sábado, 11 de abril de 2009
Pasos de fe
El olor a incienso, los particulares sonidos de tambores y cornetas y la cera pegada en las calles son los primeros detalles que llegan a mi memoria cuando recuerdo la Semana Santa que viví en Sevilla. Pero lo que más me impresionó de la manera en que los sevillanos conmemoran este tiempo fueron las imponentes imágenes que cargaban en procesión las diferentes hermandades durante toda la semana y a toda hora.
Esas procesiones concitan la atención de miles de turistas que llegan desde todas partes del mundo, católicos o no creyentes, con el único interés de ver el religioso espectáculo (si acaso me permitieran llamarle así, sin ánimos de ofender o irrespetar).
A paso lento y coordinado, decenas de personas que forman las distintas hermandades se turnan para cargar en sus hombros pesadísimas esculturas de Jesús y la virgen María.
Esperanza de Triana.
Me conmovió de manera especial la imagen de la virgen Esperanza de Triana. La expresión tan profunda de pena y dolor, las lágrimas en su rostro, la posición de sus manos… acongojan al corazón más fuerte.
A las esculturas centenarias, con tallados artísticos que emocionan, le preceden cientos de Nazarenos que cargan velas o una cruz de madera, con el rostro oculto, vestidos con hábito blanco y dependiendo de la hermandad, usan una túnica morada u otro color.
Formar parte de alguna hermandad es un honor y un orgullo que se transmite generación por generación.
Conocí a Ángel, un joven de unos 25 años, que desde adolescente participa en los pasos de Semana Santa. Con orgullo me enseñó una tutuma que tiene entre sus hombros. “Es común entre los que los que cargamos los pasos. Es como algo que nos identifica. No recuerdo desde cuando la tengo”, me dijo.
Ángel no sale de Sevilla en esos días. No hace planes de vacaciones, como mucha gente, porque respeta su compromiso personal con las hermandades a las que pertenece.
María, Rosa y Yo mientras pasaba la procesión cerca de la casa. Era más de la medianoche.
La particular música que acompaña a las procesiones es otro de los detalles que guardo con especial atención. Me estremezco al recordar la solemnidad de esas melodías. Las bandas ensayan casi todo el año y los que cargan los pasos también practican con meses de antelación.
Yo vivía en la calle Francos, en el centro del centro del casco histórico de Sevilla cuando ví la por primera vez la celebración.
Recuerdo que para los que vivíamos cerca de alguna iglesia, salir de casa era un caos. Un trayecto que cotidianamente recorríamos en diez minutos, en los días de Semana Santa podíamos tardar dos horas. Porque habían cerrado el paso en algunas calles aledañas a la casa y por las otras, el tumulto de personas que se agolpaba para ver pasar el desfile hacía que fuera prácticamente imposible avanzar.
Hay que ver lo cuidadoso que son los sevillanos con la vestimenta que usan para asistir a esas procesiones. Muchos hombres visten de saco y corbata y las mujeres usan mantilla negra, traje exclusivo de luto y gala.
El ayuntamiento coloca mantones rojos en los balcones. También, a orillas del camino por donde cruza el desfile, habilita miles de sillas, las que alquila por cientos de euros a quienes quieren vivir en primera fila la religiosa experiencia. Además, los vecinos de los edificios por donde pasa la ruta, alquilan sus balcones hasta por miles de euros a cambio de ofrecer un vista privilegiada de los pasos.
A diferencia de la celebración de la Semana Santa sevillana con la de mi pueblo Baní, nosotros no tenemos grandiosas imágenes. El Viernes Santo, desde la catedral Nuestra Señora de Regla, los banilejos salimos en procesión en memoria del santo entierro de Jesús con una sencilla imagen de la Virgen Dolorosa que avanza detrás de los restos de su hijo, acompañada de los feligreses que recorren varias calles del pueblo.
La Banda Municipal de Música encabeza la procesión tocando una marcha fúnebre. Le sigue el obispo, sacerdotes y monaguillos. Luego, la imagen de Jesús y, unos metros atrás, su madre afligida.
La multitud camina en silencio, en oración, reflexionando sobre la muerte del hijo de Dios por nosotros, mientras que en Sevilla, la gente ve pasar a Jesús sufrido y a la madre con su dolor.
No importa la grandiosidad de la imagen sino la fe con la que se acoja esta conmemoración. Lo importante es reflexionar sobre la humildad de Jesús, que siendo rey de reyes, no dudó en cumplir la voluntad de nuestro Padre Dios para enseñarnos su mensaje de paz y amor.
Y nosotros que muchas veces pensamos tanto cuando se trata de sacrificar cosas materiales que no tienen real valor. Recordemos que Jesús no dudó en ofrendar su vida para liberarnos del pecado.
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2 comentarios:
Hola Felivia espero que te encuentres bien, dejame decirte que esta muy interesante tu blog, y mas jeje porque ahi me veo en la banda de Música. gracias por sacarme en la foto sin pensarlo!
Quizas ya ni de mi te acuerdas pero yo si de ti.
Att: Alicia Soto.
Saludos Alicia,
Claro que te recuerdo, pero te conocía por el nombre de Mercedita jajaja. Qué bueno saber de ti!!
Tienes razón, no me había dado cuenta que estás en una de las fotos de esta entrada. Qué chulo jajaja
Gracias por visitar mi blog :)
Salúdame a tu familia bella, los estimo mucho.
Un abrazo.
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