como periodista, una vez trabajé para un pequeño periódico al que llegó una joven contando que necesitaba 80 mil dólares para hacerse un transplante de hígado. Aunque se le atendió rápidamente y en un par de horas la nota ya estaba escrita, semanas pasaron y nada de “encontrar espacio” para publicarla.
Todo esto porque entraba una publicidad que llama al consumismo e invitaba a malgastar el dinero en cosas superfluas e insignificantes, en muchos casos, en nada aportan al bienestar social.
Qué rabia, qué impotencia y desesperación ver cuáles criterios se usan muchas veces para distribuir los espacios en un periódico. Dándole cabida al sensacionalismo y al morbo, como si en vez de ser la utopía que nos jactamos en creer de que somos la voz del pueblo y defensores de la democracia, seamos comerciantes del chisme y exaltadores del funcionario amigo que comparte lo que guarda en su bolsillo.
Esta situación se repite a diario en todas las salas de redacción periodísticas. Es un tema que me lleva a reflexionar.
Jóder, tía –sí, con acento en la O-, como dirían mis amigos españoles. ¿Esto es un negocio de vender publicidad o de ofrecer noticias?
Tengo que reconocer que hay una “verdad verdadera” y es que los periódicos no producen económicamente lo suficiente para mantenerse por sí solos. La mayor parte de los ingresos para pagar los gastos y obtener ganancias vienen de la publicidad. Los beneficios económicos por la venta de periódicos no alcanzan ni para pagar el costo del papel. Han dicho algunos que conocen el mercado.
Incluso noté en España que para aumentar las ventas y obtener mejores ingresos los periódicos atraen a los compradores (es probable que una parte de quienes los adquiere ni los ojea) con la oferta de productos u objetos, como enseres de cocinas, cámaras fotográficas, lentes de sol u otras mercancías acordes con la temporada.
Con esto no quiero decir que los lectores de diarios impresos estén disminuyendo, porque estoy convencida de aún le queda muchisimo a la tinta y el papel aunque los digitales digan lo contrario.
Mi queja es que es una pena que tengamos que mutilar una historia por darle cabida a una publicidad. A veces está tan bien coordinada la nota que es un crimen tener que recortar algunos párrafos. Entonces ya no nos llamemos periodistas sino vendedores de publicidad.
A diario van a parar a los zafacones importantes denuncias de gente que grita desesperada la marginalidad de su existencia en barrios que no tienen siquiera un servicio regular que cubra las más elementales necesidades humanas para sobrevivir.
Historias de vidas que urgen la ayuda de una mano amiga para continuar de pie. En mis inicios como periodista, una vez trabajé para un pequeño periódico al que llegó una joven contando que necesitaba 80 mil dólares para hacerse un transplante de hígado. Aunque se le atendió rápidamente y en un par de horas la nota ya estaba escrita, semanas pasaron y nada de “encontrar espacio” para publicarla.
Todo esto porque entraba una publicidad que llama al consumismo e invitaba a malgastar el dinero en cosas superfluas e insignificantes, en muchos casos, en nada aportan al bienestar social.
Qué rabia, qué impotencia y desesperación ver cuáles criterios se usan muchas veces para distribuir los espacios en un periódico. Dándole cabida al sensacionalismo y al morbo, como si en vez de ser la utopía que nos jactamos en creer de que somos la voz del pueblo y defensores de la democracia, seamos comerciantes del chisme y exaltadores del funcionario amigo que comparte lo que guarda en su bolsillo.
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2 comentarios:
Vaya que bueno saber que piensas asi, me alegra mucho que tengas esa sensibilidad, ojalá y se pueda pueda cambiar esa visión de de la prensa, que entiendan que no solo es ganar sino aportar un poco en la solución de los problemas de la sociedad. Cuidate Mucho y sigue asi...
Es un caos, pero ahí vamos... toreando la situación como podemos jeje
Un saludo!
Gracias por estar ;)
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