sábado, 1 de noviembre de 2008
Así es mi mamá
Publicado en Mi Revista
Ella todavía tiene guardado el vestidito que usé el día que cumplí mi primer año de vida, el mechón de mi primer corte de pelo y la ramita con que me echaron el agua bendita para bautizarme.
Preparó con esmero mis fiestas de cumpleaños, en especial, cuando cumplí los quince, y como para esa ocasión el vestido color limoncillo no le complacía desafío el tiempo y me mandó a confeccionar uno rosado que me quedara a la perfección.
Cuando me empeciné por estudiar Modelaje en Pasarela en una escuela de Santo Domingo, Ella se fue conmigo todos los sábados que duró el curso, puntualmente a las siete de la mañana, por considerar riesgoso dejarme ir sola.
Se esmeró al coserme el vestido blanco para que en mi graduación de bachiller yo fuera la más bonita y aplaudió emocionada cuando me entregaron el reconocimiento de honor.
Recuerdo con especial atención, el día que me atacó ese dolor que sólo padecemos las mujeres y yo estaba convencida de que esos eran mis últimos minutos de vida, Ella estuvo allí dándome sorbos de té de apio y masajeándome el vientre con una botella de agua caliente.
Siempre oportuna. Siempre dispuesta. Siempre preocupada porque mi hermana, mi hermano y yo tengamos lo mejor. Así es mi mamá.
Si me dedico a escribir todas las cosas que ha hecho por mí y agradecer cada de detalle que ha tenido conmigo, entonces muchas ediciones de esta revista solo hablarían de mi mamá y mis demás compañeros colaboradores, ansiosos, se enfadarían por no ver sus artículos publicados en mucho tiempo.
Por ende, para evitar una catástrofe de esa dimensión y respetar el derecho ajeno, emplearé el poco espacio que me queda sólo para reiterarle que la quiero mucho, que cada uno de sus gestos y acciones las guardo en el lugar más especial de mi corazón:
Decirte simplemente “gracias” sería exiguo, por tanto, te aseguro que todos los días me esfuerzo en portarme bien y superarme para manifestártelo con el ejemplo, como tú lo has hecho conmigo.
Quisiera expresarte cuánto te quiero, pero, aunque suene cliché o muy cursi, no encuentro las palabras precisas que puedan describir este sentimiento que por ti siento, es la verdad; solo una se da cuenta de que esas frases tan usadas son ciertas cuando se encuentra en esa necesidad. Por eso, como declararlo únicamente en español me parece poquito te lo digo en japonés: Ayiteru, en inglés: I love you y en francés: Je t’ aime.
Y como para medir la grandeza de mi cariño por ti no basta con tomar el mar o el cielo de parámetro, ni todas las piedras y arenas de la playa, ni siquiera lo intento, porque sé que es incomparable. Sólo le pido a Dios que te bendiga siempre y a todas las madres. Le agradezco por crear un ser tan sublime y presto a sacrificar sus anhelos con tal de que sus frutos realicen los suyos.
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